miércoles, 31 de diciembre de 2014

Que nada te empañe la vista!

Robert Kearns ideó el limpiaparabrisas 'de ojo parpadeante', como lo llamaba cuando a principios de los años sesenta su invención de ingeniero con vista en el Detroit del desarrollismo de la automoción norteamericana fue apropiada indebidamente por la Ford. Arruinado por aquella vileza ante la que ni la patente ayudó mucho, su lucha contra el gigante de la fabricación de turismos le hizo crecerse hasta ganar la batalla judicial que culminó percibiendo la indemnización que le correspondía en suerte. Pero la familia quedó tocada por la obsesión de aquel luchador que se olvidó de vivir mientras tanto.

Disfruté mucho anoche la película que cuenta los detalles ('Destellos de genio', 2008). Una aventura real de crecimiento personal y lucha denodada sin apariencia de celofán navideño que lo envuelva me estaba haciendo falta entre la filmografía televisiva de estas fechas. Una historia de verdad con final no tan completamente feliz como parece para que, de este modo, fuera más creíble tanto el drama como que la mejor de las soluciones no devuelve casi nunca todo lo puesto en el asador. Y, con todo, la lucha es lo que queda para ésta y tantas otras situaciones que nos aguardaron hasta el día de hoy y lo harán también durante 2015.

El año nuevo no es el que debe traernos la felicidad. Aunque yo os la desee fervientemente. Esta nueva etapa nos acarreará novedosas oportunidades para medirnos. Ello es lo que nos espera. Y los retos que estrenaremos vendrán camuflados de problemas que, si nos hunden, terminarán haciéndonos afirmar de nuevo dentro de un año que se nos va otro annus horribilis. Claro que siempre estarás a tiempo de que tu actitud sea como la de Kearns y, pese al coste que te genere, apuestes por dar pasos en tu vida para que nada te tumbe. Entonces serás tú el padre de la felicidad que ahora pides al año nuevo.

lunes, 29 de diciembre de 2014

La Bombería de Campofrío

Esas pequeñas obras de arte televisivas forman parte de mis predilecciones cuando toca analizar en este nuestro blog las cosas que nos ocurren y que a veces pueden colectivizarnos, pese a lo peligroso de toda generalización, en inquietudes muy comunes. A veces tienen el don de la oportunidad como es el caso. Otras pueden además disponer de una idea bella... como también es el caso. Y a menudo reúne la interpretación de gente admirable que potencia el objetivo pretendido.

La conversión de la tragedia de la fábrica burgalesa de Campofrío en una oportunidad es un alarde muy adecuado a la situación de crisis en la que la sociedad española lleva ya unos siete años. Y la creación de un guión que repase con sutileza y esperanza esos otros 'incendios' dignos también de la compasión general como las preferentes, el ébola o la corrupción no sólo ilustra bien el sentido del anuncio sino que alienta a que nosotros vayamos sumando nuestro propios 'fuegos'.

Con esos mimbres en juego, sólo basta sumar al ciclista-bombero Santiago Segura invitando a la reflexión, a la siempre dispuesta Chus Lampreave dando 'jarilla' a todo voluntario a su alcance y a un despistado Chiquito de la Calzada para, previa resurrección del recordado Miguel Gila en una frase localizada felizmente por quien se haya trillado los archivos de la historia de la televisión, encontrar argumentos de sobra para felicitar a la conocida compañía productora del sector alimentario. 

Cuando llegue el momento de la reconstrucción de la fábrica habrá o no trabajo para todos los que se han quedado parados tras el incendio. Pero para entonces, pese al drama social que pudiera concurrir en esa decepcionante posibilidad, ya habrán triunfado los de Campofrío habiendo demostrado, con su simpática Bombería, la capacidad de llorar lo justo tras una desgracia que probablemente sólo les conduzca a la modernización de sus instalaciones y, de paso, a un presumible recorte de plantilla.


domingo, 28 de diciembre de 2014

2014, de la sacudida a la reafirmación

Si os he de decir la verdad, inocente... lo que se dice inocente... dejé de serlo hace mucho. Que intentar ser bueno con la gente, como me enseñó aquél que me falta desde hace hoy cuatro años, no tiene nada que ver con esa acepción de inocencia que incorpora el riesgo de no enterarte de cuando te dan coba. E, insisto, no es la peor inocentada la que te mantiene engañado tontamente un ratito, como ya dejé escrito.

Llega el final de 2014 y, cuando uno hace un parco amago de repaso de doce meses cruciales en mi existencia, no tiene más remedio que esbozar una sonrisa entre la complicidad conmigo mismo por lo vivido y el sarcasmo contenido ante experiencias atesoradas entre los sacrificios de los ajustes económicos, las dificultades de la sobre exigencia profesional y las vivencias personales que más me hayan curtido jamás.

Me dicen que 2015 es mi año. Y estoy convencido de ello. Víctor Boc o Rhonda Byrne me han venido ilustrando sobre teorías que me hacen protagonista directo en la atracción de todo lo bueno o malo que me pase en la vida. Ahora estoy dispuesto a no esperar aquello que desde un nuevo 1 de enero me quiera ser regalado por el destino. No. Ahora estoy preparado a ir a la caza de aquello que me considere ganado a pulso.

Pero aún no se ha ido éste en curso y no quería que se me escapara de las manos sin agradecerle cuanto me ha enseñado. He leído mucho sobre lo horroroso que 2014 ha sido para más de uno. Y no negaré que a mí también me ha dado fuerte y flojo pero, sobre todo, he de proclamar no sólo que la 'Revolución de los 50' en la que me ha inmerso me ha permitido una revisión de vida sino que, atención, ésta aún no ha terminado.