Foto de Esteban |
En ello piensan ya las instancias diocesanas que, concluida esta JMJ y pendientes de la que tenga lugar en Río de Janeiro en un par de años, adoptan el mensaje del papa y las experiencias vividas como próximas líneas de trabajo de la Iglesia asidonense con los jóvenes. Lorenzo Morant, consiliario del Movimiento Scout Católico y miembro del equipo de jóvenes sacerdotes que lo han dispuesto todo, habla de «balance muy positivo», satisfecho de «cuánta gente se ha animado a participar, el esfuerzo inmenso del voluntariado que ha sido ejemplar y una Iglesia tan viva y que se mueve con tanto entusiasmo».
«Para la gente que ha venido hemos sido fantásticos anfitriones, para los que hemos participado con ellos ha sido una verdadera fiesta y, a pesar de todos los esfuerzos, lágrimas y sudores ha merecido la pena», añade Morant. «Ha sido un reto grandísimo para la Iglesia española y, como no, también para nuestra diócesis», dice por su parte Antonio Jesús Jaén. El delegado diocesano de Pastoral Juvenil asegura que «la visita del papa ha sido un paso del Señor por la Iglesia española, un revulsivo para la fe de los jóvenes, un gran testimonio de que la Iglesia sigue viva y con fuerza en los jóvenes que están enamorados de Jesucristo».
Él da la clave de una actitud que, en el suma y sigue, señala la imposibilidad de desaprovechar la inercia: «Ahora empieza la JMJ, que los jóvenes anuncien en medio de su generación lo que han visto y lo que han vivido con el Santo Padre», dice. Y añade: «Los jóvenes se han comportado con actitud cristianas, al que te maldice bendícelo y al que te pegue en una mejilla preséntale también la otra. Ese testimonio está unido a la propuesta de Cristo como el que viene a dar respuesta a todos los interrogantes del hombre», dice Antonio Jesús Jaén.
¿Y los jóvenes llegados de fuera qué balance realizan? «Para mí ha sido realmente algo increíble porque somos pocas las personas que hemos podido venir de El Salvador, y por eso me siento afortunado», dice Andrés Guevara. «El cansancio se olvida y queda la experiencia vivida con los jóvenes de todo el mundo». Su compañero Marvin Sibrián se anima a dibujar, muy gráficamente, el escenario de la universalidad originado en la JMJ: «Estar con el papa ha sido una experiencia inolvidable: tantas gentes, tantas banderas, tantas razas, tantas personas en Cuatro Vientos...». Y de Jerez señala que «es una ciudad bastante bonita y la gente muy acogedora, me llevo un gran recuerdo». La colombiana María Jimena Vargas asegura, por su parte, que «ha sido una experiencia increíble porque han sido muchísimas cosas nuevas, pero nada es comparable con las gracias que recibimos y con la felicidad que sentimos».
El delegado diocesano de Movimiento Scout Católico, Gabriel Rubio, califica la experiencia de «gozada de principio a fin y una oportunidad increíble para afianzar nuestras creencias, nuestros valores y nuestra fe». Desde los denominados Días de la Diócesis hasta el paso por Madrid, «donde hemos disfrutado de una profundidad de pensamiento del papa que nos ha sorprendido a todos», Rubio no tiene más que palabras llenas de satisfacción cuando se para a realizar un apresurado balance. «Lo de Cuatro Vientos fue precioso, con momentos de una ternura inmensa del Santo Padre; y, ahora, aquí nos ves, seguimos con ganas, seguimos con fuerza y a preparar ya la de Río de Janeiro». Ya trabajan para ello.
Manifestaciones laicas, "prueba superada"
«El pero de las manifestaciones laicas ha servido, finalmente, para que hayamos podido hacer una demostración al mundo de cómo deben comportarse los jóvenes ante insultos, vejaciones y amenazas». La afirmación de Gabriel Rubio confirma la docilidad evangélica al respecto de la segunda mejilla. Y no ocultan la satisfacción ante esta «prueba superada». Incluso chicos y chicas llegadas de la más vital Iglesia latinoamericana, como la colombiana María Jimena Vargas, reconocen que «a pesar de los alejados, se siente con emoción que todavía existen personas creyentes», señala al respecto de la vieja Europa y los crecientes secularismo y relativismo del que acusa la Iglesia a la sociedad actual.
(La Voz, 29-Agosto-2011)