Me han dejado pensando esas figuras que, en esculturas de figuras esquemáticas o grafismos amparados en las nuevas tecnologías, analizan una naturaleza esencial del ser humano poco discutible: en marcha somos más nosotros mismos, así cuando caminamos, bailamos, corremos...
Y no quedarse quieto, tampoco moverme desaforadamente, explica bien el sentido de ese 'semper itinere' que enarbolo en varios estados de mis redes sociales. Sin prisas pero sin pausas podría resumirse. Como en el Camino de Santiago, que tanto me inspira a diario la experiencia vivida en dos ocasiones.
Hay quien no consigue entenderme en este momento de mi vida. Y doy gracias a Dios por no generarme la necesidad de explicarlo. Pero alguna vez encuentro la herramienta que lo facilita. Como en esta ocasión con la obra de Opie. Por ello no me interesan los paisajes que ya quedaron atrás. Llegan otros. Y luego más.
Tantos lugares me invitaron a detenerme por lo bueno del sitio como momentos de mi vida hay en los que sentí bienestar. Pero ni unos ni otros paran la inercia de mi marcha. Semper itinere. Y en la libertad y la parsimonia de esa marcha encuentro un plus de mi actual felicidad. Sin alharacas. Sin mochilas.
Cumplo la mitad de mis vacaciones que, de momento, han resultado poco móviles. He de reconocerlo. Por eso estoy deseando, tomar el volante de mis inquietudes y expectativas, que llegue este inmediato miércoles y que los diez últimos días antes de la reincorporación laboral cumpla el aserto. Semper itinere.