domingo, 5 de abril de 2009

Humildad y Paciencia revistió su penitencia


Si el año pasado fue el del descubrimiento de un paso al que los cofrades de Humildad y Paciencia supieron sacarle punta en la primera estación de penitencia, éste ha sido el de un cortejo que llamó la atención en 2008 por una sobriedad enfundada en trajes negros y que por fin ha revestido su penitencia de hábito nazareno. La expectación creada no defraudó aunque tiene que seguir creciendo el número de túnicas que la gente de la Santísima Trinidad ponga en la calle en próximos años.
El caso es que su sede canónica no supo de la salida y, como el año pasado desde su parroquia de Los Descalzos, este año hubo de ser trasladada hasta la Santa Iglesia Catedral la casa circunstancial que bien pudo ser, la resolución de los problemas de sede que tienen, causa a la que aplicar una penitencia con calidad sobrada para peticiones de tamaño calibre. No merece nadie pagar el precio de tener que desmontar el paso del modo en que hubo de hacerse, recien recogida la cofradía.
La cruz sobre el monte, el caliz, la túnica del Señor y la propia presencia de tan singular imagen que, una vez, relacionaron con el arte colonial latinoamericano compusieron esa estampa romántica en la que los signos tomaron posesión de un papel que enriqueció, de nuevo, la presencia de Humildad y Paciencia en la calle. El resto lo hizo la capilla musical que acompañaba al paso de la cofradía y, sobre todo, el mencionado nuevo hábito nazareno. Una delicia para la contemplación.
La túnica, del color blanco del hábito trinitario, es una verdadera aportación al ya amplio conjunto de vestimentas penitenciales de nuestra Semana Santa. Alguna cosa parecida existe ya desde hace unos años pero nada igual a ello. La sarga en esa pieza con cola, el cinto de la comunidad masculina representada en la mencionada novedad, el antifaz redondeado y sin babero o el escapulario más ancho que los existentes en otra cofradía y portadores del escudo llamaron la atención del público.
El esfuerzo de la junta de Pepe Bellido, su hermano mayor, se notó anoche convirtiendo en realidad un verdadero milagro cargado de dificultades que ese equipo de gobierno ha resuelto para este año con gran desparpajo y tenacidad. Tienen que seguir trabajando para acrecentar la cifra de cuarenta túnicas que ya lucieron. Así como para procurar evitar que esa estampa deliciosa de un paso conseguido en un estilo único no deba ser ver bajar al Cristo de su canasto casi a la vez que se recogía la cofradía.
Otras novedades de la Hermandad fueron el guión corporativo y el libro de reglas, que completan un altar de insignias que apenas si gozaba aún de la bandera de la cruz trinitaria, esa que en trazos axules y rojos dibujó en el escapulario del nuevo hábito una identidad que, en la Santísima Trinidad, siempre han llevado muy a gala. Que no faltan en su historia ni siquiera las liberaciones de cautivos a las que siempre se pretaron los religiosos en cuyo carisma beben compromiso laico.
Unas horas, pues, para confirmar su vocación de cofradía de centro, de aquellas que hunden su corto recorrido actual en la más honda tradición del culto a las imágenes de gran devoción en la ciudad, las que suelen ubicar en el meollo del casco urbano una radicación de momento encontrada, para la salida procesional de ayer, en la Santa Iglesia Catedral. Pero el primer templo diocesano, reitero, ofrece dificultades que deben ser irrepetibles.
Así, antes de sospechar la cercanía de esa maniobra acelerada de bajada del Cristo esa misma noche, la calle se quedó con un trabajo de la cuadrilla de Ramón Gaitero que dejó buen sabor de boca. A la altura de la imagen ofrecida por la cofradía quedó el esfuerzo costalero de quienes tenían claro que, por derecho, el Cristo de la Humildad y Paciencia ofrece una imagen digna de la mayor admiración. Con ello se quedó Jerez cuando las calles del centro brindaron cuanto dio de sí -que fue mucho- una presencia admirable.

(La Voz, Domingo de Ramos, 05-04-09)

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