viernes, 30 de septiembre de 2016

Diario de Camino: Portomarín, 15-08-16

Es el día de la Virgen. Y tanto haber visitado a Ntra. Sra. de la Merced en el convento de los seguidores de Pedro Nolasco en Sarria como que, entre Brea y Ferreiros, Carmen y yo nos pusiéramos a las plantas de la Virgen rezándole a la hora del Ángelus deberían invitarnos a ser buenos. Pero existe una forma sutil a ratos y graciosa siempre de retorcer el colmillo cuando en Sarria, y tras haber dejado atrás 200 kilómetros caminando, toca encontrarse con quienes buscan la dosis mínima que permite obtener la compostela en Santiago.

Sabe Dios que yo venía hecho a que la caridad encontrara todo el sitio posible en mi corazón durante esta experiencia. Y respecto al asunto de despachar el Camino en poco más de 100 kilómetros ya adornaba de comprensiones generosas cada rincón de mi alma. No tendrán tiempo para más. Quizá les falte fuelle para un esfuerzo mayor. La cantidad no es siempre garantía de calidad para el peregrino. Ya veis, dispuesto a disculparlo todo.

El caso es que, tras la lluviosa noche en Sarria, la mañana nos ha regalado varias cosas antes de salir de esta población con enclave tan estratégico en el Camino de Santiago. La primera, una vista del monasterio mercedario que, aunque con horarios de apertura muy apartados de los usos de quienes hemos de salir mucho más pronto para afrontar la nueva etapa, nos permitió la osadía de una llamada a la puerta a horas impropias, soportar el ceño fruncido lógico de quien nos abría y proclamar nuestra condición jerezana y, por tanto, tal devoción a quien es nuestra Patrona.

Miel sobre hojuelas, sello mercedario para nuestras credenciales y recorrido que, en dirección a la iglesia, nos ha ayudado a encontrar la esencia del Camino a través de una exposición en torno a su precioso claustro. 'Caminos entrelazados', que es su nombre, nos ha permitido profundizar por la vía de imágenes de refugiados e inmigrantes en general en sus respectivos caminos del siglo XXI y también por medio de textos del Papa Francisco, Pablo Coelho o León Felipe.

Pero dije que los regalos de Sarria al inicio de la novena etapa eran varios y no merodeo, como como achacan al carácter gallego, sino que voy al grano. El otro encuentro de la mañana, pese a que las buenas intenciones iniciales invitarían a entenderlo todo, ha generado un cierto desasosiego. Hay quienes lo llaman 'turigrinos', otros 'pilgrimpijos'. Es verdad que este tipo de personas, que intenta apartarse del sufrimiento pese a que ello hace más elogiosos los momentos de gloria, no parten todos de Sarria.

Ya íbamos viendo, por ejemplo, sospechosos montones de mochilas a la salida de los albergues aún en el caso de que fuéramos prácticamente los últimos en abandonarlos por la mañana. Correos también peregrina. Y hace caja a costa de aquellos endebles de espíritu más que de fuerzas que pasan de llevar ocho o diez kilos a la espalda durante veintitantos kilómetros de una etapa.

Ello hace posible que la indumentaria pueda permitirse ciertas licencias. Es así como se lucen quienes analizan a veces a quienes optamos por un compromiso mayor de un modo grotesco. Y eso tiene una ventaja: a Carmen y a mí a veces nos da fuerzas en las piernas para distanciarnos de estos grupos. Si no cupiera todo en el Camino no podríamos considerarlo oportuna metáfora para quienes, al fin y al cabo, no somos sino peregrinos de la vida.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Diario de Camino: Sarria, 14-08-16

Cuando el Camino de Santiago te ofrece opciones en su itinerario es cuando más puede decirse que esto es como el peregrinaje de la vida. La ruta jacobea de paso por San Xil y el alto de Riocabo es la primitiva y la más corta desde Triacastela hasta Sarria. Para algunos no hacía falta más argumentos a la hora de elegir. Doy fe de ello. Pero el Camino, como la vida, regala experiencias impagables a quienes buscan abandonar lo convencional. Los valientes tienen premio, y si más que buscar el rédito acuden al encuentro de lo valioso con entrega previa más aún.

Y pienso en Carmen. Era necesario este reto para seguir adelante con el Parkinson? Era preciso visibilizarlo cuando lo suyo es la mayor calidad de vida para sí misma, que no le falten las terapias más convenientes y la atención médica más especializada? La cantinela que explica nuestros hagstag en las camisetas se está haciendo cada vez más frecuente. Y los ánimos a la "campeona", como la llaman cada vez más reiteradamente. Y la sonrisa de Carmen, siempre tan llegadiza, se expande como nunca no exenta de algo de pudor cuando los piropos se personalizan. Este esfuerzo nos lleva en mente también a José Manuel, Antoñito, María Bellido, María Rodríguez, Manuel Palas, Manuel Guzmán, Sebastián, Juan Manuel, Gloria, Araceli, Isabel... Todos ellos, en Parkinson Jerez siguen la experiencia en la distancia.

Si la generosidad en el esfuerzo que está haciendo la presidenta busca hacerlos partícipes a todos... cómo vamos a ser cicateros en la elección de la ruta de esta octava jornada? Por el valle del río Oribio llegaremos a Sarria previo paso por Samos. Y, pese a sus seis kilómetros más, la naturaleza primero y los benedictinos después, sabrían recompensarnos convenientemente. El aullido de los lobos de estos montes me despertaron a la amanecida. Pero ya en marcha, por el itinerario escogido, llegaría el canto de los carboneros y chochines, los zorros, garzas y otros animales en un marco en el que la fortaleza de la corriente fluvial en el curso alto es protagonista. Y a la llegada, el monasterio, uno de los más antiguos de España y el de mayor claustro, se convirtió en la causa del mayor gesto de admiración que se nos haya visto hasta el momento. Cómo es posible semejante alarde arquitectónico y, lo que es más importante, espiritual en este sitio.

Dicen que en el Monasterio de San Xulián de Samos apareció misteriosamente el abad Virila después de pasar tres siglos desaparecido. Y es cierto que las leyendas están para tomarlas como lo que son. Pero a veces lo que son realmente es referencias útiles para la vida. También yo estoy reapareciendo misteriosamente desde el lugar en el que un día dejé de ser yo. Y ahora vienen los benedictinos, con su enorme claustro presidido por el padre Feijoo, con su grandiosa iglesia, con los frescos en la galería de las celdas, con los nombres de santos a la entrada de estos misteriosos habitáculos de los monjes...

Durante la visita, antes de la misa, nos hemos despistado lo suficiente como para terminar hablando con uno de estos religiosos. Fue él, bajito, menudo y curioso, quien se me acercó para preguntarme por la otra bota. De mi mochila, a mi espalda, cuelga una de las de Carmen que, caminando mejor con sandalias, tiene el problema que no caben las dos en su mochila. La vida monástica es una joya, y no sólo de la fe ejerciente. Es un regalo que hace Dios a la vida, como el bebedero que refresca al petirrojo que picotea el agua del río.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Diario de Camino: Triacastela, 13-08-16

Galicia imprime carácter más allá de la entrada en tan sugerente región por puerta tan mítica como es O Cebreiro. De hecho, muy pronto siente uno en sus carnes los efectos casi mágicos de la profundidad de esta tierra si se acude a ella con todos los sentidos abiertos. Y caminando no cabe otra, aunque a veces uno percibe que no faltan peregrinos que, pasando a nuestro lado, fueran menos sensibles a estos efluvios que se perfuman con facilidad de la sospecha de meigas como compañeras de camino, con la fuerte fragancia de queimada o del dulce acento de sus gentes.

Así, tras sellar la credencial en Liñares donde una iglesia rinde tributo a San Esteban y parar en el Alto de San Roque para agradecer la compañía al gigantesco peregrino de bronce del monumento o saludar a portugueses, franceses o españoles de diversos sitios en Hospital da Condesa, el Alto do Poio o Padomelo, aparecería Carmen. La septuagenaria galeguiña esperaba a los peregrinos a la puerta de su casa de Fonfría con un plato en las manos. Bajo el paño que lo cubría aparecerían un montoncito de filloas, unos crepes del tamaño de la vajilla en la que los ofrecía.

A nuestro paso, se levantó diligente para, casi sin dar tiempo a decirle que aceptábamos el detalle brindarnos la posibilidad de probarlos una vez espolvoreados de azúcar. Dulce el alimento, dulce ella con ese acentiño lindo y su candida actitud tan cargada de humildad y servicio y dulce, dulcísimo, el momento en plena séptima jornada de este Camino que sigue sorprendiendo en los rincones más insospechados.

Y, sin embargo, he de aseverar que la Galicia profunda a lo que de verdad huele es a caca de vaca. Con perdón. Pero no en balde es el modo de vida de estas gentes lucenses de modo que, a nuestro paso, nos quedaba pendiente aún el disfrute de otra forma de ese animal que en su chuletón tiene uno de los característicos elementos de la gastronomía de esta tierra del Apóstol. Y asomamos la cabeza en un establo casi con el mismo entusiasmo que días antes lo hiciéramos en el ensayo de los gaiteros en Camponaraya. Pero Santiago nos miró complaciente y, supongo, se preguntó: "Vacas queréis? Vacas tendréis!"

Cruzábamos Viduedo. Sólo faltaban seis kilómetros para nuestro sitio de pernocta y lo cierto es que apenas era la una y media de la tarde. Una bifurcación en el camino, una de ésas de logaritmo tan fácilmente solucionable por medio de las flechas amarillas que nos acompañan desde nuestra partida en León, nos hizo vaqueros por unos instantes. Por la calle de la derecha venía hacia nosotros toda una manada camino de la rúa de la izquierda. Nos miraron, acojonaron con su tamaño y cercanía a Carmen y a mi video le regaló un momento deseado. Una gozada.

Lo demás sólo tiene la historia de una jornada distinta. Ni ella ni yo queríamos caminar tras el almuerzo. A Carmen le aporta proteínas que compiten con las de la levodopa. Resultado: la medicación no hace su efecto como nos gustaría y ella se ve parada, sufriendo y echándole testiculina a la cosa. A mi, por otra parte, me regurgitan los ácidos en una de esas digestiones imborrables en la memoria.

Fijadas pues las tomas de las pastillas a cuatro horas fijas, todo consiste en repartir ingestas de alimento no demasiado contundentes a razón de un par de ellas entre píldora y píldora. Movida quedó la correspondiente más exactamente al almuerzo de modo que fuera hecha ya en el Complexo Xacobeo, nuestro albergue de hoy en Triacastela.

Hemos pues debido ser buenos en la primera mitad de nuestro Camino de Santiago, especialmente Carmen que con su tesón está levantando mucha admiración a quienes escuchan nuestra historia, y seguramente el Apóstol sea el que nos ha premiado con la tarde libre.

martes, 27 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Laguna de Castilla, 12-08-16

Dicen que hay que dejar algo en el Camino de Santiago. Mucho, diría yo, cuando apuestas para que sea una experiencia que verdaderamente transforme tu vida. Es así, es la famosa mochila de aquello que no queremos más junto a nosotros. Pero qué ocurre cuando lo que queda en este itinerario de secular tránsito de peregrinos es un objeto personalmente valioso? 

Esta mañana salimos de Villafranca en medio de un gélido frío impropio, una vez más, de aquello a lo que nos acostumbra el sur. Tomamos la carretera N-VI antigua y comenzaron a aparecer un puñado de esos pueblos pintorescos que hacen de El Bierzo un lugar de embrujo. En Pereje, con fundación de origen hospitalario, ya sellamos la credencial; en Trabadelo nos asomamos a la iglesia de San Nicolás y... la cruz que venía luciendo en el cuello propiedad de mi difunto padre ya no estaba donde la até para el Camino, en el bordón suyo que exorné para la ocasión con un cordón del que terminó desprendiéndose.

Es conveniente, y ya venía un poco preparado en este sentido, analizar bien ciertos signos que el itinerario jacobeo va poniéndonos por delante. Todo parece tener un porqué, pero es mejor no querer descifrarlo de inmediato, en caliente. Lo cierto es que nadie a mi alrededor se libró de mi ira al descubrir su ausencia. La razón por la que pasé pronto de semejante estado de ánimo al esbozo de una sonrisa sutil acompañada de una lágrima retenida es un misterio que me cuesta más desvelar ahora al intentar darme primeras explicaciones que afirman rotundamente que, en efecto, la cruz debía quedarse en el Camino de Santiago.

Los pasos más inmediatos nos llevaron a la iglesia de La Portela, donde me descompuso encontrarme, presidiéndola y dándole nombre, a San Juan Bautista. El santo de mi padre justo tras la cruz perdida que me traía afligido! Oración, vela y formulación de la mejor de las intenciones se convirtieron en expresión simbólica de un desconcierto reconducido espiritualmente.

No fue día de vinos y gaitas como el anterior. Pero fue el día de la pera. Sí, la que tomé prestada del huerto existente junto a esa recoleta iglesia. Disculpen sus propietarios y sepan que tan rica me supo que se me aliviaron las penas mientras los kilómetros y kilómetros caminados en esta sexta jornada me hacían reflexionar hasta encontrar una explicación a lo de la cruz, un sentido con unos mínimos de trascendencia que me permitan aceptar la pérdida.

De momento, lo mejor era seguir caminando por el valle del río Valcarce, que nos ha traído desde Villafranca hasta las mismas puertas de O Cebreiro. Ambasmestas, Vega de Valcarce, Ruitelán... Son pueblos donde el cauce de agua invita a remojar los pies antes de llegar a Las Herrerías, sorprendente pueblo que ya existía en el siglo XII con el nombre de Hospital de los Ingleses.

Caldo gallego y truchas permitieron 'galleguear' a las mismas puertas de la región que desde mañana nos envolverá con sus espléndidos atractivos. Y hasta la ternera gallega, no en el plato sino en los prados que cruzamos, nos sale al paso para ir avisando de lo que nos aguarda en la segunda mitad de los 310 kilómetros que nos hemos propuesto cumplir.

Tras La Faba, Laguna de Castilla acunará nuestro sueño sólo dos kilómetros antes del temido Mons Febraurio o Mons Zaberrium que generaciones de peregrinos han sufrido con sus nevadas, vendavales y salteadores de caminos. Si nos olvidamos de unos y otros habremos de concluir que esta ascensión no es peor que el descenso del Monte Irago. Una verdadera cruz. Por cierto, esta jornada que comenzó con la pérdida de la de mi padre culmina encontrando otra cruz a las puertas del albergue. Qué significará este signo?

lunes, 26 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Villafranca del Bierzo, 11-08-16

Oscurece el cielo sin paliativos sobre una ciudad pequeña a la que tanto marca su presencia a la falda de la montaña. El fresco es agradable tras otra jornada de 25 kilómetros que, sin embargo, hemos sido capaces de convertir en una fiesta tras el martirio de la bajada desde el Monte Irago ayer y justo antes de la otra gran subida de estas trece etapas que nos propusimos #3enelcamino: O Cebreiro nos espera mañana. Realmente nos quedaremos en puertas, inmediatamente antes del límite con Galicia.

Quizá por eso, y por su llanura, era un día esta quinta edición del Camino de Santiago para que la música de gaitas nos anticipara ya el inmediato ingreso en la comunidad autonómica más noroccidental de la península así como que nos sumara el buen vino de El Bierzo o que cupiera siesta sobre agradable césped en la ribera de uno de esos ríos que por estos pagos no se disfrutan sólo a base de paseo fluvial o pesca. Bañarse en ellos es el objetivo de los lugareños, aunque no sepan de calores como los agosteños en Jerez.

El caso es que la salida desde Ponferrada por el puente sobre el río Sil ya pregonaba sesteos posibles al albur de tan gratificantes sensaciones. Mascábamos la tranquilidad con que podríamos desarrollar tal etapa entre plantaciones de calabaza, perales, manzanos, castaños y viñedos. Y sólo con ella ya era más fácil ir tejiendo un rosario de visitas a templos que comenzó en San Esteban de Columbrianos y continuó en la ermita del Santo Cristo de Fuentes Nuevas, la iglesia de la Asunción de Camponaraya o la capilla superpoblada de pasos de San Roque en Cacabelos.

En ese ambiente, no dejan de ser muy estimables sugerencias, tan inesperadas como agradecidas, las de los sones de gaitas que nos envolvió en Camponaraya. Nos atrevimos a entrar en el local de ensayo y nos encontramos a dos chicos de la Escuela Castro Bergidum. Corregían una y otra vez un determinado fragmento de una pieza popular. Nos daba igual que sólo fuera eso y no todo un concierto en nuestro honor. Permitidme que reconozca que no sueño más llamativa entrada en la plaza del Obradorio que la que nos brindaría toda una escuadra de gaiteros. Iluso, verdad? Pues dejadme que lo sea si luego soy capaz de hacer fiesta por toparme con estos dos jóvenes instrumentistas en pleno ensayo.

Preparados para otra sorpresa agradable? Ya entré en Cacabelos avisado que no debía dejar pasar la oportunidad de probar los vinos bercianos. Y la aparición a la entrada de este gran pueblo de la sede del Consejo Regulador fue el impulso definitivo. Así, ya en su callejero, un patio nos enseñó una cafetería y tras ella un restaurante y más tarde un hotel, el Moncloa que, por la gracia de Dios, cuenta con una tienda de souvenirs y de productos típicos de la zona que, además, recibe al peregrino con una degustación de una determinada marca. Nos tocó un tinto con cuerpo de las Bodegas Martínez Yebra. 

La dueña, una enóloga cabal, fue junto a su empleada en la tienda anfitriona de esta pareja que le llegaba desde Jerez con tal historia que contar de superación de las barreras del Parkinson por parte de Carmen. Seleccionados peregrinos de la semana para su publicación en redes sociales, fuimos fotografiados brindando, agasajados con empanada de carne, jamón y patata, abrazados y besados. Todo este recorrido camino de Villafranca del Bierzo ya era suficiente sobreexcitación antes de la dura jornada que mañana nos aguarda. Pero aún faltaba el molino del siglo XVII en pleno funcionamiento que nos invitaron a visitar. Una delicia de jornada!

domingo, 25 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Ponferrada, 10-08-16

Llegar a Ponferrada y sentir, a media tarde, que los 27 kilómetros caminados, bajada sólo apta para cabras desde el puerto de la Cruz del Hierro inclusive, han agotado las reservas es un ejercicio sicológicamente duro. Que raro que cuanto más ocurre más comprendemos el sentido del Camino de Santiago. Como alguna vez escribí de la Virgen para mi Pregón del Rocío de Jerez en el año 2000, el Santo Patrón tampoco puede quedarse en su hornacina sabiendo lo que estamos sufriendo por estos agrestes pagos leoneses.

Es como yo veía a aquella María marismeña saliendo a nuestro encuentro en la Romería de Pentecostés, porque a la corredentora y el Pastorcito Divino debemos la alegría de la comunión de bienes y tantas otras gracias de tantos rocíos vividos. Pues bien, sostengo que se ha visto al caballo blanco trotando por estos montes con el barbado Apóstol Santiago vaciando su zurrón de fuerzas insospechadas que derramar sobre nosotros para que alcanzáramos esta ciudad ya en la comarca de El Bierzo.

El Acebo con naranjas y refrescos, Riesgo de Ambrós con el almuerzo que necesitábamos y Molinaseca donde ya nos hubiera gustado remojarnos en su río como tantos vecinos del lugar han ido sabiendo de nuestras limitaciones vespertinas. Pero juro solemnemente que nada de ello empaña la gloria bendita disfrutada esta mañana en la Cruz del Hierro. Sendas piedras blancas y unas oraciones por los nuestros han sido colocadas sobre el montón de ofrendas pétreas que las décadas y décadas de peregrinos de paso por este Monte Irago han convertido en humilladero de sus faltas y liberación de aquellas situaciones que condicionan nuestra felicidad.

Antes, Foncebadón ha sido, con sus ocho únicos aldeanos, el punto de partida tras esa noche fría tan insólita en nuestros agostos bajoandaluces. Después, Ponferrada es, con sus 70.000 habitantes, el de llegada con su condición de población mayor de nuestro camino entre León y Santiago. Pero doy por sentado, aunque sea mi primera experiencia y aún tenga mucho que aprender, que el Camino es sustancialmente rural. La ciudad en la que hoy finalizamos tiene, sin embargo, su aquél. Y, entre sus apetencias postjornada caminante, el Albergue Alea. Es un lugar sencillo en el que Amelia tiene sin embargo en vena el viejo sentido hospitalero.

Le preocupó nuestro retrasillo en la llegada, se alegró vivamente al vernos entrar, escuchó nuestra historia y todo ello lo hizo sacando de inmediato agua para calmar la sed de los peregrinos. Se mereció, desde luego, que le contara la fábula de la chica con Parkinson y el runnero con ínfulas maratonianas. No hay preparación que garantice el Camino físico. Sólo la fortaleza espiritual ayuda. O al menos la mental. Item más, ése es el único cargamento que no debe faltar en la mochila que proclamamos de las cosas imprescindibles. 

Érase una vez un hombre que descubrió fortalezas desconocidas a los cincuenta y, cierto es, enhebró empoderamientos de nuevo cuño en base a la actividad física. Y funcionó. Pero tuvo la fortuna el corredor de populares y medias maratones (de momento) de no perder el sentido, caminando en su ruta jacobea, y percatarse pronto que la debilidad en ese grupo de #3enelcamino (aún hay quien pregunta quién es el tercero) no reside en los efectos que el invisible compañero de fatigas, genera en Carmen.

Sabéis cuántas veces ha tirado de mí en los pedregales montañosos leoneses? Sabéis qué reaños pone en liza cuando los dedos encogidos del pie derecho la paralizan a dos kilómetros del albergue. El río Boeza acaba de ser testigo de ello. Y Amelia, el bálsamo al final del día.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Foncebadón, 09-08-16

El chocolate de Astorga también sana. Sabíamos bastante de la romana Asturica Augusta pero la vorágine del inicio del tercer día de Camino no permitía pensar en el cocido maragato o las famosas mantecadas. El Bar Madrid tenía para nosotros, sin embargo, ése otro manjar con fábricas y producción admirable. Un onzón de tan dulce alimento del que los primeros peregrinos carecieron, no en balde aún no estaba conquistada América ni descubierto el cacao, ha sido energizante adecuado. 

Ha sido al paso por Murías de Redivaldo, Santa Catalina de Somoza y El Ganso que la tableta de marras ha ido cayendo en parte. El resto quedó en el albergue de Foncebadón. Ya veis que, en nombres de pueblos, León es capaz de lo más sublime de la mano de nombres de santo o nomenclaturas con rancias reminiscencias medievales o de lo más enigmático con esa ave en un rótulo al que regalamos una sonrisa porque topárnoslo significa, al fin y al cabo, que seguimos avanzando.

Al contrario que el anterior, en este caso no podíamos presumir un inicio prometedor. Cuatro ampollas en mis pies y dos en los de Carmen daban, entonces, para pocas alegrías. Sería el caso del planteamiento contrario? La generación de esos daños para nuestros pies al final de la jornada anterior podía hacernos pensar que lo que mal empieza bien acaba? Velas al Ecce Homo de Valdeviejas, a la salida de Astorga, por si acaso.

Y el primer sello de un día nuevo en este periplo jacobeo tan cuajado de sugerencias. También ello estampándonos la credencial en este lugar con encanto maragato que, junto al propio de la ermita coqueta e invitadora a la piedad, tendría para esta pareja peregrina nuevo orgullo impreso además del que en Foncebadón nos espera para poner colofón al día. Antes, el de Rabanal del Camino, a seis kilómetros del final.

Esta tercera jornada de nuestro empeño compostelano afrontaba tramos más bellos así como la incorporación de la montaña. Un nuevo ciclo geográfico, dicen. Tierra de leyendas y misterios en cualquier caso me señalan. Tiempo de preguntarse qué hacen tantas cruces en el vallado del tortuoso último tramo antes de alcanzar Rabanal y almorzar.

No paramos de recibir recomendaciones para que cese la etapa en este pueblo en el que brillan su ermita del Cristo de la Vera Cruz, de encantador románico que aún observa un cierto perfume templario en la de Santa María o que dispone de lugares recomendables para comer. Nada de eso es lo que justifica la sugerencia. Más bien la idea de un tramo de por sí largo desde Astorga que, con todo, sólo añade seis kilómetros hasta llegar a la cima. Pero eso no significa que se caminen en un plisplás. 

Menudas pendientes. Repechos en los que la roca de pizarra gana la batalla al suelo fértil. Incluso a la mera pista de tierra. Pero... y si hacer ese último esfuerzo nos evita para mañana una jornada de más de treinta kilómetros y, lo que es peor, comenzarla con esos seis kilómetros que, fundidos como íbamos, hemos tardado casi dos horas en salvar? Nosotros no contemplábamos la incertidumbre. Y no sólo por los argumentos ya expuestos. 

También estaba la reserva hecha en un albergue sencillo y con cierto aire alternativo de nombre sugerente: 'La Posada del Druida'. Manos a la obra pues, a no arrugarse y no temer llegar más tarde de la hora a la que nos hubiera gustado. Total, tiene su encanto la caída de la tarde en la montaña. Pero casi 1.500 metros de altitud nos aguardaban. Desde ahí, eso sí, soñamos ya con la vecina Cruz del Hierro y ese rodar hacia abajo, en dirección a Ponferrada, que nos aguardan al día siguiente. 

Las piedras se amontonan a mis espaldas otorgando hoy a mi improvisado escritorio de madera, en un patio escueto pero suficiente, el aspecto que conviene y marida tan excepcionalmente con el aire puro que respiro. Respiramos profundamente Carmen y yo. No en balde le estamos tomando la medida al Camino. Hechos, lugares, anécdotas, sensaciones...

viernes, 23 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Astorga, 08-08-16


Esto no es como empieza sino como termina. En la vida, en el Camino de Santiago y también en cada una de sus etapas. El tercer día nos aguarda con la Maragatería y El Bierzo como últimas comarcas leonesas. Y este segundo puñado de kilómetros afrontado inmediatamente antes, en este lunes caluroso, es un buen ejemplo. Iba a ser, como vaticinaban, igualmente latoso que la primera jornada, la que partió de León? O querrían Santa María del Camino y el Apóstol que nos aguarda regalarnos mejores momentos y menos dificultades?

La salida desde San Martín del Camino tuvo para nosotros un primer gesto desde el que empezar a encontrar respuestas: un único bar abierto para desayunar y nada de tostadas. Bollería industrial para todos! Pero desde ese momento comparecería uno de esos maizales que a medida que se agota el páramo leonés parecen permitir que la vecina Galicia asome. Y unas fotos divertidas y un bebernos el camino de modo que a las once de la mañana ya teníamos media etapa caminada y Hospital de Órbigo a nuestro alcance. Ayyy que rato más bueno en el pueblo con más sabor hasta el momento!

Alcanzar el puente medieval de origen romano que, con sus 19 arcos, ya fuera nombrado por Antonino fue un abrirse las puertas a un ratito especial. A un lado, Paso Honroso. Al otro, el pueblo que exalto por acogernos en nuestro primer cansancio con una frutería que, placeres a 80 céntimos, tuvo para esta pareja de peregrinos de estreno plátanos y melocotones. Los primeros, consumidos en esa pequeña placita arbolada, sentados a la sombra ante su única iglesia, San Juan Bautista.

A nuestro lado, un veterano visitante asturiano nos asegura, mientras lee 'El Comercio' de Gijón, que lleva 40 años veraneando en Hospital de Órbigo y que está encantado. No muy lejos, un sacerdote busca tan agradecida sombra. También el clérigo está de visita, aunque cumpliendo su diario encuentro con el oficio de la misa en este lugar encantador. Nos sonríe, nos da sus mejores deseos y nos pregunta de donde somos.

Los melocotones, disfrutados con piel y todo en una chopera entre Santibáñez de Valdeiglesias y el Crucero de Santo Toribio, a las puertas prácticamente de Astorga, se convertirían en el último momento agradable de la jornada. Ya lo sabemos, esto no es como comienza sino como termina. El sufrimiento está asomando en inesperados rincones del Camino. Esto es así. Basta con poner todo el empeño en recibirlo con humildad. Lo cierto es que, ya lo sabes, somos #3enelcamino: Carmen, yo y el Parkinson.

Las tomas de levodopa cada cuatro horas y media genera modos de alimentarnos muy saludables por otra parte, por los que respetando una hora sin comer y otra después delimita mucho los horarios para tomar cualquier alimento. Ella se cuida de cumplir con el medicamento y yo abrazo encantado unos horarios que no saben de tramos de ocho kilómetros sin ninguna referencia para almorzar. Así son las cosas, a veces, por estos andurriales.

El acelero necesario pues en la marcha puede desvirtuar el sentido del Camino que se pretendiera vivir paladeando cada paso. Y el resultado ha sido sumar en mis pies cuatro ampollas a las dos de Carmen en el primer día de nuestra ruta jacobea. Dolorosísimo el paso por San Justo de la Vega y la llegada al Albergue San Javier, frente a la Catedral y el Palacio Episcopal obra de Gaudí, abrazamos con tal humildad las circunstancias, creo yo, como para que Santiago Apóstol pusiera a un ángel con nombre de papa santo memorable a nuestro alcance.

En el albergue nos recibe Juan Pablo, un chico generoso y vocacional de esto, un boliviano de cuna que lleva ya diez años en España. Gracias, sanador de cuerpos cansados y espíritus desgastados pero felices, por tu especial dedicación a nuestros pies quebrantados por los kilómetros que ya se van acumulando sin paliativos. Salvo que uno se tope, como ha sido el caso, con la encarnación viva de los viejos hospitaleros medievales.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Diario del Camino: San Martín del Camino, 07-08-16

El páramo leonés parece estirar el Camino. En su llanura asoma el maíz pero la arboleda deseada no aparece. El calor aprieta, la linealidad dictada por la propia carretera es inmisericorde y los kilómetros ya andados castigan al alcanzar Villadangos. Apenas son las cinco de la tarde y había que tener ganas de detenerse, en plena calle Real, para que la panadería que sella credenciales del peregrino hiciera lo propio colocándonos el que sería cuarto testimonio que apuntar para la obtención de la compostela, si consideramos que a la entrada en el albergue de San Martín del Camino llegaría uno más como así fue.

Todo empezó cuando el cura de San Isidoro, aún en León, se convirtiera de puro agasajo a Carmen y a mí en cuna que meciera nuestros sueños con Santiago. Día de santos pues. Y de la Virgen, Santa María del Camino. La Patrona leonesa tiene santuario de fachada modernista, vanguardista si se nos pide ser más precisos en la consideración. El arquitecto Subirats hizo la reforma que, en los años setenta, puso vidrieras (cuenta León con fábrica así como el referente de las de la Catedral) y apostolado estilizado. 

A siete kilómetros del centro, éste otro templo, custodiado por los dominicos, me regaló el trato de otro eclesiástico del que también celebrar su aparición en escena. Revestido con el hábito de la Orden de Predicadores, fue con su aire despistado complaciente anfitrión de la segunda referencia en la credencial. Bendecidos ya íbamos por el sacerdote de San Isidoro, así que bastaba, tras la misa ante la Patrona, buscar su sello para colocarlo tras el del ejemplar templo románico anterior.

También ha sido día de nombres propios. Y lo cierto es que nadie como Isabel. Saliendo de los polígonos industriales, y tras pasar por San Andrés de Rabanedo y Trobajo, se cruzó con nosotros para brindarnos los buenos deseos más efusivos recibidos hasta el momento. Nosotros, predispuestos siempre a la interlocución, a la empatía, al trato directo, no éramos capaces sin embargo a otra cosa que no fuera admirarnos por la actitud de esta señora que, a sus probables sesenta y tantos años, regresó a nuestro encuentro. 

Nosotros? Por qué nosotros? Tanto se nos notaban las albricias ante semejante reto que aún comenzábamos! E Isabel nos acompañó, nos contó ilusiones para decirnos que espera repetir Camino y que nosotros le provocábamos emoción. Nos animó mientras, sin detener nuestra marcha, intercambiábamos impresiones sobre tanto ir y venir de peregrinos que, mochilas en ristre, se convertirían en compañeros a ratos durante nuestra marcha. Ella se ocupó de llevarnos, casi de la mano, hasta el Santuario de la Virgen del Camino.

A Ella me he encomendado cuando, mientras recopilaba estos recuerdos al finalizar la etapa, Carmen me ha enseñado sus pies. Sendas ampollas en los meñiques me han puesto en la tesitura de revestirme de atento hospitalero que, como sastre de la salud, ha debido tomar aguja e hilo para, empapados en betadine, permitir el vaciado de estas molestas vejigas y el drenado y cicatrización del daño en cuestión.

Italianos, alemanes, alicantinos, burgaleses, asiáticas... han cruzado sus deseos con los nuestros a lo largo de un día denso en el que el páramo leonés, con su maíz, sin la deseada arboleda, con sus aves protegidas y el sol de justicia, nos ha puesto a prueba ya en el primer día de nuestro Camino de Santiago, éste en el que el Señor me ha permitido el retrato de esa estampa deliciosa en la que la siesta de mi peregrina, en un puente bajo la carretera hacia San Martín del Camino, describe como pocas escenas la verdad del feliz cansancio jacobeo.

Ultreia et suseia. Hacia adelante y hacia arriba. Por siempre y ya desde este primer día de nuestro Camino de Santiago. Pese al calor y las ampollas.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Diario del Camino: León, 06-08-16

Allá donde quedó aposentada la Legión VII la vida es hoy plácida. Es cierto que, si pregunto por la minería, me hablan de pozos cerrados y pulmones obturados de modo letal a causa de la puñetera sil¡cosis. Pero León se sabe milenaria y las ciudades con ese poso sienten, a buen seguro, la obligación de mantener la serenidad ante los imponderables. Es ese plus al que tanto aporta esta gente adusta que nos recibe con generosidad manifiesta.

Con ellos converso ejercitando ya semejante interlocución a la que imagino posible con los peregrinos con los que Carmen y yo vayamos encontrándonos por el Camino desde mañana domingo. Es en torno a la mesa de la cocina, con un chupito de orujo en la mano, como disfruto de la conversación con Aurora y Manuel. Están llenos de esa sabiduría que dan los años y que, al borde de los setenta, los hace cabales sénecas mientras estamos en capilla.

Ellos son los culpables de haber encontrado el modo de hacer el Camino de Santiago teniendo el punto de partida necesario en el que dejar el vehículo. Y, en él, la vida que incendiar en el 'finisterre' de los cambios posibles, los crecimientos personales valientes y la salida de una zona de confort que se había vuelto más tóxica de lo que jamás hubiese soñado. Un sitio desde el que buscarnos y encontrarnos luego, cuando la compostela sea mucho más que un mero papel.

Estar ya en esta ciudad que tiende puentes castellanos hacia Asturias y Galicia es pues estar asomado, de algún modo, al balcón de una nueva vida. Y la reciedumbre de la cecina y los vinos del lugar paladeados en la Plaza del Grano, a la sombra de monasterio hospedero de las Benedictinas Carbajalas, o en el Húmedo ya ayudan. Y mucho.

Salamanca fue ayer, desde su belleza intemporal, quien se adelantó a enseñarnos las primeras conchas broncíneas empotradas en el empedrado de los aledaños de su catedral. Pero León nos ha enseñado a los primeros peregrinos con los que compartiremos etapas inmediatas. Hacían fila ya a primerísima hora de la tarde en el patio del convento-albergue en el que pintaron nuestras conchas con la Cruz de Santiago.

La Casona de Puerta Castillo nos ha abierto, este mediodía, las entrañas romanas de esta ciudad en la que mañana estrenaremos nuestra condición de peregrinos. La Catedral y sus espléndidas vidrieras nos han señalado más tarde la fe que alimentó esta espiritualidad jacobea tejida a lo largo de siglos y siglos. La 'gaudiana' Casa de Botines, el Palacio de los Guzmanes, la Plaza Mayor, las murallas... León, todo él!

Mientras, en una vivienda del Barrio de las Ventas, nuestras mochilas reposan a unas horas de colocar seis kilos y medio a las espaldas de Carmen y ocho y medio en las mías. Todo está preparado. La ciudad que cambió, por el actual esplendor hostelero, la mala vida de sus sufridos mineros, tan poco aliviadas por las ayudas gubernamentales al sector que sólo llenaban bolsillos interesados, me pregona cosas muy bellas de este Camino por descubrir.

Sólo faltaba elegir bien el punto de partida. Y ni ha asomado de las romanas maneras de los orígenes leoneses ni de las góticas formas de uno de los templos catedralicios más bellos que me haya echado a la cara. El Románico nos introduce mejor en el espíritu de los pioneros medievales de esta cita con el Apóstol Santiago. Por ello, es la colegiata de San Isidoro, desde su misa de peregrinos a las siete de la mañana, el punto de partida elegido.

martes, 20 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Jerez, 06-07-16

Mi vida acaba de cambiar. Bueno... Ningún cambio realmente es fruto de la inmediatez ni de la espontaneidad. Al menos no aquellos que están llamados a conseguir cosas grandes para sus beneficiarios. Así que lo que ha ocurrido hoy en el Juzgado de Familia, siendo clave, es la culminación de un largo proceso en el que han tenido cabida tantas circunstancias como son menester cuando, en plena crisis de los cincuenta, uno sigue buscando la felicidad.

Desaforadas entregas no reconocidas como el esfuerzo durante años y años hacían merecer, vidas paralelas a la caza del bienestar por décadas inédito, decepciones, desajustes, búsquedas, encuentros, harpías, gente de bien, amistades, comprensiones y acogidas generosas. Todo ello cabe en un par de años para, mientras te aferras a convicciones que apresan la posibilidad de dar un paso, alcanzas este día de hoy, tenso pero esperanzador.

Antes que este 6 de julio tuviera algún sentido en mi vida, ya venía preparando la experiencia de mi vida: el Camino de Santiago. No sabía que llegaría a León para iniciar esos 310 kilómetros que inicialmente calculábamos y sus correspondientes 13 etapas con este trámite cubierto. El juicio que cambia mi estado social no era imprescindible para que la experiencia jacobea ya tuviera trazas transformadoras. Pero, a un mes del comienzo, esto es un regalo.

Hace casi un año todo comenzó a encontrar sentido. Y un año después espero a que la experiencia compostelana dicte sentencia sobre aquello que late en mi corazón otrora desazonado y ahora apaciblemente feliz. Al fin. Mis cruces, aquellas que abrazo siempre con diligencia, nunca se me hacen tan conscientes como para que me considere en disposición de asumir decisiones que pudieran calificarse de traumáticas. Pero ha tocado.

Mi recordado padre, aquél que me falta desde hace ya seis años, me enseñó a ser trabajador y resignado, tenaz y esforzado, sumiso y entregado a la familia. Y así he sido. Y así soy. Pero se acabaron ciertas secuelas personales que arrastro por aguantar haciéndome el superhéroe que Dios nunca me pidió ser. Echármelo todo a la espalda en interminables jornadas laborales de mañana, tarde, noche incluso madrugada no me ha aportado la felicidad.

En cualquier caso, abrazar la cruz cada Domingo de Ramos es un signo de mi voluntad. Siento con toda aflicción el dolor provocado, especialmente a mis hijos, pero era necesario y aspiro a que todos vayan dándose cuenta que papá infeliz no puede alentar hijos felices. Por eso tocaba cambio. Ahora sólo quiero pasar de puntillas por este día en el que los reencuentros a las puertas de la sala no son el mejor lenitivo contra mi confuso estado de ánimo.

Todo resuelto, pues, ahora es más fácil. Lo primero, que el Camino de Santiago que realizaré desde el 7 de agosto constituya la experiencia reparadora del pasado, reflexiva sobre el presente y decisiva para el futuro. Lo segundo, la lectura que a posteriori sea menester realizar para construir mi vida por venir. Por ello es aquí, en la tarde extraña de día tan importante, cuando comienza un Diario del Camino que no volveré a tocar hasta que llegue en un mes a León.

Mientras, me solazo en el año vivido con Carmen. Su parkinson es mi parkinson. Su asociación es mi asociación. Sus cosas son mis cosas. Han sido doce meses cuajados de su generosidad. Su mano se ha agarrado a la mía para dictar sentencia cuyo auto dice que mi vida tiene futuro. Los encuentros con su gente, mi running... Ahora, con las mochilas, las piernas y el ánimo en preparación, alentamos nuestra ilusión con los hagstag #3enelcamino y #pkjerez.

lunes, 19 de septiembre de 2016

El Puerto dedica su feria de 2017 a Jerez

Aunque nunca falte quien sociológicamente encuentre que, mientras El Puerto de Santa María mira más hacia la Bahía, Jerez lo ha hecho históricamente más hacia Sevilla, hay muchos hechos que de modo innegable han enlazado a una y otra población. 

Poco más de diez kilómetros de distancia no hacen sino establecer una cercanía que va mucho más allá de la mera distancia. A ello hay que unir que el Guadalete ha constituido secular lazo desde que tuvo playas en San Telmo hasta que la transfiguración del litoral hizo a los jerezanos buscarlas en La Puntilla nuestros abuelos y posteriormente en Valdelagrana.

Y están los vinos unidos en ese triángulo mágico que conforma el Marco. Los lógicos trasiegos comerciales -creación inclusive entre ambas poblaciones de la tercera línea férrea de España- han hecho a las bodegas agentes de unas fraternas relaciones innegablemente productivas.

El vino fino que da nombre a la Feria de El Puerto de Santa María es tipología que no falta en los catavinos de la cita del Parque González Hontoria. Tampoco el caballo que titula a la jerezana falta anualmente a el encuentro con el popular recinto de Las Banderas.

No faltan pues motivos para un reconocimiento como esta dedicatoria de la cita festiva portuense del próximo 2017 que acaba de ser anunciada y que, sin lugar a dudas, entre los jerezanos debe ser motivo de especial orgullo. Ojalá dé el rédito deseado a los impulsores de esta mirada al otro lado de la Sierra de San Cristóbal.

domingo, 18 de septiembre de 2016

El Parkinson, escuela de amor

Hace poco más de un año apareció en mi existencia alguien luminosa en quien no sólo sonríe su boca, lo hace cada detalle de su rostro a poco que se le da pie a ello; un talante lleno de esperanzas, curiosidad y pasión por la vida que sorprende por la transparencia de su alma, por la claridad de sus intenciones, por la exquisitez de su trato, por la simpatía, por la capacidad de sacrificio; alguien con tantas cosas que dar a quien tuviera la fortuna de ser su elegido que lo difícil es estar a la altura.

Ya sabía de ella, de Carmen. Pero la relación puramente profesional entre periodista y presidenta de la Asociación de Parkinson no sugería que ocurriera más que aquello que, eso sí, me puso en contacto con la situación de unas personas que a diario luchan por una calidad de vida que sortee en la medida de lo posible sus problemas de movilidad y de otra naturaleza con gran voluntad, compromiso de sus familiares, la medicación correspondiente y las terapias generadas desde esta entidad.

La pérdida de dopamina, las necesidades de levodopa, la aparición de las discinesias, la rigidez, los parones, los riesgos de la ingesta de proteínas en según qué momentos del día, el agarrotamiento en los pies... Todo ello comenzó a hacerse presente en mi vida con una curiosidad que, desde hace algo más de un año, es mucho más que puro interés periodístico. Nada de todo ese conocimiento que arribaba a mi vida invitaba a otra cosa que a seguir profundizando en una relación cargada de responsabilidad.

Nunca me paré a pensar más allá de lo que el corazón dictaba. Sólo lo hacía para intentar conocer una realidad en la que ya me veía con necesidad de estar a la altura. Pero cómo estarlo sin que, por ello, deje de ser una relación entre iguales? Cómo establecer en la relación horizontal que creo fundamental para el éxito de toda pareja las claves de la existencia de un tercero en discordia, el Parkinson? Es posible el amor entre iguales cuando una de las dos partes aporta semejante acervo sintomático?

Hace unos días he completado con Carmen el Camino de Santiago. Sueño antiguo mío, reto para ella, responsabilidad por la que someterlo a las exigencias de trece días consecutivos caminando desde León a razón de veintitantos kilómetros diarios. Y el Parkinson se hizo presente, claro que sí, pero por medio de los hastags de nuestras camisetas (#3enelcamino y #pkjerez) más que por una incidencia que resultase mucho más molesta a diario que para cualquier otro peregrino cansado y con ampollas.

Cuando de éstas últimas ella cosecha dos y yo cuatro, qué indica que los movimientos de una favorezcan, Parkinson mediante, mayor vulnerabilidad que los del otro? Item más, en los primeros días llegaba la subida al Monte Irago en una jornada en la que, tras almuerzo en Rabanal, tocaba subir a Fondebadón afrontando un repecho en el que ella tiró de mí hasta alcanzar la cota de 1.500 metros. Consta en mi Diario del Camino tan espléndido rendimiento así como mi perplejidad, mi agradable sorpresa por ello.

Pero iba preparado para cuando tocara lo contrario. Qué podía hacer yo entonces? Hasta donde podía ser algo más que mero testigo cordial de cualquier episodio? Mi capacidad de planificación ayudó en la configuración de etapas que, fijadas las horas de tomas de medicamento y las de ingestas de alimento en función de las necesidades marcadas por el momento de las pastillas, ayudaron en un momento que unía al ejercicio peregrino nuevos neurólogo y horarios para la medicación. Algo era algo.

La situación era que, a razón de cuatro horas y media entre pastilla y pastilla con respeto a la ausencia de comida alguna una hora antes y una hora después de cada una de estos encuentros de Carmen con la levodopa, no era fácil en marcha que los momentos determinadas para las ingestas alimenticias pudieran coincidir con la presencia en una población o con las circunstancias mejores para ello. Sobre plano, sin embargo, pudimos ir tomando las mejores decisiones en cada caso.

No era poco. O eso creemos. Finalmente ello, el orden inquebrantable en los horarios así como atención a cualquier insuficiencia física que tuviera y grandes dosis de serenidad y otros estímulos que le evitara tensiones innecesarias y generaran todas las felicidades puntuales a mi alcance, parecían mucho. El resto se lo dejamos a la levodopa, a la alimentación puntual y al descanso necesario y reparador. Y a algo más: el amor, que en algún sitio leí que ayuda ante el Parkinson. Comprobado está. Creo.

Desde que conozco a Carmen creo, en mi insuficiente conocimiento aún del Parkinson o de qué está en mi mano para que mi presencia junto a ella fuera mucho más que la de mero espectador de síntomas, que si en algo puedo incidir es en su estado anímico. Intento siempre ser generador de serenidad en su entorno cuando llegan las discinesias o los parones. Si su reacción emocional a las limitaciones físicas inevitables es la más positiva quizá yo pudiera convertirme en sostén de su habitual positividad.

Llegábamos a Ponferrada el día en el que el esfuerzo físico alcanzó su punto más álgido. Caía la tarde en el puente sobre el río Boeza y el albergue apenas si estaba a dos kilómetros. Pero no era posible mayor rendimiento que el ya cosechado tras bajar esa mañana desde la Cruz del Ferro por ese camino de cabras que, en los pocos kilómetros que llevan hasta El Acebo, hace descender en sólo un puñado de kilómetros un total de mil metros de altitud sobre una cruda vereda llena de piedra de pizarra.

Atrás quedaban Riesgo de Ambrós y Molinaseca y Carmen respondía con fortaleza evidenciada en su cara, aunque la procesión ya iba por dentro. Ponferrada en el horizonte (ya lo estaba cuando a las once de la mañana bajábamos las estribaciones del Irago) nos enseñaba el final de la ruta de ese día cuando, asomados al Boeza, llegó uno de los peores episodios con los que daba la cara el Parkinson: los dedos agarrotados retorcían los pies sin que fuera posible más que mi serenidad y paciencia.

No sólo nos ha permitido el Camino de Santiago poner a prueba los problemas de salud frente a tan exigente compromiso físico. También me ha enseñado cómo reaccionar y ponerme a disposición de un estado anímico esencial para que la respuesta física a la dificultad llegara del mejor modo. Y, además, las experiencias más rentables en términos de unión entre dos personas que, en esas circunstancias, afrontan su existencia con la confianza puesta en la prosperidad del proyecto de vida que fraguan.

Ahora lo que ha sido bueno en el Camino de Santiago debe seguir siéndolo a lo largo de la vida normal y cotidiana. O no? Hete aquí, sin embargo, que aún en estos días en que escribo sufrimos, ambos, un extraño síndrome por el que las rarezas desde que nos quitamos mochilas y botas nos tienen necesitados de resortes por los que recuperar aquello que fuimos. Nos pasa a todos. Cómo le afecta a ella? Cómo reacciona el Parkinson, que tan bien respondió a la dura experiencia, cuando ya toca normalidad?

Ella acude al encuentro con la cotidianidad sin que falte un punto de desánimo, de decepción por la vuelta a lo que llaman normalidad, de melancolía por lo vivido y hasta de morriña adoptada del carácter gallego que traemos revestido en nuestro regreso a Jerez. Incluso si ha de rehacer horarios de tomas ante las coyunturas diarias que vuelve a acometer es un dilema. O si su vida de siempre puede empaparse de valores del Camino como el sosiego o la dedicación plena al presente. Ya llegará mañana.

El caso es que uno de los aprendizajes fundamentales del Camino quizá sea que no podemos devolvernos al hastío de una normalidad que no adopte algunas de las trazas experimentadas en la experiencia jacobea. Cómo olvidar, en aras de la cotidianidad, que Carmen tiene la capacidad de tirar de mí en repechos como el que nos llevó a Foncebadón? Pues quizá no se deba hacer dejación de seguir asumiendo todo aquello que el cuerpo nos pida. Porqué no nos tiramos ahora en paracaídas?

Ya hemos decidido que haremos cosas sorprendentes desde este momento. Y ello no porque haya nadie a quien debamos causar admiración por el tono que la vida de una persona con Parkinson adopta con reestrenado vitalismo. No. La cuestión es que lo que procede es vivir con intensidad ante aquello que sólo desde la intensidad manifiesta las dificultades que, en el Camino o en éste otro que nos hace peregrinos de la vida, asumen cada día las personas afectadas por esta situación de causa neuronal.

Carmen asegura que su amigo especial está entristecido desde que todo acabó en la Catedral de Santiago y luego Finisterre. Y ello puede sorprender pero yo doy fe que retos como éste pueden silenciar los síntomas. Pese a que necesite tranquilidad. Pero 'Peregrino Parkinson' ha ido entretenido. Eso sostiene ella. Eso he comprobado de algún modo yo. Y ahora, cuando parece incluso enfadado, es cuando uno se pregunta si no sirvió de nada la experiencia para el modo en que mi pareja asuma ahora su futuro.

Ser pareja de una persona con Parkinson es, fundamentalmente, aprender a diario. Y saber que, pese a cualquier modo de reacción que pergeñemos en favor de la generación de buenos estímulos, siempre puede llegar una tensión, una discusión, un mal genio que a uno lo deje en la incertidumbre. Es que ella tiene un carácter insoportable o es una reacción del amigo de marras? Y, aunque uno quede siempre en la duda, redoblar el esfuerzo en busca mi mejor respuesta tendrá frutos siempre.

Por ello hay que atraerse a la vida cotidiana todo aquello que, en la excepcionalidad, somos capaces de poner de modo extraordinario por nosotros mismos y por quien tenemos cerca. Si somos capaces de ello conseguiremos el cumplimiento del objetivo transformador de nuestras vidas que llevábamos en la mochila. Y dará igual poner ese plus porque la persona que está con nosotros tenga Parkinson o porque tenemos la necesidad de abonar a diario el amor que sentimos por ella.

Publicado en https://portal.unidoscontraelparkinson.com/