Las Viñas triunfó en el centro de Jerez. Abrir la jornada procesional de la tarde del Viernes Santo como lo hizo la Hermandad de la Exaltación constituyó un importante aperitivo para una día de la Semana Santa que se completaría con gran empaque con las cuatro cofradías que llegarían a la Carrera Oficial tras ellos. Y la puntualidad exquisita evidenciada, y muy agradecida dadas las circunstancias concurrentes el año pasado como ejemplo de una tónica peligrosamente asentada, fue un puntal fundamental ya impuesto cuando a las siete de la tarde clavaba el horario en Palquillo la cruz de guía de maderas oscuras y de talla calada que caracteriza a la corporación primera.
La cincuentenaria cofradía, que durante 2009 celebra su efeméride fundacional, llegó a Cristina tras tres horas de ida que no olvidaron al barrio lo que, dadas las circunstancias, le impidió marchar de frente en la dirección natural desde su templo parroquial. Hacia atrás por Alcántara, Viñedos y Magallanes se encontró con unos vecinos que ya se quedaron para acompañar a la cofradía que, tras cruzar la Fábrica de Botellas se encaminarían, con las trazas que la dotan de su personalidad acusada, hacia el centro. Y ello ya se asentaba sobre las patas de unas novedades concentradas fuertemente en el paso de misterio, ese barco de proporciones tan espectaculares.
Ahora, su canasto, ya comenzaba a enseñarse desde gubiazos tan bien dados por Paco Pineda en la sevillana plaza del Pelícano. Y, sobre él, los del artista Fernando Aguado llevaron la mirada, con extraordinaria facilidad, hacia la incorporación del santo varón que completa la escena. Junto al romano y las mujeres apuntan a un final atinado en torno a la imagen del Cristo de la Exaltación de Luis González Rey. Lástima que aún permanezcan las otras, más antiguas, que no por quedar más escondidas soportando el peso de la cruz de se está izando dejan menos evidente que se trata de una imaginería impropia ya del Viernes Santo jerezano.
La Sentencia tocando marchas tras este paso terminaba de envolver la estampa de un momento evangélico cuajado de resonancias teológicas en torno a la cruz que es centro del Viernes Santo. Exaltada en esta hermandad sacramental, también mostraba, en elementos eucarísticos como el lábaro o los hachones sacramentales, ingredientes de gran sentido. El cíngulo rojo a la cintura de sus nazarenos, más que el año anterior sin duda, es signo de este tono eucarístico. Y ello conviene recordarlo cuando uno escucha que no pega con el azul de antifaz y capa, inmaculismo en el hábito penitente que junto a la presencia sacramental dan a Las Viñas tono reformista post-protestantismo. Un alarde de hace medio siglo para tonos religiosos de hace medio milenio.
Por detrás, la coronada Virgen de la Concepción, con música llegada desde Huévar del Aljarafe, era, allá por donde iba pasando la cofradía, colofón ello. La Virgen bonita de Manuel Prieto Fernández iba recordando que su autor ya nos falta. Entre caídas y manto de Carrasquilla, advirtió de su importancia devocional. Fundamentalmente en un barrio que la llevó entre algodones hasta la Catedral para, más tarde, devolverla a la parroquia enmedio del mayor enfervorecimiento que aún es posible encontrar en cualquier barrio de la ciudad. (La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)
La cincuentenaria cofradía, que durante 2009 celebra su efeméride fundacional, llegó a Cristina tras tres horas de ida que no olvidaron al barrio lo que, dadas las circunstancias, le impidió marchar de frente en la dirección natural desde su templo parroquial. Hacia atrás por Alcántara, Viñedos y Magallanes se encontró con unos vecinos que ya se quedaron para acompañar a la cofradía que, tras cruzar la Fábrica de Botellas se encaminarían, con las trazas que la dotan de su personalidad acusada, hacia el centro. Y ello ya se asentaba sobre las patas de unas novedades concentradas fuertemente en el paso de misterio, ese barco de proporciones tan espectaculares.
Ahora, su canasto, ya comenzaba a enseñarse desde gubiazos tan bien dados por Paco Pineda en la sevillana plaza del Pelícano. Y, sobre él, los del artista Fernando Aguado llevaron la mirada, con extraordinaria facilidad, hacia la incorporación del santo varón que completa la escena. Junto al romano y las mujeres apuntan a un final atinado en torno a la imagen del Cristo de la Exaltación de Luis González Rey. Lástima que aún permanezcan las otras, más antiguas, que no por quedar más escondidas soportando el peso de la cruz de se está izando dejan menos evidente que se trata de una imaginería impropia ya del Viernes Santo jerezano.
La Sentencia tocando marchas tras este paso terminaba de envolver la estampa de un momento evangélico cuajado de resonancias teológicas en torno a la cruz que es centro del Viernes Santo. Exaltada en esta hermandad sacramental, también mostraba, en elementos eucarísticos como el lábaro o los hachones sacramentales, ingredientes de gran sentido. El cíngulo rojo a la cintura de sus nazarenos, más que el año anterior sin duda, es signo de este tono eucarístico. Y ello conviene recordarlo cuando uno escucha que no pega con el azul de antifaz y capa, inmaculismo en el hábito penitente que junto a la presencia sacramental dan a Las Viñas tono reformista post-protestantismo. Un alarde de hace medio siglo para tonos religiosos de hace medio milenio.
Por detrás, la coronada Virgen de la Concepción, con música llegada desde Huévar del Aljarafe, era, allá por donde iba pasando la cofradía, colofón ello. La Virgen bonita de Manuel Prieto Fernández iba recordando que su autor ya nos falta. Entre caídas y manto de Carrasquilla, advirtió de su importancia devocional. Fundamentalmente en un barrio que la llevó entre algodones hasta la Catedral para, más tarde, devolverla a la parroquia enmedio del mayor enfervorecimiento que aún es posible encontrar en cualquier barrio de la ciudad. (La Voz, Domingo de Resurrección, 12-04-09)
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