domingo, 20 de febrero de 2022

La dominación, eso sobra

"¿Qué hacemos ahora, destruimos nuestras ciudades?" El personaje que interpreta Cuba Gooding Jr interpela al de Antony Hopkins. Es un psiquiatra en activo en una prisión norteamericana de alta seguridad llena de enfermos mentales mal tratados.

"¡La dominación, eso sobra!", es la respuesta del antropólogo encerrado por asesinar a quienes agredieron y esquilmaron la comunidad de gorilas en la selva de Ruanda con la que convivió. Creen que su problema es que se cree uno más de aquellos animales.

Eso es lo que sobra. La impostura de una supuesta necesidad de tenerlo todo bajo control. El profesor del papel de Hopkins es un sabio de la vida y de lo que de verdad importa. Pero lo creen un gurú de la imposible regresión hacia el modo de vida del hombre hace miles de años.

Pero es con ellos, con los gorilas, con quienes aprende tolerancia. Sostiene que no lo aceptaron por creerlo uno de los suyos sino porque, sabiéndolo humano, no se acercó a ellos como lo hacen habitualmente. Los asesinados por él, por ejemplo.

Y te quedas cavilando. No porque te veas a diario en la necesidad de tratar con gorilas. Pero sí porque a veces se topa uno a quien pasaría bien como autor de la matanza de esa tolerancia. Nadie como Hopkins y Cuba para dar la talla de semejantes caracteres.

La peli de Cuatro de esta tarde ('Instinto', 1999) me trae al blog con el entusiasmo de quien ha disfrutado de la historia. La acción (tanto en la selva de Ruanda como en la otra selva de la cárcel) me trajo. Pero es el cambio de talante al que invita lo que me ha hecho permanecer.

domingo, 13 de febrero de 2022

Los ajos del hijo del Venancio

Anoche escuche al hijo del Venancio. Qué gozo más grande. Así lo sueño yo cuando me toque ser mayor. Humilde hasta la aspereza, brutal en su elocuencia, cabal a manos llenas...

Qué modo de imponer que cesara la ovación que estaba recibiendo por el Goya. Le sale el sobrio hijo de Chinchón y todo éxito se le queda en una buena cosecha de ajos.

La última película que le he visto tiene que ver con aquello de encaminarse hacia el final de sus días: 'El muerto y ser feliz'. Vaya peli. Decrepitud estética y moral. Cuánta verdad!

Y anoche, antes de coger su cabezón de honor, la gran pantalla del escenario de Valencia enseñaba su amplísima filmografía, sus comedias, sus dramas, sus cosas todas...

Ya advertía el interfecto en la alfombra roja que todo aquello se le escapaba, que los ruidos y postureos no iban con él. Aunque no lo dijo así, que es sincero pero educado.

Pero yo lo supe interpretar. Enjuto de cuerpo, de rigores faciales muy expresivos y de una profesionalidad incomparable, Pepe Sacristán está de vuelta. Y da gusto escucharle.

Pero, atención, que escucharle no es sólo colocar el halago previo en los labios como la cruz de guía bajo el dintel a la espera de la salida. No. Terminaría dándonos un capón.

Me está pareciendo que, por momentos, se acerca cada vez más a los "a la mierda" del maestro Fernán Gómez. Y me encanta. Me encanta porque escucharlo es otra cosa.

El hijo del Venancio parecía ayer solo dispuesto a explicar al progenitor asomado al balcón del cielo que no había tenido mala cosecha. Cosas de él. Cosas de Chinchón.

Cosas de esa honradez que ya no se lleva y que se reviste de sobriedad clamorosamente tentada a la mala respuesta para aquellos que se lo merecen. Cuánto te admiro, Pepe!