martes, 28 de abril de 2009

Ignacio Muñoz ya está en las Marismas Azules


Otro grande que se nos va. Ignacio Muñoz Benítez era pequeño de estatura pero, pese a todo, su talla, enorme en su condición personal, excedía con mucho de la media de cuanto uno va encontrándose por ahí. Era mi percepción de él. Y aunque nunca fue demasiado el trato que tuvimos sí es cierto que me resultó rociero entrañable y entusiasmado, especialmente comprometido desde sus responsabilidades en la junta de gobierno de la Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Jerez.
Asimismo, se trataba de una persona especialmente efectivo en su labor profesional, en la que lo conocí cuando, al frente de una importante parcela de la empresa municipal Aguas de Jerez, nos llegó la ocasión de tener en común la puesta en marcha del Concurso Escolar de Dibujo Ecológico que sigue organizando hoy en día Cope-Jerez, que el pasado sábado clausuramos en su décimo quinta edición y que fueron muchos los años en los que se contó con la compañía de Ajemsa en su aliento.
Llevaba ya tiempo sin verlo. Sabía de él por quienes podían darme noticias sobre cómo llevaba su larga enfermedad. Y ya me advertían, desde hace tiempo, de la verdad de una situación que no desencadenaría sino en esa pérdida que, pese a todo, nos ha sorprendido esta misma mañana. Las últimas noticias las tuve por su primo Rafael Mateos Benítez, quien siendo hermano mayor de los rocieros jerezanos lo llamó para convertirse en secretario en su momento. Aún lo recuerdo a hombros de otros rocieros sosteniendo el simpecado.
La mención de éste en su Pregón del Rocío del pasado viernes lo hizo presente en La Concha. Ya hubiera querido Rafael que Ignacio le acompañara en tan importante momento. Pero eso era imposible. Por ello le llevó, días antes, una grabación para que, en el lecho del dolor, las vísperas gloriosas que quedaban pregonadas le fueran conveniente alivio. Le dio tiempo de escucharlo y, aprovechando que estamos en semana de papeletas de sitio en la calle Chancillería, él sacó la suya hacia las Marismas Azules. Descanse en paz.

lunes, 27 de abril de 2009

Las Hermanitas de los Pobres se nos marchan


Las Hermanitas de los Pobres, que llevan 135 años de atención ininterrumpida a su residencia de ancianos de la jerezana calle Domecq 4, se preparan para dejar tan entrañable labor en la ciudad. Las dificultades con las que se encuentran para mantenerla provoca una decisión que aún aguarda la determinación de la fecha en que se dará cumplimiento a ello.
El sacerdote Ignacio Gaztelu Pastor, rector del Seminario Diocesano, ofició, este pasado sábado, la Eucaristía de despedida en nombre de monseñor Juan del Río Martín, administrador apostólico de Asidonia-Jerez, del que leyó una cariñosa carta dirigida a las religiosas de la Congregación de Hermanitas de los Pobres en Jerez de la Frontera.
En este escrito, con el mensaje que Del Río no pudo testimoniarles personalmente al coincidir la misa con la toma de posesión del nuevo obispo de Alcalá de Henares, les mostró la gratitud del pastor, atendido "las veces que en estos nueve años ya he llamado a la puerta con alguna necesidad para nuestros curas" según señala en la mencionada epístola.
"Quiero que sintáis el profundo agradecimiento que siente éste obispo hacia vosotras, y la intensa admiración por la vida entregada y abnegada hacia los más necesitados" añade el pastor esperando "que sigáis siendo fieles al carisma que vuestra madre fundadora, la Beata Juana Jugán, quiso imprimir en todas las hermanitas, y todo esto siendo uno de los rostros samaritanos de la Iglesia.
Las religiosas llegaron a la que hoy es Diócesis de Asidonia-Jerez sólo veinte años después de que la Congregación, nacida en la francesa San Servan en 1839, recibiera aprobación pontificia en el año 1854. Es, por tanto, desde 1875 que realizan su labor en estas tierras sumando otra comunidad en El Puerto de Santa María.
Es menester insistir en que, por el momento, no existe fecha para que la marcha definitiva se haga efectiva. En su momento se hará saber por medio de un comunicado que realizarán las propias hermanas.

Mecenas


Sobrevoló, en el Auditorio Juan Pablo II, la sospecha, tensionante a la vista de alguna reacción, de un mal recuerdo sobre El Pantera u otros ilustres que, alguna vez, pagaron alguna joya patrimonial para nuestras hermandades y cofradías. Y saltaron algunos de nuestros más granados veteranos que no entendían las reflexiones de José Antonio Domínguez Mateos que cerraba el miércoles el ciclo del Consejo. Primero saltó un señor que no conozco y luego Juan Cervilla, Miguel Monje, Santiago Zurita o Paco Garrido. Eran posturas correctas con el ponente pero agradecidas para con aquellos que se rascaron el bolsillo en los cincuenta, sesenta o setenta y, según, los espontáneos interlocutores, sin pedir nada a cambio. Me gustó esa abierta exposición de posturas que permitió aclarar. Y sigo sin entender como faltó tanta gente cuando se hablaba también del futuro.No quiso Nene Domínguez afear aquellos logros obtenidos por la patilla. Y sí aclarar que no podemos cambiar aquellos mecenas por otros nuevos que nos regalen la luna y que luego se la cobren de mala manera. Y quienes saltaban desde el público insistían en que no hubo deuda que saldar desde las cofradías. Era análisis en el que Nene incluía tanto aquellos señores de buena familia de entonces como políticos de más reciente memoria. Quedaba claro.Estuvieron muy bien aquellas referencias laudatorias a los que ayudaron en su día y que sólo tuvieron referencias explícitas, desde la defensa, para los particulares y no para la alcaldía que actuara de modo similar ha no mucho. Pero, en uno y otro caso, es el asentamiento de un nuevo modelo lo que interesa a las cofradías. No era quedarse en la historia para lamentarla y, salvo la mirada analítica de Nene, todos parecían abonados a mirar hacia adelante.Así se lo planteó el tercer conferenciante del ciclo del Consejo Local de Hermandades y Cofradías formulando un llamamiento con propósito de salida a la calle: si tocan la Carrera Oficial y sus palcos alguien pondrá, desde su posición de poder, en grave riesgo la financiación de las cofradías y, lo que lo mismo, de la Semana Santa, la fiesta jerezana que más y mejor patrimonio privado pone en la calle y que, proporcionalmente, más barata le sale al Ayuntamiento.¿Alguien tomará nota de ello antes de hablar tan gratuitamente?
(La Voz, 26-04-09)

sábado, 25 de abril de 2009

El sueño de Rafael


La Bodega de la Concha ya sabe qué es soñar. Lo hace día a día haciendo de los caldos que atesora la promesa de una solera con enjundia. También sabe del sueño permanente de los rocieros cuando, una noche al año, cobran cuerpo verbalizados en boca de uno de ellos. Pero no recordaba que el Pregón de la Romería de Pentecostés adquiriera esas trazas, las un sueño, como formato con el que dar novedad sorprendente al clásico contenido mariano y al necesario ejercicio del Camino del Rocío.
Rafael Mateos Benítez pronunció anoche un canto de vísperas a corazón abierto. Cuenta con una voz esculpida con la fuerza del sentimiento y de la vivencia. Por ello lo salido de su boca tuvo el sabor de lo auténtico. Y su pregón dispuso de un eminente amor a la Virgen y a sus hijos, aparecidos con nombres propios que, sin apellidos, se reunieron, en los momentos claves en que era más oportuno por funciones al servicio de la Real e Ilustre Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Jerez a lo largo de su historia.
Pregón bien escrito se escuchó de su mano. Poemas con peso llevaban esos folios. Lectura natural, sin modulación expresa, se oyó con la voz de un cabal convincente. Antes, Isaac Camacho lo presentaba destancando éstas y otras virtudes. Después, el ex-secretario de los tiempos de su tío Paco Benítez y único hermano mayor de los últimos años que ha repetido en dos ocasiones demostraría con hechos lo que la palabra de su alguacilillo contaba. Su padre, el recordado Antonio Camacho, cumpliría veinticinco años de su Pregón.
El Camino recorrido desde el sueño es la más atinada referencia al estado de ánimo que el público que llenó La Concha atesora en vísperas tan adelantadas, además, este año. Por ello, el éxito de Rafael estaba garantizada cuando los Mateos se levantaban, agrupados junto a la carreta apostada a la verita del escenario, y cantaban la Salve que dejaba ya el pregonero en puertas de la despedida. Después llegarían las palmas por bulerías que siempre suenan y que, pese a ser mera costumbre, el pregonero tanto se merecía este año.

Farolillos en el Club de la Comedia


Lo del jueves en el Bodegón Cruzando Doñana resulta de un inverosimil extremo a poco que, ahora, se reflexione sobre todos y cada uno de sus detalles. El Pregón de la Feria de Jerez, como fue llamada la ronda poética con la que recuperaban las Bodegas Garvey aquella cita nacida de la mano de la peña Karkomedo, reunía a tres amigos que rotaron sobre el escenario con la guasa con la que tres paseantes por el González Hontoria lo harían catavino en mano y ganas de pasarlo bien por montera.
Una convención de sumilleres nos llenó el lugar de señores con un rara medalla al cuello que nos miraban con extrañeza y que, no más que para celebrar una cena propia del mencionado encuentro, son ahora pieza clave cuando me propongo recordar lo que protagonizaron aquella noche Andrés Cañadas Salguero, un tal Gabriel Álvarez Leiva y Enrique Víctor de Mora y Quirós pesentados por Pepe Antonio González de la Peña que haciendo pocker del mencionado trío se sumó a la fiesta que les cuento.
Presididos por la concejala Loli Barroso, la organizadora Paloma Ruiz-Mateos y el tan evocado durante el acto Miguel Ruiz y acompañados por las sevillanas del grupo dispuesto a ello, la triada pregonera comenzó a hacer llegar sus cosas a un auditorio que pronto aprendió que estaba allí para hartarse de reir más que para solemnizar su satisfacción por el asunto con los más convencionales aplausos. Aquello era, en efecto, una versión ferial del Club de la Comedia presto a mil y una sorpresas impensables.
Ya estaba preparado el San Patricio y el Ochavico sobre el barril que sirvió de castizo atril cuando Cañadas abría plaza con una carta abierta a Miguel Ruiz, creador del pregón hace treinta años. Las copas iban y venían cuando el segundo el liza, quien suscribe, se preparaba para subir al escenario. Trastabillado en la escalinata de acceso, me ocupé de que el final del primero de mis poemas, 'Un feriante en el Hontoria', fuera adelantado y a cuatro patas llegara a unas tablas que pronto supieron del éxito de una y otro, caída y poema.
Ya les iré colgando los míos a medida que se acerque más nuestra incomparable Feria del Caballo. Pero baste decir que, entre los tres, parecíamos representar ese recorrido que mis versos primeros ilustraban con Manolo Sotelino de compañero de paseillo por el Parque. En la misma entrega llegó mi segundo poema: 'Bailar sevillanas'. Aún me preguntan las señoras y señoritas presentes en el acto si es verdad que no sé bailarlas. Mi éxito con ellas ha sido mayor por esa vía. Jajaja. Créanlo. De veras.
Los nudillos de mi mano izquierda se quedaron sobre el barril dando compás a las seguiriyas como mi pie derecho, muy analizado por Cañadas desde el banquillo y antes de volver a saltar al 'terreno de juego', coadyuvaba a la feliz historia que de palabra contaba. Y al más o menos sutil balanceo de mi cadera seguían sumándose los cuchareos de los sumillers, el regocijo del respetable y la incredulidad de todos por cómo se desarrollaba aquello que antaño giró entre distintos marco que imagino menos... dicharacheros.
Cuando subió De Mora en su primera parte ya el ambiente estaba lo suficientemente caldeado. Su memoria de la lluvia bajo la que acudieron los otros dos pregoneros y el hijo del que tomaba la palabra a un partido de Copa del Rey de su común Sevilla, las facas guardadas como tregua cofrade en la convivencia que convocará Natera, el gesto por el que "cuelgan fermosas hembras de los armarios sus parcas" y otros detalles le hicieron prever el tiempo que nos aguardará llegada la segunda semana de mayo.
Pero lo cierto es que, para entonces, se había impuesto ya ese gran 'anticiclón' que no paraba de arrancar carcajadas entre el público. Y volvería Andrés con sus cosas a modo de un romance con el que se atrevió, en un pregón de la Feria, a exaltar el papel de aquellos que dicen que no les gusta la fiesta del Hontoria. "Yo me tomo una copita y me vuelvo..." decía un tal Serafín a aquella Manuela tan flamenca como algunas de las mozas de la primera fila y más, mucho más, que alguna otra.
"¿Dónde vas tu, carnes mías?" decía Manuela a Serafín. Como yo, ahora, imagino que algunos de los que nos escuchaban nos apuntaban, como dice el fino, 'soto voce'. Pero ya íbamos, los tres, de cabeza hacia donde fuera. Cuesta abajo y sin frenos. Mientras, los de la convención con las medallas evidenciaban que todo esto no iba con ellos. Pero pronto iría, claro que sí. Antes llegué yo como mi 'pemanada' y el homenaje a Miguel Ruiz y tantas otras cosas.
Y subió Enrique Víctor y cogió el catavino y propuso al público que nos acordáramos todos de aquellos que comían mientras hablaban de sus cosas, de cosas de sumilleres supongo. Levantó la copa, se dirigió a ellos y, tras juramentarse con los otros dos con los que compartía escenario, les dedicó un cantecito. Para tenerlos un ratito al menos en silencio, claro, mientras recibían semejante homenaje entre las carcajadas de aquellos que sí que fueron para disfrutar del mencionado Pregón de la Feria.
Cantaba 'Háblame del mar, marinero', y lo hacía con envidiable capacidad musical, mientras a algunos se nos desencajaba la mandíbula y otros ya hacía tiempo que andaban buscándola bajo las sillas, sobre el albero del bodegón y entre la sorpresa generalizada. Apenas si llamaría ya la atención -es un decir, claro- el espléndido poema dedicado a su caseta, 'Los Cabales', porque la posibilidad de sorprender más al público hacía tiempo que se había salido de madre. Increíble, ¿verdad? Pues todo ello es absolutamente cierto. Mamen Villalba tiene la culpa de todo lo ocurrido.

jueves, 23 de abril de 2009

¡Felicidades, Pepa! ¿Y Pepe?


Me había propuesto colgar pronto mi felicitación a la nueva junta directiva electa de la Asociación de la Prensa de Jerez. Pero me ha faltado tiempo en una semana que se ha complicado con otras escrituras pendientes (el seguimiento del ciclo de la Unión de Hermandades, el Pregón de la Feria que pronunciaré con Enrique Víctor y Andrés esta noche, el Pregón de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en un par de semanas, el día a día en la radio...). Pero no ha sido lo único que, a decir verdad, me ha impedido ponerme antes a ello.
Verán, me ha dejado tan perplejo el talante de la opción que, pese al gran apoyo obtenido, se ha quedado en puertas que he sufrido una decepción con efectos verdaderamente paralizantes. Aprecio a Pepe Contreras pero me han parecido muy frustrantes las alegaciones, escritas en su blog, a posibilidades de impugnación que entiendo rebuscadas o ciertas referencias, con tono marcadamente fiscalizador recién salidos de las urnas, a la verificación del cumplimiento o no de lo prometido por el equipo de Pepa Pacheco. Dales tiempo.
Incluso la referencia a lo magníficos que son los treinta votantes de su opción tiene aroma de reproche a lo elegido por los otros cuarenta y tantos restantes, tan buenos pronunciamientos los suyos al fin y al cabo como el de los demás. Y ello, hubiera o no nadie a la sombra, es, querido Pepe, muy poco elegante. Tú eres, querido amigo, tan necesario en la APJ que, dadas las circunstancias brindadas el pasado lunes, no queda sino que te hubieras ofrecido a Pepa, que pusieras a disposición de esta nueva etapa tu mucha experiencia.
Desde el cariño que veinte años en la misma brecha nos hayan reportado mutuamente, desde mi admiración a tu capacidad de generar ideas y de mover a un amplio equipo, desde ese don que te caracteriza para inyectar optimismo y entusiasmarnos a todos, pero sobre todo desde el respeto que te toca tener con la opción ganadora te ruego reconsideres ciertas posturas, felicites a la nueva presidenta electa y sigas prestando tus incomparables servicios a una Asociación que, afortunadamente, se ha visto revitalizada con las dos opciones.
No la desangremos ahora, que ya tiene muchas llagas que la han venido estigmatizando durante años.

domingo, 19 de abril de 2009

Pepa o Pepe


Mañana es lunes de elecciones en la Asociación de la Prensa de Jerez. La convocatoria en la sede de Diego Fernández Herrera, toda vez que a un ex-presidente no se le debiera escapar ninguna improcedencia en vísperas del encuentro con las urnas, ha pasado de puntillas entre mis posts. Y así ha sido premeditadamente. Nunca por falta de saber qué creo que necesita la APJ como que le sobraba parte de lo que venía teniendo de un tiempo a esta parte. Tampoco por falta de valentía a la hora de pronunciarme. A quién le importa, a estas alturas de la película, qué enemigos puede uno hacer con cualquier cosa que escriba. Pero era menester que algunos silencios aportaran cordura enmedio de un patio que nos ha hecho escaparate de las incomposturas de quien se terciara en cada momento.
Hoy toca reflexión. Y eso hago, y no proselitismo de ninguna de las opciones, cuando confirmo mis posiciones al respecto de lo que me toca ante la tesitura de marras. O Pepa (Josefa Pacheco, La Voz) o Pepe (José Contreras, El Economista). O 'Más que palabras' o 'Por el futuro del periodismo', que ésos han sido los respectivos lemas. O la frescura de una candidatura joven o la experiencia del otro equipo. Dos opciones pugnando. Quién se lo iba a decir a aquel Pomar que tuvo la Asociación aletargada en una bolsa de papeles en su casa o a Andrés Luis Cañadas que encabezó la revitalización de inicios de los noventa o a Juan Carlos Holgado que le sucedió o el recordado José Manuel Ruiz Infante o a Pepe Sánchez -bueno a él casi sí- o a un tal Gabriel Álvarez o incluso a Eva Nicasio.
Los que fuimos presidentes porque tocaba, porque no había otro, porque convenía no volver a la bolsa de documentos en el rincón de un domicilio particular, podemos congratularnos de que las cosas hayan cambiado. Pero es verdad que ni pasamos aún del centenar de asociados ni hemos convencido aún a la Diputación de que las tres asociaciones tenemos iguales derechos a los medios que la institución provincial tenga para las organizaciones profesionales de periodistas ni hemos conseguido mayor dignidad para los nuestros pese a que, unos más que otros, hemos disfrutado de la independencia necesaria y la valentía suficiente para elevar la voz contra quien tocase. Y ante esto último conviene que cada cual haga su propio balance personal. Y que sea honesto para reconocer lo que deba.
Y ahora... ¿qué es lo que merecemos para los próximos cuatro años? Pues yo diría que limpieza de intenciones, generosidad en el esfuerzo y la capacidad de generar el mayor número posible de pequeñas aportaciones formativas, sociales u otros servicios como para que todos pensemos que no nos hemos equivocado cuando mañana depositemos la papeleta que corresponda. Afortunadamente, creo, las dos opciones han dado la cara con sus bazas. Y hasta la semana de retraso ha contribuido a hacernos ganar aún más claridad. Estoy convencido. Ése ha sido, y no otro respecto a estas elecciones de la Asociación de la Prensa de Jerez, el regalo que nos ha hecho Juan Andrés García Rincón, el entrañable compañero recién fallecido y despedido hace ahora una semana.
Yo hice por su inclusión en la junta directiva en la que aún era secretario general. Yo lo llevé al equipo que presidí durante cuatro años. Y enmedio de otros intentos de señalar cuál era su opinión ante estas elecciones no correré el mismo riesgo que otros. Pero aseguraría que, conociéndolo, sé qué pensaba aunque hacía tiempo que no hablaba con él. Y, a resultas de ello, si su marcha hubiera tenido algún sentido de cara al futuro de la APJ no sería otro que el de hacernos ganar una semana para descubrir mejor de qué va cada cuál. No creo que quisiera que se dieran la mano ambas candidaturas y, en el mejor de los casos, lo único que procede es, en su memoria, completar un relevo digno que, además, siente en la presidencia a la opción más honrada y comprometida con la profesión y los compañeros. Que así sea.

sábado, 18 de abril de 2009

La batalla de los palcos


Ya resulta cansino, a punto de convertirse en clásico post-Semana Santa. Como la 'desarma' de pasos o las máquinas quitando la cera del adoquinado de las calles del centro. Yo utilizo la Pascua para respirar con alivio de los esfuerzos 'semanasanteros' radiofónicos, periodísticos y cofrades; como liberación que me sabe a verdadera resurrección. La alcaldesa, sin embargo, las tiene siempre por marco en el que dejar caer, casi siempre con evidencias al descubierto pese al uso de tonos sutiles pero torpes, que lo de los palcos hay que revisarlo. Y es entonces cuando sugiere que son muchísimos los jerezanos que se quejan de las alturas, del número, de los precios o, sencillamente, de que existan.
Lo primero ya lo corrigieron en la plaza del Arenal, que era único sitio en el que, de verdad, podía pensarse que taparan la visión de las cofradías a los no usuarios. Y ahora no quedaría, digo yo, sino inventar los palcos soterrados porque de otro modo no se entiende hasta donde quieren llegar. Lo segundo queda sometido a la gran demanda existente en la sede de la Unión de Hermandades. Y ello es más que suficiente, por cuantos recursos generan pese a la crisis, como para no contemplar recortes. Lo tercero... Bueno, en ello no entro que ya sabe Natera lo que pienso al respecto de los precios. Pero es el último de los argumentos que barajo el que diríase más concluyente.
Que quiere cargárselos es algo que me parece cada vez más claro. Las ventajas políticas se ven venir: consigamos que las cofradías hagan filas a las puertas de la Alcaldía, renovando aquello de Pacheco que tanto criticaron los socialistas entonces en la oposición. Que lleguen de una en una pidiendo atención para sus necesidades una vez que la supresión del recurso deje desvalidas a las cofradías. Que rueguen por separado, incluso metiéndose codos unas a las otras, en lugar de tener solventado el milloncito de 'pelas' anuales con el que van tirando. Y las obras de caridad... Bueno, las hará el Ayuntamiento -nos harán creer- y nada de caridad: las llamarán solidaridad. ¡Con lo bien que les va a todo el mundo con ese autoabastecimiento vía palcos y sillas!
Pero doña Erre que Erre no se da cuenta de ello. Alguien debe estar soplándole soflamas ideológicas que de cara a la galería resultarán muy progresistas. Pero ello no faculta a nadie, ni siquiera a quien se quiera apoyar en los resultados de unas urnas, para seguir desoyendo la mayoría de las opiniones al respecto. Es más, ello no da fundamento al empeño de prestar oídos a esas hipotéticas voces que la alcaldesa se empeña en mencionar y que uno no termina de oír. Una sóla voz me habla estos días de los 'graves' problemas que los palcos originan. Ésa misma voz a la que tanto le cuesta reconocer los mil beneficios generales que a la ciudad reporta la Semana Santa.
A mí me está pareciendo que ya pasa de castaño oscuro y que, a decir verdad, los problemas de la ciudad son otros mucho más serios. Lo que ocurre es que, aquí como en Madrid, las chorradas elevadas a la más alta consideración solapan, sobre todo cuando se esgrimen hábilmente y una vez más no es el caso, los males de un Jerez que no debería aguantar más pamplinas y exigir respuestas más eficaces ante las muchas carencias que la acucian.

miércoles, 15 de abril de 2009

Preguntas con respuesta


La Pascua de Resurrección es tiempo de liberación. Y no se hacen ustedes a la idea de cómo lo experimento yo cada año. Es triste resoplar de alivio cuando llega esta semana pero no hay otra cuando uno ha estado hasta los ojos del exigente esfuerzo que requiere llevarles la Semana Santa como lo hemos hecho, de nuevo, desde Cope-Jerez. Es lo que nos gusta pero también lo que nos desgasta. Por ello, la capacidad de romper las cadenas en las que se convierte dedicación laboral tan esclavista provoca, estos días, una bocanada de aire, una colección de suspiros de alivio que llegan enmedio del balance de los jartibles. O de los comprometidos con esto. Llámenlo como quieran.
Es hora de saber si es cierto que pesaba tanto el paso de la Humildad y Paciencia, si la Paz de Fátima está ya para ir a Carrera Oficial, si soportaríamos más años a la Cena sin su apostolado y sin su paso por bonito que quedara sobre el del Crucifijo, si debe rogársele al Prendimiento que se conforme con olivos menos pretenciosos para eivtar males mayores, si quedará Las Angustias una vez restaurada tan bella como hemos descubierto este año al Señor de las Penas o al Ecce Homo, si la Yedra pudo haber regresado a su capilla la misma mañana del Viernes Santo o si habiendo quedado claro que la tarde del Viernes Santo puede cumplir los horarios era de recibo cuanto hemos sufrido años atrás.
Todas estas preguntas tendrán su respuesta, no lo dudamos. Pero me da que siempre nos interesan más las preguntas que las contestaciones cuando estos días llega la hora del balance. Tener algo de lo que hablar será siempre la señal de que esta Semana Santa que acabamos de dejar atrás sigue viva en nosotros. Por eso no hay mayor gusto en resolver los inconvenientes que en saber que ellos, los problemas, las inquietudes y hasta los descuerdos sobre aspectos muchas veces nimios siguen evidenciándonos las glorias de la memoria que es lo que nos quedará durante todo un año de espera de un nuevo Domingo de Ramos. Bienvenidos, pues, a un programa de preguntas con respuesta.
Formularemos las cuestiones y alguien habrá que nos ofrezca respuestas. Pasen, que comenzamos. Saquen papeleta de sitio en la procesión del balance que iniciamos en el primer 'Carrera Oficial' de la Pascua. Por cierto, felicidades a todos.

(COPE-Jerez, editorial 'Carrera Oficial', 15-04-09)

lunes, 13 de abril de 2009

Acuérdate, Juan Andrés


La llamada de Manolo Molina, otro antiguo alumno de San José, otro periodista, era lo menos creíble que podía imaginar esa mañana del Domingo de Resurrección. Juan Andrés no ha podido morir. No es cierto, Manolo. Eso debe ser atolondramiento de 'londro' harto de Semana Santa. No cabe en quienes nos hemos quedado con esa imagen sonriente (basta verlo en el extremo derecho de esta foto), refrescante, transmisora de tanta vitalidad que él nos negaría desde ahora llevándosela a esos cielos en los que sé que creía desde posiciones quizá relajadas pero muy profundas.
Fue mucho antes de que la mayoría de los presentes esta mañana en el Tanatorio lo conocieran que, juntos, cursáramos desde 2º hasta 8º de EGB. San José tenía en aquella una promoción cabal en la que coincidiríamos, con Juan Andrés y yo, José Antonio Casas Gómez, Juan García Pérez, Diego Aguilar Morión, Juan Pedro Amarillo Vargas y Bellido y Parra y Alfonso Panal García y José Luis Gil Tapia y López Ríos y Sánchez Ríos y Fernando Almagro Asencio y aquél otro Asencio y Núñez y Abuín y los hermanos Antonio y Leopoldo Villarreal y Moya y Souto y Postigo y Virués y Gutiérrez...
¿Te acuerdas, Juan Andrés? Acuérdate de aquellos dos patios, y de don Pedro y de don Juan de Dios y de los hermanos Teodoro, Eladio, Juan José... Y de nuestras conversaciones en 8º, cuando tocaba decidir qué hacíamos después de terminar en San José. Yo pensaba en no hacer BUP, en la conveniencia de la rama Administrativa de la FP para trabajar pronto. Tú decías aquello otro: "¿Y por qué no hacemos el Bachillerato y luego entramos en el Ejército?" Nunca creí que lo dijeras en serio.
Encontrarnos luego en esto del periodismo fue, quizá, casualidad para los dos. Pero a mí siempre me pareció gratificante tenerte ahí. Desde el primer encuentro, por cierto, y han pasado ya más de veinte años, siempre hemos hablado de la profesión y del registro de la FAPE y de la Asociación de la Prensa. En ella coincidimos en su día. Tocaba relevo y eramos savia joven en una APJ que salía de un pasado duro y de supervivencia para afrontar nuevo rumbo cuando nos reuníamos aquel puñado de compañeros más jóvenes para ponerlo en marcha.
Hoy has suspendido tú las elecciones (ves como no está muerto, Manolo, que sigue tomando decisiones) que iban a dotar de nuevo relevo a una Asociación que se debate entre Pepa y Pepe (nada que ver con aquellos que encarnaban en la tele Verónica Forqué y Tito Valverde). Y si ya habrá momento de hablar de Pacheco y Contreras para lo que ya no me queda más tiempo es para reconocer que te has marchado. Como nos fuimos ambos dos de aquel intento de Consejo Audiovisual tan politizado que terminaron haciendo naufragar.
¿Te acuerdas, Juan Andrés? ¿Te acuerdas de todo aquello? Pues ten en cuenta que yo también me acordaré, y para siempre, de todo eso que, una vez, nos unió y que, te lo aseguro, no dejará de hacerlo porque, a lo tonto a lo tonto, son casi cuarenta de los cuarenta y cinco que ambos tenemos ya los que trazan caminos que nos han hecho converger. Y si tú has dejado ya de cumplir años yo me quedaré en los que tengo a fuerza del aturdimiento con el que sigo sin creerme que te hayas ido. Descansa en paz, Juan Andrés, y acuérdate de nosotros, que nosotros jamás te olvidaremos.

domingo, 12 de abril de 2009

¡Cristo vive! ¡Feliz Pascua!


No me vale quedarme, sin más, en las cruces que durante estos días han recorrido las calles de Jerez. Bellísimas, cada una en su medida, las cofradías reflejadas en mis treinta y siete crónicas han de venir a fortalecer la convicción en Cristo vivo, que tanto se nos olvida enmedio del cansancio de este Domingo de Resurrección. Acabo de estar en la Solemne Eucaristía de la Resurrección tras disfrutar de la procesión en las calles del centro. Ha llegado la Pascua y deseo que sea para vosotros momento de descorrimiento de la piedra que os ciega el horizonte a la Esperanza. Y si la Virgen no ha querido alcanzar su Capilla de la Yedra hasta esta tarde sea para ello, para poner toda nuestra expectación en una vida nueva que nos comprometa con el mundo.
¡Cristo vive! ¡Feliz Pascua!

Los problemas perdieron su papeleta de sitio


La Hermandad de Nuestra Señora de la Piedad puso colofón a las estaciones de penitencia en la Santa Iglesia Catedral y dejar en puertas el silencio de un Sábado Santo que ya atesoró vitola pascual. Y, desde la Real Capilla del Calvario, todo terminaría hablando de resurrección. Si ello es sinónimo de recuperación, también la de los formalismos horarios perdidos por razones propias y extrañas, el año pasado especialmente, fue noticia de un Viernes Santo espléndido. El Señor Yacente y la Virgen acompañada del Duelo eran, al fin, el único centro de atención de una procesión de extraordinarias reminiscencias históricas y cofradieras.
Entre las representaciones presentes en el cortejo oficial había que encontrar al Ayuntamiento tras el paso del Santo Entierro, con la alcaldesa al frente, así como ante los dieciocho ciriales de la Urna del Yacente, a una veintena larga de cofradías presentes corporativamente con guión y varas y la agrupación hospitalaria de San Juan Grande. Humildad y Paciencia, Borriquita, Transporte, Angustias, Candelaria, Amor y Sacrificio, Desconsuelo, Tres Caídas, Redención, Vera-Cruz, Mayor Dolor, Santo Crucifijo, Cinco Llagas, Yedra, Resucitado... La Viga y el Nazareno iban más atrás por razones de lazos fraternales formalizados con la Piedad.
Tampoco faltó un vicealmirante de la Armada con el Pendón de Castilla escoltado por dos sargentos evidenciando, de algún modo, la condición Real de esta cofradía así como otras presencias entre las que el Consejo Local de Hermandades y Cofradías en pleno o la propia Delegación Diocesana de Hermandades y Cofradías, en éste otro caso con algunos de sus miembros. Todo ello, ante al féretro de plata de ley, configuró trazas de solemnidad que, aunque faltaran por ejemplo una docena de cofradías, llegaba al público presente en las calles del itinerario con el mensaje de una formalidad bien constituida. A esa idea ayudaba muchísimo la puntualidad horaria.
Durante toda la tarde fue cobrando cuerpo que, en reloj, el compromiso de cumplimiento parecía una confabulación felizmente encaminada a hacer olvidar el desastroso Viernes Santo de 2008. La Exaltación lo hizo con rigor en Palquillo y Loreto nunca es un problema en este tenor. El Cristo llegaría a meterse en Carrera Oficial, para que a nadie le quedara ninguna duda de sus intenciones, hasta diez minutos antes. Y la Soledad era un suma y sigue en esta tendencia tan celebrada por todo el mundo. Pero como quiera que era la Piedad la que sufría los efectos más serios de estos retrasos de otros años, amén de sumar de su propia cosecha, ante esta cofradía se materializaba tal satisfacción.
Pepe Puerto, capataz de cofradía este año, recibía las más atentas miradas de todos. No en balde era sobre las cuadrillas de costaleros sobre las que pesaron, el año pasado, razones indiscutibles del retraso final en el Calvario. Y que había capacidad de tirar hacia adelante era una evidencia constada cuando a las dos de la madrugada la cofradía ya se encontraba en Santiago y, a treinta y cinco minutos de que llegara la hora de la recogida, sólo Taxdirt la separaba de su casa. Misión cumplida, para sorpresa de los que dudaban de la posibilidad de un Viernes Santo normal y satisfacción de todos. Y entre ellos los primeros los cofrades de la Piedad, que están de enhorabuena.
(La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Monumentalidad procesional cincuentenaria


Sonaba 'Requiem' y la presencia del Descendido de la Cruz de La Victoria comenzaba a convertirse, en las calles de su itinerario, en la referencia palpable de una condición inherente del Viernes Santo. La monumentalidad del conjunto escultórico de Luis Ortega Bru que, cuando las cornetas y tambores del Cristo de la Caridad interpretaban la mencionada marcha de Bienvenido Puelles, asomaba a la calle Ponce donaría esa cualidad al conjunto de la jornada última de estaciones de penitencia en la Santa Iglesia Catedral.
Cincuenta años se cumplen de que la Semana Santa de Jerez comenzara a disfrutar de ese retablo procesionante de fuertes reminiscencias castellanas, al menos en las tres figuras principales, las que penden de la cruz. La configuración plana y poderosa de ésta, la imponente presencia de José de Arimatea y Nicodemo colgados de los brazos y Cristo sugiriendo que su cuerpo se deja caer realmente sobre la sábana son la gran sorpresa, cuando uno está lo suficientemente cerca del paso al mando de Lineros, del Viernes Santo.
No requería de más novedades una Hermandad de la Soledad que volvió a las calles con sus claves estéticas más características. Y ya por delante fueron los hábitos nazarenos de esta cofradía del antiguo convento de Mínimos de una ciudad que los perdió en su día los que producirían admiración en las aceras. Uno de los morados más singulares de la celebración pasionista jerezana fue, acompañando a sus titulares con el negro del luto de la jornada, un atractivo más al alcance de cuantas personas llenaban las calles.
Por detrás, la Reina de la Porvera salía a los primeros metros del recorrido a los sones de 'Soledad de Madre'. Luego llegaría el Himno. E, inmediatamente después, la marcha de Jerónimo Sánchez Llamas de nuevo. Para entonces, la bicentenaria imagen que realizara Fernández Pomar, la que cruza los dedos de sus manos aferrando en su interior el clavo de Cristo, comenzó a poner en evidencia su belleza. La Banda de Jesús Nazareno de Rota interpretaba sones de procesión tras ella. La cuadrilla de Martín Gómez la portaba.
Fue cofradía que disfrutar, solemne y elegante, por las anchura de Porvera o Larga. Una verdadera delicia. Pero también para acariciarla mientras los respiraderos de sus pasos, especialmente los del imponente paso de misterio, parecían hacerse uno con las fachadas de la Tornería. Una cofradía sencillamente completa que se crecía en la medida en la que recuperaba la calle que, bajo las jacarandas, la conduciría hasta La Victoria. La luz de los proyectores le enseñarían el camino, la luz de la luna le señalaría el lugar de destino.
(La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Su primera Semana Santa coronada


Con nazarenos vestidos de raso negro o los castizos cargadores con bacalao, sacados sus pasos con horquilla o portados con molía, desde el crío que metería su padre bajo el paso del Cristo hasta el capitán de fragata de la presidencia, todo se volvió a unir en el cortejo de la Hermandad de la Expiración para dar al Viernes Santo su verdadera dimensión. Hasta las presidencias de Jesús Nazareno y la Yedra se hicieron sitio en una cofradía cuya universalidad la hicieron corporación de todos y para todos.
Quizá por ello, recién salida, los vecinos no se resistían a quitar alguna flor del paso de palio de María Santísima del Valle Coronada. Una desconsideración en cualquier caso. Estaban muy cercanas las fechas de esos fastos del pasado otoño, cuando un traslado espléndido dejó poso, en Santo Domingo, de piedad popular en vela a lo largo de aquella noche deliciosa a sus plantas. Por ello los dominicos abrirían esa Puerta del Reloj a su paso cuando el Viernes Santo ya verificaba que ni siquiera los incumplimientos horarios eclipsarían cuanto bueno venía ofreciendo.
San Telmo abrió sus puertas a la gracia 'campillera'. Y sus hechuras en la calle se revistieron de gestos con sabor genuinamente jerezano. No pudo ser este año el del encuentro, en La Plazuela, con la Virgen de la Esperanza. Pero que Ella se hubiera tenido que quedar en la Catedral no impidió que la junta recibiera al Cristo en la capilla de la Yedra. En la calle Sol, por su parte, comenzarían a llover las saetas. Y también algunas 'levantás' llegaron al alma de cuantos nutrieron la muchedumbre que no quiso esperar a la cofradía en el centro.
El entrañable guitarrista Manuel Fernández 'Parrilla', disminuido pero fiel al encuentro con sus imágenes recibió la dedicatoria de una de ellas. Y también un niño de seis añitos enfermo mientras sonaba la marcha 'Señorita de Triana' con el peculiar sólo de flautín haciendo las delicias de todos. Más detalles, la gracia pregonera de un capataz con arte, el del palio de la Virgen del Valle: "No os lo vais a creer pero la Virgen se va riendo por la calle", diría Paco Yesa.
Era tarde de fiesta. Pero también de recuerdos de los que ya no están. Un lazo negro con identificación mercedaria evocaba al padre Jesús Fernández de la Puebla Viso, fallecido poco después de la anterior Semana Santa, de la que había sido su pregonero. Dicen que la Virgen llevaba un detalle donado por él en vida. Y era día para seguir viendo en la corona de oro que le fuera colocada en noviembre un signo de devoción excelente. No faltarían en el repertorio de Palomares marchas como las que, con ese motivo, compusieran Abel Moreno o Paco Orellana.
Fue, sin embargo, de recogida cuando la eclosión se convirtió en desatino bendito fruto del amor a María Santísima. A las clásicas saetas brotadas, en la Cruz Vieja, tanto desde balcones señoriales como de oscuros ventanucos se unirían las mejores marchas y, como todos estábamos esperanso, el canto exultante y emocionado de ese Himno de la Virgen del Valle Coronada. "Oé, oé, oé, Virgen del Valle te quiere Jerez..." La letra de Gallardo, Zarzana y De Mora, junto a la música de Cepero, se unió la noche del Viernes Santo al pálpito de un barrio al que quiso pertenecer todo Jerez.
(La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Distinción lauretana para el Viernes Santo


El mar morado que invadió la calle Larga, de ese color tan luminoso cuando la primera hora de la tarde le brinda el sol del barrio de San Pedro como oscurecido con la noche para mayor invitación penitencial, dejó boquiabiertos a los jerezanos y visitantes cuando la Hermandad de Nuestra Señora de Loreto en su Soledad la ocupaba con una clase y una compostura que son contrapunto del Viernes Santo. Desde la cruz de guía de Jesús Domínguez, con curiosa sección hexagonal, la cofradía, que en la Cruz tiene a su primer titular, dejó un poso increiblemente grato tras trazas tan distintas por delante de sí como tras el paso de plata de la Patrona de la Aviación.
El impacto cromático brindado venía reforzado incluso por una cera, portada al cuadril por los nazarenos, y la condición de un patrocinio jamás olvidado por mucho que haga años que nos quedáramos sin el Ala 22 de la recordada Base de La Parra acudía al encuentro con el público por medio de comandante, teniente coronel, suboficial, cabos primera y soldado primera. Por delante, signo del detallismo emprendido con tanto acierto por los cofrades que encabeza Eduardo Velo como hermano mayor, dos servidores revestidos de librea escoltaban al diputado de cruz que marchaba por delante de un par de parejas de cera ante la cruz de guía.
Y, con todo, los más deliciosos acentos de Loreto en la calle se propusieron sobre el paso neobarroco singular por ser misterio -el de la Virgen al pie de la Cruz- montado sobre orfebrería y no talla. La dolorosa, con los bordados asimétricos característicos de su saya y manto, ofrecía, ante la cruz con las escaleras, un exorno floral de siempreviva morada que dejaba sitio, a las mismas plantas de la imagen, alguna flor blanca de un sentido especial. Por cada hermano fallecido cada año, la cofradía coloca una de esas flores que, luego, seca y enmarca para entregar a la familia llegada, el 10 de diciembre del mismo año, la fiesta de Nuestra Señora de Loreto.
A Juan de Astorga se atribuye la Virgen y, lo fuera o no, su unción dice lo suficiente cuando, tras capilla musical, alcanza el admirado fiel en la calle el cariz de una mirada inolvidable. Todo el cortejo es Ella misma reflejado en insignias como el de la Santa Casa. "Aquí el verbo se hizo carne" reza la leyenda de semejante estandarte mientras, espléndidamente vestida por Jesús Tamayo y a hombros de los hombres de González Leal, la Señora de San Pedro terminaría alcanzado este templo parroquial.
(La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Exaltación bendita del barrio de Las Viñas


Las Viñas triunfó en el centro de Jerez. Abrir la jornada procesional de la tarde del Viernes Santo como lo hizo la Hermandad de la Exaltación constituyó un importante aperitivo para una día de la Semana Santa que se completaría con gran empaque con las cuatro cofradías que llegarían a la Carrera Oficial tras ellos. Y la puntualidad exquisita evidenciada, y muy agradecida dadas las circunstancias concurrentes el año pasado como ejemplo de una tónica peligrosamente asentada, fue un puntal fundamental ya impuesto cuando a las siete de la tarde clavaba el horario en Palquillo la cruz de guía de maderas oscuras y de talla calada que caracteriza a la corporación primera.
La cincuentenaria cofradía, que durante 2009 celebra su efeméride fundacional, llegó a Cristina tras tres horas de ida que no olvidaron al barrio lo que, dadas las circunstancias, le impidió marchar de frente en la dirección natural desde su templo parroquial. Hacia atrás por Alcántara, Viñedos y Magallanes se encontró con unos vecinos que ya se quedaron para acompañar a la cofradía que, tras cruzar la Fábrica de Botellas se encaminarían, con las trazas que la dotan de su personalidad acusada, hacia el centro. Y ello ya se asentaba sobre las patas de unas novedades concentradas fuertemente en el paso de misterio, ese barco de proporciones tan espectaculares.
Ahora, su canasto, ya comenzaba a enseñarse desde gubiazos tan bien dados por Paco Pineda en la sevillana plaza del Pelícano. Y, sobre él, los del artista Fernando Aguado llevaron la mirada, con extraordinaria facilidad, hacia la incorporación del santo varón que completa la escena. Junto al romano y las mujeres apuntan a un final atinado en torno a la imagen del Cristo de la Exaltación de Luis González Rey. Lástima que aún permanezcan las otras, más antiguas, que no por quedar más escondidas soportando el peso de la cruz de se está izando dejan menos evidente que se trata de una imaginería impropia ya del Viernes Santo jerezano.
La Sentencia tocando marchas tras este paso terminaba de envolver la estampa de un momento evangélico cuajado de resonancias teológicas en torno a la cruz que es centro del Viernes Santo. Exaltada en esta hermandad sacramental, también mostraba, en elementos eucarísticos como el lábaro o los hachones sacramentales, ingredientes de gran sentido. El cíngulo rojo a la cintura de sus nazarenos, más que el año anterior sin duda, es signo de este tono eucarístico. Y ello conviene recordarlo cuando uno escucha que no pega con el azul de antifaz y capa, inmaculismo en el hábito penitente que junto a la presencia sacramental dan a Las Viñas tono reformista post-protestantismo. Un alarde de hace medio siglo para tonos religiosos de hace medio milenio.
Por detrás, la coronada Virgen de la Concepción, con música llegada desde Huévar del Aljarafe, era, allá por donde iba pasando la cofradía, colofón ello. La Virgen bonita de Manuel Prieto Fernández iba recordando que su autor ya nos falta. Entre caídas y manto de Carrasquilla, advirtió de su importancia devocional. Fundamentalmente en un barrio que la llevó entre algodones hasta la Catedral para, más tarde, devolverla a la parroquia enmedio del mayor enfervorecimiento que aún es posible encontrar en cualquier barrio de la ciudad. (La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Esperanza en la Resurrección


Los doce volúmenes encuadernados en terciopelo verde que reposan en el Obispado piden una cosa que la gente sencilla de La Plazuela evidenció, desde muchos minutos antes de que se abrieran las puertas de la Capilla de la Yedra, tener más que conseguida ya. El resto no es más que una corona de oro y unos fastos por organizar cuando llegare un decreto episcopal que pocos dudan será alcanzado antes o después. El ambiente ante el pequeñito templo, desde casi la medianoche que abría el Viernes Santo hasta el mediodía de esa jornada simpre luminosa por aquellos pagos, dejó sentado que Nuestra Señora de la Esperanza es la reina de esos corazones del Jerez más popular.
Daba igual que Sol, Molineros, Empedrada o Corredera fueran, en unas horas, a disfrutarla que los vecinos quisieron ir a buscarla, como hacen muchos a lo largo del año aunque sea para pararse en su azulejo, allá donde manaría la Sentencia de Cristo y esa Esperanza nuestra que revistió de verde, a lo largo de la noche, las calles de su itinerario. La cofradía, espléndida como siempre, advirtió a la ciudad el porqué de una demanda que, cargada de justicia, se cumplirá en su día. El caso es que Jerez, que ya se lo sabe, no hizo sino lo que conoce desde hace ya décadas: acudir a sus plantas sin necesitar verificar qué era lo que se apoyara sobre sus sienes.
Pero, tiempo al tiempo, la procesión de los tercipelos color Esperanza y el aire arrabalero, en la Cruz Vieja por ejemplo, aún debía atender al Señor de la Sentencia y Humildad. Allí se estrenaba el trono de Pilatos, una obra de Antonio Ibáñez que, a decir verdad, tampoco fue lo que más buscara un público que hace tiempo aprendió a encontrar, en cofradía tan mariana, los valores del entorno del paso de misterio. Mandado por Miguel Ángel Jaén, como en los últimos años, Jesús, escoltado por el romano que lee la determinación de su condena y el que ya amenaza con su lanza, tiene toda una corte de mirones arriba con un tercer romano, Barrabás, Claudia Prócula, Poncio Pilatos o el niño de la palangana.
Abajo es, sin embargo, donde los ojos se aprecian más curiosos que con la tensión del momento evangélico representado en la obra de las gubias de Navarro Arteaga. Y la Agrupación Musical de la Sentencia volvió a enriquecer sobremanera la escena con el acompañamiento adecuado así como la Banda Pedro Álvarez Hidalgo dio sones portorrealeños tras el paso de palio. José Luis Erdozáin mandó esta otra cuadrilla. La que representa la propia Hermandad es, sin embargo, 'cuadrilla' que verá relevo al frente en breve toda vez que, en efecto, la junta de gobierno que preside José Carlos Morales llegará la finalización de su mandato durante el presente año 2009.
Ellos presentaron el expediente para solicitar la anhelada coronación canónica de la Esperanza y, con el permiso de la autoridad eclesiástica, la gente más popular, la que no sabe de formalismos ni procedimientos, ya se ocupó de coronarla en la calle como la soberana de sus voluntades. La Plazuela, sobre todo cuando casi al mediodía la cofradía procedía ya a recogerse bajo el sol lindo del Viernes Santo, demostró, en efecto, tenerla ya coronada. Acaso por ello se nos reserva para cerrar, desde las cinco de esta tarde, una Semana Santa que la obligó a quedarse en la Catedral por la lluvia que sorprendió a la cofradía cuando salía del primer templo jerezano camino de La Plazuela.
Sobre sus pasos se volvieron los hermanos de la Yedra y adoptaron la decisión de quedarse para regresar a la capilla este Domingo de Resurrección. Apenas un chaparrón fue el que obligó a adoptar esta determinación aunque, tomada ésta, un segundo aguacero confirmaría el acierto de una prudencia que hoy nos regala la presencia de María y de su Hijo, Esperanza y Sentencia, que, acompañados de sus cofrades sin túnicas pero con las formaciones musicales oportunas, completaran lo iniciado cuando apenas acaba de comenzar la madrugada del Viernes Santo.
(La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Elogio de la más cabal penitencia


La calle Nueva abrió las puertas de una Buena Muerte que tuvo fragancias a promesa de vida eterna en el rostro sereno del Crucificado. La madrugada sabe siempre de esta presencia desde que los ruanes 'santiagueros' nacieron para la Semana Santa de Jerez. Y sus filas impartieron, el Viernes Santo, el ejemplo de la mayor sobriedad del mismo modo que el amable discurrir de su cortejo puso esperanzas nuevas a disposición de cuantos cambiaron el sueño por este singular disfrute.
José Vicente Montoro era, apenas, su único estreno. Su nuevo hermano mayor y el equipo que le acompaña desde el pasado otoño, ésa la novedad máxima en la cofradía. Aunque se trate de un apellido que es historia viva de esta corporación nacida al amparo del Patronato Católico el relevo nutre de expectativas a una cofradía que, cincuenta años después, persiste en las trazas de un cortejo severo que, cirio al cuadril, sabe lo que se hace en la calle y hace lo que mejor sabe: la más austera penitencia.
Todo comenzó, como la situación de cierre de Santiago del Real y del Refugio impone desde su ruina, con la Basílica de la Patrona dejando salir esas filas nazarenas a la búsqueda, por Santa María de la Merced, de unos pasos prestos para deslumbrar a los jerezanos. A esa hora salía el Nazareno, la Esperanza de las Llagas comenzaba a pisar la plaza Esteve e, incluso, la Yedra se lucía espléndidamente por la Cruz Vieja. Pero los que quisieron la intimidad de la escena por Nueva no se equivocaron.
Las imágenes de Antonio Castillo Lastrucci fueron, a la Noche de Jesús, lo que lo inadvertido, por pasar de puntillas, es a aquello más llamativo. Pero la madrugada favorece la selección de los momentos íntimos. Así fue como los jerezanos se encontraron con el Cristo de la Buena Muerte y la Virgen del Dulce Nombre por Ancha o Ponce, la Carrera Oficial o, de regreso, por ese puñado de viales que, despuntando el alba, mostraron a la cofradía enmedio de las saetas.
Hermenegildo Sabido y Pepe Crespo dirigieron los pasos hacia una gloria que lo es por la vía del silencio apenas roto por esas oraciones flamencas. Se trataba de un gozo, pese a la lluvia cuando la Hermandad regresaba a su casa, que, sobre monte rojo o entre flor blanca, mostraron al Hijo de Dios y su Madre enmedio de la más bella estampa de una cofradía de cola por una ciudad que siguió los pasos de esa muerte buena, y apresurada por las precipitaciones mañaneras.
(La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Faroles solidarios alumbraron la Noche de Jesús


El tirón que protagonizaron las filas de hermanas de Jesús se convirtió en gratificante estímulo para la madrugada del Viernes Santo. No podía considerarse una sorpresa dadas las circunstancias que impulsaron a la junta de gobierno que encabeza Raúl Castaño a tomar una decisión importante. Faroles de solidaridad fueron entregados sin dispendios económicos ni papeletas de sitio que abonar y, como no podía ser de otro modo, se multiplicaron las luces encendidas en honor del Nazareno.
La bendición de un arrimamiento clásico a los fervores religiosos ha encontrado en la crisis un acicate que en San Juan de Letrán no se ha desaprovechado. Y el testimonio quedó en la calle, desde Cristina hasta Cristina, entre la noche cerrada del hondón de la Noche de Jesús y las claritas del Viernes Santo. Para entonces las saetas de la calle Larga aliviaban el frío mañanero y los morados de las túnicas se atornasolaban en las filas irisando, casi, el cromatismo más penitencial.
El túnico de las avefrías con el que tanto tiempo lleva saliendo, cada año, Jesús Nazareno era el único invariable durante las cinco horas y media de recorrido. A hombros de su gente, cargadores curtidos en las noches de la vida y acostumbrados el peso del singular canasto barroco de Pérez Calvo, asomó su rostro clemente entre las palmeras de la Alameda, los naranjos de Larga o la arboleda iniesta que componía ese público abrigado y con signos de sueño tan característico de la madrugada del Viernes Santo.
Genuina como ella sóla, la cofradía abanderó la señera devoción de tantas mujeres como, a lo largo de la historia, han vestido el hábito morado y el capuz y, con el cordón amarillo, se han atado, entre ellas, para hacerse cuerpo único en la veneración a Jesús. Y si Marquillo jala tampoco ellas lo dejan de hacer, desde el cariño y el casticismo, hasta llevarlo hasta la Santa Iglesia Catedral. Manolo Jiménez, su cuadrillero dirigía al medio centenar de hombres de las varas y la Banda del Cristo del Amor lanzaba clamores al aire.
Por detrás, San Juan sería, hasta la Marcha de Infantes con la que accedió de nuevo a la capilla de San Juan de Letrán, el referente de la gente joven de la Hermandad de Cristina. Cuántas cosas han hecho durante el año gracias a la sabia dirección de una junta en la que el propio hermano mayor es un enamorado del trabajo con los críos. Pues, así, a hombros juveniles, recorrió el Discípulo Amado las calles de un itinerario que se hizo Calle de la Amargura.
Problemas tenía, por su parte, el cuadrillero de Nuestra Madre y Señora del Traspaso. La rodilla de Joaquín Perea era una de las incógnitas de la Noche de Jesús. Pero quien quiere, aunque no pueda, termina haciendo posible la dirección de unos hombres que, bajo palio tan complejo de dirigir y de movimiento tan característico, respondieron con su esfuerzo a los sones de Acordes de Jerez. Ello se acentuó cuando, de vuelta a San Juan de Letrán les sorprendió la lluvia.
(La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Llagas aliviadas bajo el refulgente hábito blanco


El Silencio blanco de siempre fue la cofradía que llenó de refulgencias luminosas la madrugada de Viernes Santo. Tan tradicional que apenas si se permitió novedad alguna. De puntillas, pues, como fue un año más su tránsito por las calles de su recorrido, pasó por Jerez. Pero, semejante procesionar, no pasó inadvertido por ello en la noche de los acallamientos generales. Sería por tratarse de la claridad enmedio de los negros presagios de una hermandad que siempre pone Esperanza junto al Señor de la Vía-Crucis.
El verde bajo los pies del Divino Nazareno Franciscano, como gustan muchos hermanos de conocer al Señor con la cruz a cuestas, no dejó de ser un signo de es maridaje. Éste año el firme sobre el que la imagen paseó esa estampa que le otorgaron las gubias de Chaveli ha sido de césped artificial. Nada, en cualquier caso, que notaran especialmente las personas que le salieron al paso a lo largo de su trayecto de ida a la Catedral o regreso a la iglesia conventual de San Francisco. Y, en cambio, sus ventajas tendría.
El paso que realizara José Ovando pudo hacer su última salida antes de ir a restauración. Sobre este canasto barroco apareció la imagen de Jesús de la Vía-Crucis revestido de su túnica con bordados de estilo persa que hiciera Carrasquilla. Levantado, abrazando la cruz gallardamente y mostrando su extraordinaria belleza ofreció la unción con la que expresa el fondo devocional que sustenta su presencia entre los jerezanos. Ramón Chaveli contó con la inspiración suficiente para dejar esta joya en Jerez
La cofradía seráfica volvió a ser propuesta sugerente, penitencia cabal y espléndida referencia de vocación trascendente camino de la Catedral. La junta de Francisco Barra cumplió el propósito de poner en la calle una corporación de reminiscencias clásicas que, como augurio de resurrección, fue luz en la noche jerezana. Su más clásico marco de Esteve u Honda la hicieron evocadora -de noches como la famosa de la niebla hace unas décadas- y el tránsito posterior por Bizcocheros y Antona de Dios emblema cofradiero.
Enmedio de la amanecida del Viernes Santo recibiría San Francisco a su cofradía. Para entonces la cera de los nazarenos ya estaba chorreada, como símbolo del desgaste provocado en los hermanos de las Cinco Llagas por una penitencia que, como buena piedra de molina, molturaría con sufrimiento pero sacaría fruto a los participantes en la estación de penitencia. (La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

Un grito por la vida enmedio de la noche


El guardamanto de la Encarnación fue objeto de envidas cuando, a lo largo de toda la madrugada del Viernes Santo se advertía como privilegiado testigo de la gloria de una presencia que cruzó la noche jerezana dejando poso de admiración en las calles. Lo que tenía delante, pese a tanto tiempo ahí, se evidenciaba renovado, fresco, bellísimo. Y así había de ser cuando, desde las aceras, el Silencio de San Miguel llevaba a los moradores de la calle en tan especial momento de la Semana Santa el último de los ingredientes de su cortejo.
León XIII, San Miguel, San Pablo o Caballeros fueron primer marco de una Hermandad del Santo Crucifijo de la Salud que, en efecto, brindaba la novedad principal en ese manto de Rodríguez Ojeda que, restaurado por Ildefonso Jiménez, lucía espléndidamente pese a las penumbras de la noche. Y, con todo, lo que llevaba delante el primer hermano tras el paso de palio, era a María Santísima. Aunque los incapaces de subir la mirada más allá se quedaron en la impresionante pieza artística de tales bordados rescatados. Una nueva de gran valor.
En Ella, la Virgen, quedaron, sin embargo, buena parte de las súplicas que se han venido generalizando esta Cuaresma, y llegada la Semana Santa, entre los cofrades en favor de la vida. Ella que es Encarnación del Señor clavado en la Cruz es signo de la vida protegida dentro de su seno. Aunque fuera de él le aguardara la muerte que tuvo, en el primer paso en Carrera Oficial de la 'Madrugá', una expresión plástica de innegable belleza: el Crucifijo de la Salud sobre el paso de Currito el Dorador que ya sacara, cedido el Lunes Santo, el Señor de la Cena.
Ni siquiera que haya aparecido, al fin, otro crucificado de José de Arce al alcance de los jerezanos -el que se estrena en la Catedral recién restaurado, presidiendo el presbiterio y procedente de La Cartuja como el Apostolado que lucen los pilares desde 2006- le restó a éste atención prioritaria. Y cómo se disfrutó entre las estrecheces del barrio de San Pedro. Bizcocheros o Caracuel fueron marco increíble para apreciar los perfiles del Cristo cuando aún buscaba, por entonces, el Palquillo de la Carrera Oficial.
Por detrás, todo el cortejo de insignias marianas se ofrecía como la mejor colección de todos los dogmas y gracias de la Virgen expresados por los artes suntuarios del bordado o la orfebrería. Estandartes y banderines se hicieron canto a la vida sin necesidad de lazos ni proclamas de otro tipo, salvo la Oración por la Vida de Juan Pablo II que se hace tan presente esta Semana Santa en la salida de las cofradías y en su estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedal.
(La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)

viernes, 10 de abril de 2009

Almas penitentes camino de San Dionisio


De Catedral a Catedral. Así volvió a ser el Jueves Santo del Mayor Dolor. Como en los últimos años. Pero esas almas revestidas en la dualidad penitencial de sus cortejos, ya de morado y blanco ya de negro, marcharían, en esa procesión que -dicen- va por dentro, directos hacia su sede de San Dionisio. La clausura del templo que canónicamente los ha venido acogiendo hasta el obligado exilio catedralicio va llegando a su final y que no hubiera el tiempo suficiente para que este año pudiera cogerles la Semana Santa de nuevo en casa no hace sino formular, ahora, una certeza clara: del año que viene no pasa.
Semejante convicción ayudaba ayer, cuando la repetición de su salida desde el primer templo diocesano se reiteraba implacable, a aliviar el tono y, haciendo una verdadera fiesta de la nueva presencia de la cofradía en las calles de la ciudad, se presentaban ante los jerezanos y visitantes que estos días recibimos en torno a su Señor recién restaurado por Paco Bazán. La encarnadura más clara y sugerente, esa serenidad de Ecce Homo acentuada increíblemente y el redescubrimiento de los valores artísticos de la talla marcaron el reencuentro de este nuevo Jueves Santo.
Y también aquí la mano de los genoveses en la Semana Santa jerezana. El trabajo del taller Ressur sobre la imagen ha aportado suficientes datos que permiten vincularla con técnicas y formas de ese origen. El paso de misterio era gloria redescubierta, pues, en la popular 'tartita', como se conoce graciosamente a este altar procesional. Y la escalinata del enlosado cobró actualidad en las calles. El sayón empujaba al Señor para que pudiera ser contemplado por el pueblo. Pilatos miraba la escena desde lugar privilegiado, el público llenado impresionantemente las aceras.
Cuando las filas nazarenas se oscurecieron, cambiando las capas blancas por el hábito negro de Nuestra Señora del Mayor Dolor, los presagios acústicos pregonados por la trompeta saetera -única en uso en los cortejos de la Semana Santa jerezana- tuvieron expresión visual y el paso de palio mayor cercanía. Aquella que fue postrera mano de la Cuaresma en ofrecerse para recibir el beso de los fieles abría de par en par sus brazos para dolorosa expresión que valida, y hasta qué punto, su condición de una de las imágenes de María Santísima de mayor calado.
San Juan y Acordes de Jerez pusieron música a sendos pasos mientras la elegancia de esta cofradía de centro visualizaba una de las notas más características de este día que los del Mayor Dolor clausuraban. Tras la Carrera Oficial, sin solución de continuidad, se quedaban ya en la Santa Iglesia Catedral aunque, si Dios quiere, por poco tiempo. El regreso a San Dionisio está cada vez más cercano. Aunque algunos ya hicieron estación anoche en el aún cerrado templo. Aunque sea por medio del deseo y la ilusión por su Jueves Santo de siempre.
(La Voz, Viernes Santo, 10-04-09)

Oración dominica, luto procesional en el Huerto


Su costumbre de descubrirse del antifaz negro si me veía desde las filas dominicas me dejó ayer ante una carencia desconsolada. Esa ausencia fue la expresión, en el cortejo, del homenaje a Manolito Mesa en el que se convirtió todo en la Oración en el Huerto desde la misma mañana. Un Jueves Santo sin la papeleta de sitio número 1 de la cofradía. Éso se vivió en el convento de la Alameda de Cristina a la luz del fallecimiento, hace unos meses, del entrañable cofrade. Y con ello hubo que bregar en una estación de penitencia cuyos lutos tenían identidad claramente identificada desde las aceras.
La Hermandad le dejó hueco, en la organización de cofradía, a aquél al que se echa en falta y al que se prometió por siempre ese sitio que él soñaba. Y con naturalidad, la misma del recordado, se echó a la calle con aire de corporación sugerente. La de más corta ida al Palquillo de la Carrera Oficial, que tiene en la misma puerta de su casa, hizo de las calles de Jerez un Getsemaní de naranjos entre los que un sólo olivo señalaba el punto de atención pretendido. El rezo del Señor de los ojos desencajados trasladó, particularmente expresivo por las gubias de Juan Luis Vasallo, la tensión del momento.
La Caridad tocaba tras el paso. Manolo Ballesteros dirigía a sus costaleros. Y las trazas de un movimiento atractivo completó el entorno del paso de misterio que diera premios a Manuel Guzmán Bejarano. La tarde estaba bonita y las mantillas del Jueves Santo solemnizaban aún más el momento. Accedió a Larga y, camino de la Catedral, puso marco en las calles del centro al momento de la confortación del ángel, también de Vasallo, que hace contrapunto sobre el canasto. Barroquismo y neoclasicismo, dramatismo y serenidad, tortura y paz salidos de una misma gubia para contradicción ante el espectador.
Las golondrinas en que se convierten por su recorrido los nazarenos de la Oración en el Huerto, negro y blanco dominico revistiéndoles las ganas de estación, se reunieron ayer en cifra similar a estos años atrás constituyendo antesala también del paso de palio de Nuestra Señora de la Confortación. A la llegada del manto de Juanelo, que un año más la recubría, a la altura en la que se contemplara la cofradía el aroma dejado por la Hermandad avisaría del gusto cofradiero en el que ha desembocado, pasados los siglos, aquella institución creada, al parecer, por los genoveses del jerezano siglo XVI.
La Banda de la Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos pondría marchas a las plantas de María Santísima. No faltaron las obras de Miralles que compusiera para esta cofradía. Y si 'Oración en el Huerto' o 'Virgen de la Confortación' pudieron ser escuchadas no es menos cierto que otras muchas, en un repertorio a la altura de lo que desde Santo Domingo se demanda, dieron banda sonora a la película de una jornada muy agradable que apunta a que podrá completarse una Semana Santa preciosa por lo que al tiempo se refiere.
Apenas sin estrenos en la calle, no en balde lo principal se quedaba en casa al tratarse de una saya y un manto de camarín, el gozo de una estación completada con bien y tras lucimiento ante la mucha gente presente ayer a lo largo de su itinerario se convertiría, cuando la cofradía se recogía alcalzando los albores de la Noche de Jesús, en el mejor rédito posible.
(La Voz, Viernes Santo, 10-04-09)

A lomos del sobrio fervor carmelitano


Longinos regresó. Aquél jinete del caballo tordo de Barbero, el de nuestra infancia y juventud, de porte más jerezano que el de Ramos Corona ayer sustituido, cabalgó a lo largo de la tarde y noche del Jueves Santo. Y lo hizo como gesto de la actual junta de gobierno y para satisfacer el gusto de aquellos que no se sentían identificados con el équido nuevo. Un detalle. Pero también una vuelta a una imagen en el recuerdo. Ése también es logro de cada Semana Santa que, al menos en lo emocional, propone siempre la evocación de estampas e instantes que nuestro corazón de niño se quedaron para siempre.
La Hermandad de la Sagrada Lanzada recorrió su itinerario dejando poso de admiración en las aceras porque no es fácil tener y mantener cuanto los cofrades carmelitanos atesoran. Y, además, porque la impronta general -ésa que no tiene porqué conseguir el patrimonio material- advertía de algo grande, aquello a lo que -fuera lo que fuera- tan sobrio como elegante cortejo de nazarenos revestidos de marrón antecedía. El hábito nazareno -cola, cinturón de cuero, escapulario y sandalias- es mucho en la cofradía. Ayer pudo corroborarse que el estreno de hace un año fue importante en la imagen de un nuevo Jueves Santo.
Otra cosa será lo que dé de sí el paso atrás en la concepción del conjunto del misterio. Recuperar imágenes del pasado no siempre es garantía de éxito. La supresión de las imágenes de Ramos Corona -el nuevo Longinos con su caballo diferente y las Marías- frena un intenta y guarece algún empeño nuevo aún por descubrir. Compás de espera, pues, a las plantas de la imagen bendita del Santísimo Cristo de la Lanzada quien, con la herida abierta de su costado vio cambiar al autor de la afrenta sobre el precioso canasto barroco de Guzmán Bejarano. Sobre su tapa, clavel rojo por por tapiz, la escena cobró movimiento.
Y los incomparables sones que aportaba, un año más, la Unión Musical Astigitana se convirtieron en base extraordinaria, pese al poco tiempo que lleva el paso de la Lanzada con marchas tras su paso. Escuchar la composición 'Cristo de Lanzada', obra de Márquez Galindo que no son pocos los que la consideramos una de las mejores piezas procesionales concebidas para la Semana Santa de Jerez, es siempre una delicia. Pero disfrutarla tras el conjunto que la inspira, una vez recién abandonada la vocación de cofradía de silencio que mantenía, es algo prodigioso.
Aún hay quien no se acostumbra a ver una banda completa de música tras un paso de misterio. Todas y cada una de las marchas que interpretó la formación de Écija ofrecieron el mismo gusto musical y exigencia de repertorio a la que nos tienen acostumbrados las hermandades jerezanas que alguna vez la llevaron tras sus pasos -en su día la Vera-Cruz y, desde hace tres años, el Consuelo, tras el que ya la vimos el día anterior-. Y no es casualidad que semejante nivel de selección en las cofradías afectadas coincida con una banda tan capaz de dar respuesta a esas cotas de calidad. Excepcional sonido brindaron también sus músicos anoche.
El estreno de Tete Atalaya al llamador del paso también llamó la atención del mucho público que las calles de Jerez contemplaron este Jueves Santo. Y tampoco las obras de Jesús Rosado aportadas este año a la Hermandad de la Sagrada Lanzada, el guión corporativo y los paños de las bocinas, decepcionaron, todo lo contrario.
(La Voz, Viernes Santo, 10-04-09)

Del buen gusto en torno a la cruz verdadera


Crujieron las piedras de la iglesia de San Juan de los Caballeros en la hora de la Cruz Verdadera y la cofradía que cunde culto extraordinario al Lignum Crucis fue el resultado, en la calle, de todo un año de espera. Desde la aparición de las andas del relicario el Jueves Santo tuvo, de nuevo, fragancias a adelantado Viernes Santo. Tras esa cruz del sudario, portada a hombros por cuatro nazarenos privilegiados, otros de negro, en dos filas, completaron el camino que llevaba hacia el Calvario de las tres cruces.
La Hermandad de la Vera-Cruz fue antesala del día grande del culto al signo del martirio cuando no era preciso llegar al Viernes Santo, tampoco para ello, a la hora de encontrar el cansancio por cuanto había dado ya de sí la Semana Santa. Pero las pilas puestas ante la 'Madrugá' que aguardaba se notaba en la tarde preciosa de la aparición de las mantillas. Y ese ambiente se concentraba en la plaza de Melgarejo, mientras avanzaba la cofradía dibujando sinuosas trayectorias entre el gentío que se prolongaba por San Juan y hasta la Porvera por calle Chancillería.
Sonaba la música de capilla aún en el interior del templo sirviendo motetes y coplas con la diligencia con la que el paso del Santísimo Cristo de la Esperanza iba, paso largo 'racheao' sobre los adoquines del tiempo. Estábamos ante la cofradía más antigua de la Semana Santa de Jerez nacida expresamente para conmemorar la Pasión de Cristo de modo procesional. Así lo atestigua Repetto en el libro de la historia de la Hermandad. Y ese sabor fue dejando por las calles de su itinerario camino de la Catedral.
El gustazo de lo bien hecho alcanza en la Vera-Cruz las glorias de un afán permanente. La tarde de ayer, con trazas de entrada en la máquina del tiempo, propició la contemplación de una propuesta que parecía específicamente dada a la admiración estética, aquella forjada, desde tiempo ha, a base de helecho de cuero o paniculata y que, hoy en día, consolida la fidelidad a un modelo cuajado de exquisiteces. Y vengan mantillas -tampoco una desmesura- y también gente arreglada como no hicieron los días anterioren en la misma medida.
Acaso los pasos no andaban lo sobrados, en lo costalero, que en momentos aún recientes en los que el fenómeno apuntaba una referencia en San Juan. Pero la dedicación y el esfuerzo volvieron a conseguir mucho cuando, anoche, la cofradía brindaba toda su belleza ya por Carrera Oficial ya, de vuelta, por Peones y Carpintería Baja, Tornería y Rivero, Compañía o Francos. Borja Díaz y José Manuel Otero, a los llamadores del Cristo de la Esperanza y la Virgen de las Lágrimas, respectivamente, señalaron un nuevo rumbo para las cuadrillas de la cofradía.
La Vera-Cruz adula y el público que contempla la cofradía en la calle se deja embelesar. Así, a los sones de la Banda del Maestro Hidalgo, de Puerto Real, la estampa de la trasera de ese palio de orfebrería de la Viuda de Villarreal y el manto de Paleteiro se volvió a quedar en la retina de los amantes del buen gusto para apostar por la memoria para que, a lo largo del año, la espera hasta volver a vivir un Jueves Santo como el disfrutado ayer sea más aliviada.
(La Voz, Viernes Santo, 10-04-09)