Entre el muñidor de la cruz de guía y la excelencia musical de la Municipal de Rota, pasando por la capilla musical del misterio, Santa Marta fue ayer la cofradía diversa a la que estamos acostumbrados. Pura esencia del Miércoles Santo, que entre capas y colas, sobriedades y fiestas, teje una tarde-noche deliciosa, muy completa. Y la Hermandad del Cristo de la Caridad en el Traslado al Sepulcro -nombre olvidado tantas veces ante tan socorrido vulgo que invoca a la Santa Hospedera- pareció querer reunirlo todo en sus filas.
Primera Semana Santa al frente de la nueva junta de gobierno que preside como hermano mayor Manuel Marín, y tras toda una década de concepción de lo que la cofradía es hoy en día, la salida procesional ofrecida ayer desde la capillita propia de la plaza de San Mateo mostró consolidada la esencia de un modelo en el que es preciso seguir trabajando, especialmente en el paso de palio de Madre de Dios del Patrocinio. La restauración y plateado de los candelabros de cola efectuados este año son un pasito más.
Austera en el cortejo de misterio de las túnicas negras y la cola al brazo, de la cera 'azul caridad' y una austeridad concebida en su día a la imagen de una escena en el paso de misterio que no merecía otra cosa, el mantenimiento de las formas anteriores que conocimos hasta los años ochenta completaba, un año más, un estilo pluriforme pero brindado a todos la comunión en una convicción que, como cofradía valiente de siempre, en su día supo dar pasos que anoche disfrutaron los jerezanos y visitantes de la ciudad en las calles de su recorrido.
Por delante, el paso antiguo de la sevillana de San Benito aupaba, hasta alcanzar el alma de los que la contemplaban, una escena que, revivida como fuera en el Calvario, invita a imaginar el silencio de José de Arimatea y Nicodemo, pura tensión en los rostros, mientras portan a Cristo sobre las sábanas mortuorias. El brazo del Señor de la Caridad cayenda camilla hacia abajo era signo, sobre el rojo de la flor, de un reguero fertilizador de la piedad y la devoción popular. La Virgen -Penas y Lágrimas, en este caso- ponía el desgarrador llanto y Santa Marta el servicio, la asistencia, el corazón.
Preciosa la cofradía, en ciertos momentos de su itinerario de modo especial, Santa Marta alcanzó los perfiles de sugerencia inolvidable en lugares como la calle Justicia, cuando la salida estaba fresca y los rayos del sol del Miércoles Santo eran una bendición, o la calle Cabezas, estrecheces que la devolvieron a un barrio del que sólo se va la Hermandad cuando su estación de penitencia la llevan hasta la Santa Iglesia Catedral. Su regreso, por ello, es una hermosa estampa de entronque a San Mateo.
Muy contentos han de estar los cofrades de la que aún se recuerda como una hermandad que procesionó el Sábado Santo en su día, satisfechos con la presencia ofrecida ayer tanto cerca de los pasos -muy bien conducidos por su capataz de cofradía, Jaime Gutiérrez 'Petate'- como a lo largo de ese cortejo variopinto en que se aúnen cuanto de 'penumbroso' y luminoso tiene nuestra Semana Santa.
Primera Semana Santa al frente de la nueva junta de gobierno que preside como hermano mayor Manuel Marín, y tras toda una década de concepción de lo que la cofradía es hoy en día, la salida procesional ofrecida ayer desde la capillita propia de la plaza de San Mateo mostró consolidada la esencia de un modelo en el que es preciso seguir trabajando, especialmente en el paso de palio de Madre de Dios del Patrocinio. La restauración y plateado de los candelabros de cola efectuados este año son un pasito más.
Austera en el cortejo de misterio de las túnicas negras y la cola al brazo, de la cera 'azul caridad' y una austeridad concebida en su día a la imagen de una escena en el paso de misterio que no merecía otra cosa, el mantenimiento de las formas anteriores que conocimos hasta los años ochenta completaba, un año más, un estilo pluriforme pero brindado a todos la comunión en una convicción que, como cofradía valiente de siempre, en su día supo dar pasos que anoche disfrutaron los jerezanos y visitantes de la ciudad en las calles de su recorrido.
Por delante, el paso antiguo de la sevillana de San Benito aupaba, hasta alcanzar el alma de los que la contemplaban, una escena que, revivida como fuera en el Calvario, invita a imaginar el silencio de José de Arimatea y Nicodemo, pura tensión en los rostros, mientras portan a Cristo sobre las sábanas mortuorias. El brazo del Señor de la Caridad cayenda camilla hacia abajo era signo, sobre el rojo de la flor, de un reguero fertilizador de la piedad y la devoción popular. La Virgen -Penas y Lágrimas, en este caso- ponía el desgarrador llanto y Santa Marta el servicio, la asistencia, el corazón.
Preciosa la cofradía, en ciertos momentos de su itinerario de modo especial, Santa Marta alcanzó los perfiles de sugerencia inolvidable en lugares como la calle Justicia, cuando la salida estaba fresca y los rayos del sol del Miércoles Santo eran una bendición, o la calle Cabezas, estrecheces que la devolvieron a un barrio del que sólo se va la Hermandad cuando su estación de penitencia la llevan hasta la Santa Iglesia Catedral. Su regreso, por ello, es una hermosa estampa de entronque a San Mateo.
Muy contentos han de estar los cofrades de la que aún se recuerda como una hermandad que procesionó el Sábado Santo en su día, satisfechos con la presencia ofrecida ayer tanto cerca de los pasos -muy bien conducidos por su capataz de cofradía, Jaime Gutiérrez 'Petate'- como a lo largo de ese cortejo variopinto en que se aúnen cuanto de 'penumbroso' y luminoso tiene nuestra Semana Santa.
(La Voz, Jueves Santo, 09-04-09)
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