Querido Peregrino Parkinson, acabas de iniciar este camino para mí aún inaudito y ya te estoy echando de menos. En el hondón profundo de los secretos del alma, tan atrevidos cuando como ahora llegas a manos diversas por la puerta de la confesión, se está notando tu partida.
Y temo... Claro que sí. Llevas en tu mochila lo suficiente para que te valoren en los albergues de tanta estantería ajena? Sales de mis manos pertrechado de bordón firme para que no caigas en la incomprensión? He conseguido dotarte de la justa capacidad de convicción?
Este fin de semana te estarán leyendo buena parte de cuantos, el miércoles, llenaron el Refectorio de los Claustros de Santo Domingo. Bucean en mi herida abierta, sensaciones personalísimas ahora perturbadas por mi propia decisión de salir de mi indeseada zona de confort.
El Camino te sea benigno, buen amigo. Las ampollas no te frenen. No haya agujetas que encuentren en ti debilidades que quiebren nuestra firme vocación testimonial. Vas ya sólo. Fuimos #3enelcamino, pero ni Carmen ni yo te ayudaremos a explicarlo allá a donde llegues.
Mañana lunes sales hacia México, Milán, Arzúa, Palencia, Almendralejo, Tarragona, Córdoba, Valencia... De hecho, incrementan cada día la cola de los envíos lectores interesados desde otros puntos de España. Se te ha quedado pequeña la ruta que te dejara en Jerez o la provincia.
Pero es raro verte partir, Peregrino Parkinson. Es inusual comprobar que escapan mis sentimientos por la rendija abierta en el alma como sólo saben herir las experiencias grandes. Preciso es, sin embargo, ser generoso en el Camino y darse siendo hospitalero cuando toca.
Ahora, cuando ya no está a mi alcance controlar los efectos de lo escrito, no me queda sino encomendarme al Santo Apóstol que, de tal modo, parece cederte su caballo blanco para llegar a tantos puntos en los que encontrar sello para tu credencial. Bon camiño. Ultreia et suseia!