Él es mi opción. Hoy, que es día de votos que invisten, tengo puestas mis expectativas en Santiago. Me sobra la cobertura de joyas que visten su busto en el camarín compostelano porque no es exactamente en esa representación donde mejor lo encuentro. Así que excuso deciros cuánto me importan ésas otras presencias que sí que han de representarnos allá donde no hay camarín sino cámara. Dicen que el hemiciclo es casa de todos, pero yo me siento mejor en el albergue de mis sueños peregrinos.
Renuevo pues mi voto ante ti, a quien vi con mis ojos recorriendo con tu caballo blanco los montes leoneses y gallegos sin más objetivo que verter desde tu inacabable zurrón esas gracias que redimen a la hora del reencuentro conmigo mismo. Y lo hago pidiéndote salud para mi gente y para toda aquella que, a base de etapas jacobeas en las que aprender desprendimiento y cercanía, supe convertir también en mi gente pese a apenas conocerla de nada. Que llenes cuerpos y también almas del salvífico sino de tu apostolado.
Renuevo también mi voto ante ti, viajero inagotable que llegaste a este otro extremo del Mediterráneo para traer el mensaje de Cristo. Que, en el tono de esta vida 'semper itinere' que abrazo de un tiempo a esta parte, sepa seguir encontrando mi misión en el mundo, sepa materializar en mí mismo y en los demás las esperanzas de una existencia mejor y una felicidad anclada en la serenidad y en las pequeñas cosas que gratifican. Sigue haciéndome austero testigo de la sencillez más testimonial posible ahora y en las horas que me resten.
Y renuevo mi voto ante ti, Apóstol Santiago, en la convicción que te necesitamos, por ser vehículo de aquellas buenas nuevas que la fe tiene para todos y que llegaron a la actual España en la barca que dicen fue atada al pedrón junto al Sar, noticias de salvación que arribaron a nosotros impregnando tu cuerpo despedazado y traído, según la tradición, por tus discípulos Teodoro y Atanasio. Aquí te seguimos necesitando, nuestra tierra sigue temblando a diario entre desatinos y buenas intenciones. No nos abandones.
Somos lo que comemos, dicen. Somos lo que leemos, afirman otros. Somos lo que caminamos, aseguro yo, en esta vida cuajada de tantas piedras de pizarra cruzadas en la ruta como de amables pistas de tierra en medio del bosque sugerente. Haznos ver, oler y tocar, sentir a la postre, las gracias de las que está sembrado el mundo. Y haznos sentir que quienes no estén a la altura, terminen sentándose en los asientos que les toque, son más dignos de nuestra oración que de nuestra desesperación. Por los siglos de los siglos.