lunes, 6 de abril de 2009

Palmas a la Estrella en su cuadragésima salida


San José, mi colegio durante siete años, abrió ayer sus puertas a una Hermandad lasaliana que se dotó de imagen de la Virgen poco antes de mi llegada al centro. El Domingo de Ramos bendijo este año sus palmas para renovar los hosannas a Cristo Rey. Pero la algarabía jerosolimitana que representaron, un año más, sus cofrades sobre el paso dorado de su misterio pareciera alzarse, igualmente, por la Madre del que recorrió, con no menos alegría que entonces, las calles de la ciudad de Jerez inaugurando protocolariamente su Carrera Oficial.
Nuestra Señora de la Estrella ha cumplido estos días su cuarenta aniversario de presencia entre nosotros ocupando el primer paso de palio en el centro desde entonces. Y ayer no se podía ocultar ese 'qué sé yo' que ilustraba convenientemente la ocasión. Hasta las filas de nazarenos coronados por el raso azul celeste parecían haber crecido y las palmas convertidas en masiva insignia de la cofradías más doradas, más festivas. Y la Hermandad aprovechó las ganas de Semana Santa de los jerezanos para convertirlas en elemento conmemorativo.
Sin embargo, no hizo falta ningún aditamento al propio acontecimiento de la llegada de una nueva celebración pasionista para que miles de personas parecieran reiterar la escena de los mantos tendidos sobre el suelo santificado por una primera procesión. Homenaje convertido en las mejores galas veinte siglos después. Y el tiempo acompañaba. El cielo, un espejo que reflejaba el cromatismo de los capirotes lasalianos, se puso a la altura de las circunstancias animando al arreglo de un público que no abandona las peculiares de su idiosincracia en días como éste.
Así fue que, aparecida la cruz de guía de los hermanos Buzón por la plaza de San Marcos y el resto de la collación camino de Tornería, el ambiente se revistió de la tradición convertida en novedad. Entre lo habitual, teniendo en cuenta la edad de esos nazarenitos de penitencia tierna, se encontró, una vez más, el desbordamiento de unas filas que parecían mezclarse con el público a base de apreciar a muchos de ellos, en brazos o de la mano de los ocupantes de las aceras o los palcos. Todas las familias son, al fin y al cabo lasalianas en Jerez.
Fue durante el 125 aniversario que la obra de San Juan Bautista de la Salle cumplía recientemente en la ciudad que fuera formulada la expresión sobre la rareza de que en alguna casa faltara el referente o vinculación a alguno de tres colegios. La presencia de los banderines que, ha no mucho, confeccionara Ildefonso Jiménez llevó ayer al cortejo esa vertebración en los tres focos del lasalianismo local: San José, La Salle-Buen Pastor y Mundo Nuevo. Y alineados muchos de sus alumnos y sus ex-alumnos en ese cortejo precioso dan fe de ello.
Así llegó a la Catedral para, luego, abordar, de regreso a su casa, una de las pocas novedades que los itinerarios de esta Semana Santa recogen este año: la Borriquita por Limones, Luis Braille y el Carmen. Estampa inédita se reservó el Domingo de Ramos para una caída de la noche especial que no faltó quien buscó al son de las cornetas y tambores de la Banda del Santísimo Cristo de la Victoria, de León. La presencia de esa formación castellana también llamó la atención, aunque sólo fuera por la singular procedencia tan poco habitual aquí.
Mandó el paso Martín Gómez, otra novedad en una cofradía que atrás deja la dilatada trayectoria de Florián Utrera. Lolo Serrano repitió al llamador del paso de palio de la Virgen de la Estrella. Y lo hizo con la soltura ganada y con el desprendido amor a su cofradía. Ahí, en torno a la Virgen, se apilaban buena parte de los recuerdos de una jornada que asistía, en efecto, a la cuadragésima salida procesional de la imagen que saliera de las gubias de Sebastián Santos y que un día encontraran aquellos juveniles cofrades, ya veteranos y algunos ausentes, en su taller.
Las anécdotas del encargo del paso de palio, su confección, la financiación y hasta el traslado en aquel camión de las Bodegas Domecq que se recuerda entrañablamente en la Hermandad ya fueron degustados en una noche cuaresmal con nostalgia y alegría. Mientras, sonaban los compases de la Municipal de Chiclana tras la Estrella, parecían colgarse de los brazos de sus candelabros de cola para quedar convertidos en singulares atributos de una belleza sin igual. Especialmente en las estrechuras de Sedería, Santo Angel o Tornería.

(La Voz, Lunes Santo, 06-04-09)

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