jueves, 9 de abril de 2009

Marcialidad penitencial desde Capuchinos


Defensa tiene el Martes Santo en el de la Cruz. Y la que salió desde Capuchinos parecía tocada, ayer especialmente, por la vitola de una marcialidad de matices ilustres cuando las dos campanas del convento redoblaban apuntando hacia la calle Sevilla las señales del atornasolado color de sus nazarenos. Y es que el verde también podía imaginarse desde el fortalecimiento, en los últimos años, de una vinculación con el Ejército que ya contó en la ofrenda matinal con la mismísima presencia del general jefe del Estado Mayor de la Fuerza Terrestre, Juan Manuel García Montaño.
Centenar y medio de nazarenos llevaba en su cortejo la Hermandad de la Defensión. Entre ellos y el público en las calles se estableció, como siempre, esa sinergia que estiliza anualmente un comportamiento general cuajado de respeto y sobriedad. Y si las virtudes del soldado, especialmente evidenciadas en la disciplina de las filas nazarenas, merecieran un piropo, las de estos hombres y mujeres del hábito morado, herederos de aquellos veinticuatro que portaron al Cristo desde La Cartuja hasta Capuchinos hace dos siglos, han de recibir la admiración con mayúsculas de todos.
Son, estos penitentes, gloria de un Martes Santo sin camino de ida en el caso de la Defensión. Apenas unos metros colocaron a la cofradía en el Palquillo de la Carrera Oficial. Así y todo, de monumento en monumento -San Juan Bautista de la Salle, la calesa andaluza, el Marqués de Domecq, el dedicado a las cofradías...-, la Hermandad no necesitó más espacio para mostrarse rotunda en su propuesta. Y, a decir verdad, nada como una identidad tan definida para configurarse en apuesta segura camino de la Santa Iglesia Catedral.
Como segura es la Cruz, aquí con cuatro clavos para una imagen que abre su costado para, en su reverso, terminar mostrando las costillas por medio de ese alarde nacido de las gubias de Esteve Bonet. El escultor de cámara de Carlos IV resucita cada año en la ciudad a través de su obra procesionando solemnemente por las calles de Jerez entre tanta admiración de quienes le salen al paso. Francisco Javier Franco, que lleva ya unos años dirigiendo a sus costaleros, volvió a tomar el llamador y la Caridad -vulgo Santa Marta- ofreció sus sones tras el paso.
De iris morado en el monte y clavel sangre de toro en las ánforas iba el canasto de maderas oscuras que un día terminara para la ciudad Antonio Martín como de blanco clavel se dejaba envolver Nuestra Señora de la O para gloria bendita de un palio con personalidad y con Manuel Jesús Elena al frente como capataz. Aquí la música de la Banda Virgen de las Angustias, que el día antes ya tocara al Socorro, sí que disponía de repertorio propio dedicado a la cofradía de la iglesia conventual de los Padres Capuchinos.
Entre el 'Cristo de la Defensión', todo un clásico desde hace mucho tiempo que aportara Abel Moreno siendo aún director del Soria 9 -lástima de pérdida para la Cuaresma jerezana tras décadas de cumplir con el compromiso-; 'Reina y Señora de la O', de Andrés Martos; o las de José María Álvarez Beigbeder 'Noche del Martes Santo', 'Nazarenos de la Defensión' o 'Tarde del Martes Santo' tejieron un celofán musical de referencias jerezanas preciosas entorno al paso de palio.
Era un verdadero gustazo disfrutarla por Carpintería Baja o Carmen, Sedería o Tornería, Rivero, Porvera y Gaitán, que han convertido en calle propia y personalísima. Pero fue su aparición de nuevo en Mamelón o el bulevar de la calle Sevilla, por dentro, cuando recobró la esplendidez, el tono de esa marcialidad penitencial que, en efecto manó desde Capuchinos como, llegados a ese punto, quedó guarecida en el convento a la espera de un nuevo Martes Santo, una nueva salida tan prodigiosa como la dejada atrás anoche.

(La Voz, Martes Santo, 08-04-09)

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