lunes, 25 de septiembre de 2017

Catalaneando desde el sur

No sé porqué no somos capaces de adoptar ya, sin sobraduras ni achicamientos, la actitud de los que están viviendo un momento histórico. Ni complejos de superioridad ni miedos que nos priven del disfrute innegable de lo que la actualidad prioriza tiempo ha y especialmente esta semana.
A ver, expongo éste mi 'catalaneo' forjado en meses de silenciosa escucha y voraz análisis ahora que evocaciones a tiempos de la República, entrevistas atinadas, columnistas conspicuos y memes desternillantes me ayudan con la mayor eficacia a que lo que diga no suena a patrioterismo barato.
Desayuno con un artículo de Amorós en ABC que parafrasea la evolución del pensamiento de Azaña sobre las viejas inquietudes y barrabasadas independentistas catalanas. Y me quedaría tan tranquilo por ser reiterados los hechos si no fuera que entonces constituyó antesala de la Guerra Civil.
El café de media mañana me alivia el lunes con un poema de Espronceda que lamenta los males de siempre ("oigo patria tu aflicción, y no entiendo por qué callas viendo a traidores canallas despedazar la nación...") pero todo es más armónico entre versos. Y relajo por más el ceño fruncido.
Para el aperitivo, el 'Felices los cuatro' cantado por Puigdemont y Rajoy con Los Morancos bajando la tensión a límites asumibles y los vídeos de la entrevista de Evole a un incongruente presi catalán y Borrell haciendo lo propio con Oriol Junqueras. Qué gusto da comprobar el nivelito.
Y, mientras me guardo para el postre el meme de la crema catalana "echando cojones" a quien abre el frigo, reflexiono sobre este país de opereta en el que elevo oraciones para que el 1-O se eche por fin el telón a este sainete. Si no siempre quedará la salida del 36. Pero eso lo evitaremos, verdad?

jueves, 7 de septiembre de 2017

Diez años de comunicación diocesana

La tentación de la sencillez podría terminar pareciendo falsa modestia, el confort del silencio cobardía y huir de mostrarme algún tipo de razón otorgada a quienes se creyeron con la capacidad de enjuiciar el camino sin calzarse mis botas.

Como nada de eso quiere el Señor, estoy convencido de ello, hago caso al almanaque que es tozudo en el recuerdo de los diez años que se cumplen durante estos primeros días del mes de septiembre de aquel precioso encargo.

No llegue felicitación por la década cumplida en estos menesteres diocesanos, si acaso de alguno un "cómo estás, Gaby?" que pueda seguir pendiente. Pero eso es por otras cosas que no impiden ahora esta gran satisfacción mía.

Al fin y al cabo no he hecho más de lo que debía desde las convicciones a las que me sigue invitando mi profunda fe cristiana. Al fin y al cabo, y ha sido frase mía durante todos estos años, Iglesia que no comunica no ha de considerarse tal.

Haya una palabra de gratitud para monseñor Juan del Río. El hoy arzobispo castrense fue artífice del nacimiento de la Delegación de MCS tras intentos testimoniales pero nunca vanos durante el episcopado de monseñor Rafael Bellido.

También mi agradecimiento a monseñor José Mazuelos por el mantenimiento y refuerzo de esa estructura cuajada de aliento desde Sanlúcar, Rota o El Puerto hasta Arcos, Bornos, Villamartín, Espera, Prado del Rey o Grazalema.

Desde cada uno de esos puntos sigue llegando a Jerez el estímulo necesario para no desfallecer. Y los compañeros, todos ellos, hace tiempo que se convirtieron en mis hermanos más allá del compromiso con la comunicación.

Ruego una oración de todos por ese esfuerzo tantas veces incomprendido por el ninguneo o por exigencias ajenas a lo correspondiente a su naturaleza. Quod non sciatur, non potest aestimari. Y rezad también por quien suscribe. Gracias!