A Amor verdaderamente derramado por todas y cada una de las calles de la ciudad supo ayer la corporación penitencial que hizo del blanco penitencial una de las referencias de más agradables sugerencias que la Semana Santa nos deparará un año más. La Hermandad de San Juan -por la calle de su sede y también por el sentimiento de una historia que no se olvida- acudió a su encuentro con Jerez convirtiendo desde la excelencia creciente que hace de la cofradía una delicia. Así fueron, un año más, las siete horas de una presencia en su itinerario que no requirió de novedades para convencer a manos llenas. Unos doscientos treinta nazarenos lo hacían posible en la sensación de que son los hombres y mujeres que nutren el cortejo lo primero que transmite al público apostado en las aceras o en los palcos.
Sí había estrenos palpables en cada uno de los dos pasos. En el de Jesús Cautivo, ese crisol de devociones que cada lunes del año sabe de las necesidades de esta tierra por medio de las mil oraciones, peticiones y promesas que le llegan, lo primero que se evidenciaba era el avance de la talla de un paso que terminará siendo una joya. Ese primer altar procesional en el orden de la cofradía en la calle hacía más cercano, como está durante todo el año una de las imágenes más visitables de Jerez, al Señor prendido que ostenta la Hermandad. Llamó la atención especialmente sobre ese mar de clavel rojo que le fue extendido por los hermanos del Amor. La imagen de Antonio Eslava incitaba devociones al son de la Agrupación Musical San Juan.
El otro canasto, el paso del Calvario, el que eleva al Santísimo Cristo del Amor pero que, enmedio además de una poblada escena a las plantas de la cruz, hace brillar con luz propia a la excelente imagen de la Virgen de los Remedios, tuvo en Ella, casi con toda seguridad, las más entregadas miradas. Por su belleza archiconocida y valorada como suprema entre las demás dolorosas, por la lozanía tan atinadamente recuperada a través de la restauración que hace un año le confirió el trabajo del especialista Enrique Ortega Ortega, por la mano detallista de un vestidor -Juan Mateos Portillo- que se lució para ponerla como ayer la disfrutó la ciudad... Todo ello, exhalado desde el canasto dorado, supo a Martes Santo consagrado a María Santísima.
San Juan Evangelista fue, sobre el paso segundo, discípulo amado así como, tras el canasto dorado, agrupación musical que, procedente de la capital sevillana, hizo las delicias de cuantos, buscando el blanco cortejo de los cinturones de esparto enrojecidos a la imagen y semejanza del escudo 'juanista', se terminaron encontrando el más inconográficamente característico Calvario con el que cuenta la Semana Santa de Jerez. Siempre San Juan en el horizonte de la cofradía que, como recordara el pregonero de esta Semana Santa en Villamarta, no olvida ese templo centenario en el que nació la Hermandad y a cuya sombra naciera la actual capilla.
La cofradía tuvo estampas espléndidas en la calle, ya enmedio de las claridades de Chancillería, Porvera, Cristina o Arenal ya en las penumbras cuando no las tinieblas de calles como Tornería, Compañía, Francos o San Juan. Y otros mil detalles de categoría como la nueva túnica, mantolín y cíngulo de San Juan, los sones siempre entregados de la Agrupación Musical San Juan tras el Cautivo o los más novedosos de las cornetas y tambores de la banda sevillana de San Juan Evangelista cerrando una comitiva que fue gloria bendita disfrutada al albur de un Amor dispensado con Remedios restaurados para las penas de una ciudad que va viendo como hoy alcanzará su ecuador la celebración pasionista que disfrutamos.
Sí había estrenos palpables en cada uno de los dos pasos. En el de Jesús Cautivo, ese crisol de devociones que cada lunes del año sabe de las necesidades de esta tierra por medio de las mil oraciones, peticiones y promesas que le llegan, lo primero que se evidenciaba era el avance de la talla de un paso que terminará siendo una joya. Ese primer altar procesional en el orden de la cofradía en la calle hacía más cercano, como está durante todo el año una de las imágenes más visitables de Jerez, al Señor prendido que ostenta la Hermandad. Llamó la atención especialmente sobre ese mar de clavel rojo que le fue extendido por los hermanos del Amor. La imagen de Antonio Eslava incitaba devociones al son de la Agrupación Musical San Juan.
El otro canasto, el paso del Calvario, el que eleva al Santísimo Cristo del Amor pero que, enmedio además de una poblada escena a las plantas de la cruz, hace brillar con luz propia a la excelente imagen de la Virgen de los Remedios, tuvo en Ella, casi con toda seguridad, las más entregadas miradas. Por su belleza archiconocida y valorada como suprema entre las demás dolorosas, por la lozanía tan atinadamente recuperada a través de la restauración que hace un año le confirió el trabajo del especialista Enrique Ortega Ortega, por la mano detallista de un vestidor -Juan Mateos Portillo- que se lució para ponerla como ayer la disfrutó la ciudad... Todo ello, exhalado desde el canasto dorado, supo a Martes Santo consagrado a María Santísima.
San Juan Evangelista fue, sobre el paso segundo, discípulo amado así como, tras el canasto dorado, agrupación musical que, procedente de la capital sevillana, hizo las delicias de cuantos, buscando el blanco cortejo de los cinturones de esparto enrojecidos a la imagen y semejanza del escudo 'juanista', se terminaron encontrando el más inconográficamente característico Calvario con el que cuenta la Semana Santa de Jerez. Siempre San Juan en el horizonte de la cofradía que, como recordara el pregonero de esta Semana Santa en Villamarta, no olvida ese templo centenario en el que nació la Hermandad y a cuya sombra naciera la actual capilla.
La cofradía tuvo estampas espléndidas en la calle, ya enmedio de las claridades de Chancillería, Porvera, Cristina o Arenal ya en las penumbras cuando no las tinieblas de calles como Tornería, Compañía, Francos o San Juan. Y otros mil detalles de categoría como la nueva túnica, mantolín y cíngulo de San Juan, los sones siempre entregados de la Agrupación Musical San Juan tras el Cautivo o los más novedosos de las cornetas y tambores de la banda sevillana de San Juan Evangelista cerrando una comitiva que fue gloria bendita disfrutada al albur de un Amor dispensado con Remedios restaurados para las penas de una ciudad que va viendo como hoy alcanzará su ecuador la celebración pasionista que disfrutamos.
(La Voz, Martes Santo, 08-04-09)
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