miércoles, 28 de diciembre de 2016

Romance de la M-30

Despidiendo el Dieciséis,
allá donde la Manuela,
se reunirán los recuerdos
de vida tan pinturera.

El año había sido intenso
saliendo de la tormenta
y las luces, tras las sombras,
recogen ya la cosecha.

Así es como cogemos
con ganas nuestro ford fiesta
y nos vamos a Madrid
el que suscribe y Carmela.

Nochevieja en esos pagos
del oso y su madroñera,
Neptuno, el Prado y Cibeles,
el Bernabeu y la Carmena.

Ay Carmena de mi vida!!
La que me lías es buena.
Ves contaminado el cielo
y decides con destreza...

que el tráfico es muy malo,
que los humos nos camelan,
que la mitad de los coches
se queden en duermevela.

Que las matrículas pares
no pasen de la M-30
y que si vas y te atreves
a multitas te revientan.

Ay, Señor, miremos Carmen
que yo no me sé la nuestra!
Que termina en cero dices???
Mandan huevos, qué sorpresa!!

Llegaremos al hotel??
O se encuentra en la refriega
de ese centro madrileño
que la de Podemos cierra.

Que está junto al Manzanares??
Por allí va la M-30!!
Ay, que disgusto más grande!!
Pero en cuál de las riberas??

En la de Carabanchel??
Al fin una buena nueva!!
Ea, pues allá nos vamos.
Y no inventes más, Carmena!!


viernes, 23 de diciembre de 2016

Romance de Navidad

El ruido se va acallando
por obra de esa verdad
que llega como silbando
un misterioso cantar.

Dice, en su estribillo,
que es momento de paz.
Digo que no hay más brillo
que saberlo escuchar.

Así fue, entre zambombas
que cesaron de zumbar,
que la veraz cantinela
envisperó a la ciudad.

Y llegamos al Jerez
de las calles 'alumbrás'
apagando muchedumbres
que comienzan a soñar.

Zum zum de gozos maduros
susurraría sin más
quien ya curado de espantos
piensa en todos los demás.

Los que quedaron absortos
y sin saber escuchar
el grito sordo que explica
las cositas del penar.

Llegando la Nochebuena,
apurado en el zaguan
de la vida que sonríe
al hombre y su cantar...

pareciera buen momento
de pedir al del altar
que perfume los minutos,
la prestancia y el solaz.

Que llega uno al pesebre
y lleva hasta el portal
duquelitas que se curan
con la sonrísa cabal...

de ese Niño al que miro
con el dulce paladar
que da sentido a este tiempo
que llaman de Navidad!

viernes, 9 de diciembre de 2016

Romance del bolígrafo eterno

Que no se queda sin tinta
pese al uso que no cesa,
que a escribir no hay quien me gane
y por eso me embelesa.

Que no se queda sin tinta!!
En tan sublime sorpresa
reside la confusión
en que este caso me deja.

Pero paro en el asombro,
que mi palabra os expresa
los porqués de la leyenda
del bolígrafo de eterna...

capacidad escritora
que me llevé en las calendas
en que hiciera el Camino
y que aún sigue en la brecha.

Os explico que busqué
que la ruta jacobea
completara un diario
convertido en encomienda.

Libreta con su gomilla,
de plástico la carpeta,
y este bolígrafo dentro
para crónicas tan ciertas...

que cada tarde aliñaba
con una emoción nueva.
El único que llevaba,
ésa la única pega!!

A Santiago pedí
que me llegara de vuelta,
que completara el diario
y que entonces se muriera...

el bolígrafo de marras
cumplida ya su tarea,
con ello ya me bastaba,
en ello mi fortaleza.

Pero sepan sus mercedes
que el Apóstol no se arredra
y quedó atrás agosto
y la etapa vendimiera...

y octubre y hasta noviembre
que nos trajo la fresquera...
Y el artilugio aquí sigue,
dejando su tinta impresa!

La barra luce vacía
desde casi que volviera.
Fue el milagro inesperado
de la ruta jacobea?

Pero me temo que ahora,
escribiendo entretelas
de políticas noticias
en tediosísimas ruedas...

se derrita muerto de asco
por descender de experiencias
que sublimaron el alma
sobre nuestras compostelas...

hasta las cosas terrenas
que, más allá de novelas,
consignan lo tremebundo
de este mundo de apariencias!


miércoles, 7 de diciembre de 2016

Romance del puente

Ya el sofá conoce mis anhelos
y sospecha que tengo mil razones
para ociar como hago en este puente
al albur de negar obligaciones.

Ya se sabe cada una de mis cuitas
con la agenda que a diario sobrepone
las tareas que juntar letras me dicta
cancelando estas otras aficiones.

Ya el mullido cojín que aprisiona
voluntades, empeños, vocaciones,
afanes, esfuerzos y encargos
conoce todas mis satisfacciones.

Ya se aplica en cundir esa hermosura
que supone tocarse los... blandones
sin listado de cosas y quehaceres
que a diario apagan los sabores...

de ese gusto por relajar meninges
abogando por quietudes y parones,
desperezando la vida sin complejos
ni pesares que me arranquen a jirones...

alegrías como ésta que confieso
y que luzco en este día sin reuniones,
canutazos o ruedas de prensa
de munícipes y sus declaraciones.

Que viva mi sofá y sus grandezas!
Que tarden en llegar obligaciones!
Que mi pijama siga siendo piel
en este puente de constituciones...

y loas a María, la más pura
de todas las posibles concepciones!
Que esperen micros, cables, grabadoras...
que sigo con mis gozos remolones!


domingo, 6 de noviembre de 2016

Diario de Camino: Jerez de la Frontera, 01-11-16

Es día de Todos los Santos y uno de ellos sigue presidiendo nuestra mente cuando, dos meses después de la anterior página, este Diario de Camino se ve urgido a no ser cerrado sin recoger antes las últimas experiencias cosechadas y que merecen ser consideradas fruto de nuestra ruta jacobea. Santiago nos mantiene peregrinos y nuestra vida en Jerez, al ostentar nuestra existencia la necesidad de cambio que nos mandó a León con toda la ilusión, ha sufrido estertores y sacudidas que anoto primoroso, honesto y felizmente transformado.

Ocurrió que las rarezas generadas durante esos trece días caminantes aún fraguarían sorpresas en jornadas que más parecieran necesitar ya el horizonte de la normalización para quienes, con hijos, trabajo, dedicación a la asociación Parkinson Jerez..., merecían no quedarse atrapados en la experiencia. Y ocurrió que ajustar logros y pérdidas de uno y otra para aunarnos en la vida de pareja que veníamos acuñando traería la inesperada pena de la ruptura. Dos veces en cuatro días. Coletazos del pasado y vulnerabilidades del presente de por medio.

Aquellos que supieron superar juntos el pésimo sesteo bajo aquella carretera camino de San Martín, quienes se cosieron mutuamente las ampollas dejando en los pies del otro todo su amor, los que se pusieron chorreando con la lluvia de Lavacoya sin por ello perder la sonrisa... Aquellos que tan atinadamente supieron sufrir juntos tenían aún intolerancias que terminar de saldar llegados a Jerez. Y salieron a relucir. Y destrozaron el corazón. Y nos separaron en días tanto o más dolorosos que el episodio de la cruz perdida en Trabadelo.

Cuando el destino de los días es repensar que, quizá, el Apóstol dicta sentencia de distancia tras tan trascendental experiencia uno puede fácilmente concluir que, alea jacta est, las cosas son como vienen. Y ello sin restar ningún beneficio de los que ya habíamos confirmado a nuestro Camino de Santiago. Pero, y si el efecto que tocaba era el de la última espoleta que detonara la reacción necesaria? Y si esto no era sino el empujón a hacer lo que hiciera falta porque sólo las narices echadas a tiempo permiten salvar el repecho en el itinerario?

Se imponía una exigencia de esa fidelidad extrema que semejante sentimiento exhibido requería. Se anotaba una visita que recondujera sicológicamente a mentes tan inquietas y a corazones tan comprometidos. Urgían promesas de futuro decididas y valientes. Pendía de nuestro proyecto común la espada del damocles de la falta de confianza. Pero ambos sabíamos que la vida tiene, tras las ampollas de Astorga, el vino de Cacabelos. Y lo supimos vivir y beber, con gran fortuna para quienes cosecharon días amargos en septiembre y octubre.

Y el dolor se individualizó en cada uno por separado. El sentimiento era sin embargo el mismo, pero la visión distinta. Yo me negaba a confiar en el destino aquello que merezca no perder. Carmen, convencida como yo que merece lo mejor del universo, ponía en manos de tan cósmico agente aquello que el futuro le tuviera que deparar. No eran las estrellas las que guiaron per secula secularum a los peregrinos a Santiago? Pues si a la Vía Láctea confiáramos nuestro camino porque no fiarnos de aquello que el Cielo dicte sobre nosotros?

Hace hoy justo un mes decidí, sin embargo, retar al universo. Me negaba a aceptar la ruptura. Carmen encabezaba a los suyos en un encuentro en el Coto de la Isleta y yo, desde Jerez, sufría y me crecía en el dolor. Así me comenzaron a llegar noticias desde el encuentro organizado por la Diputación para las asociaciones de Parkinson de la provincia. Así me aventuré, sin flechas amarillas que me guiaran, a reconquistar los espacios comunes que descubrimos para nuestra nueva vida. Así, fortalecido como nunca, la busqué de nuevo.

Sólo cuatro días después había apartamento alquilado y comenzaba, como sin darnos cuenta, una convivencia que, aun a dos techos, nos pusiera en marcha. Hasta este momento que ya gozamos no se evidencia de modo nítido el camino iniciático que se nos había aventurado antes de partir desde Jerez a principios de agosto. Todo tiene ya sentido. Pero la siembra que ahora cosechamos requirió de la tierra fértil de nuestro espíritu peregrino que, en sendos anillos, deja grabado un compromiso de matrimonio: Ultreia et suseia!

viernes, 7 de octubre de 2016

Diario de Camino: Jerez de la Frontera, 04-09-16

Raro concepto éste de la normalidad. Dos domingos después de aquél que nos llevó a Finisterre, plantándonos ante la infinitud de ese horizonte oceánico sobre el que peregrinos de todos los tiempos depositaron sus miedos, la incorporación mañana lunes a mi puesto laboral tras las vacaciones más constructivas que haya disfrutado nunca me colocan ante ese otro abismo en el que se convierte vivir lo cotidiano con semejante acervo de experiencias que constituye el Camino de Santiago.

Si han de aparecer monstruos en mi vida que sepa heredar la fortaleza con la que aquellos que, a lo largo del Medievo o la Edad Moderna, se asomaron a la espalda del faro de Fisterra y quemaron su yo viejo conscientes que la ruta jacobea dejó en ellos huella indeleble. Así, en medio de aquellas rarezas que quedaron instaladas en el cuerpo y en la mente de Carmen y mía desde que nos quitamos la mochila, ya comenzamos a vencer al mostruo de la normalidad.

Hasta ahora no ha desaparecido el dolor lumbar que jamás sentí mientras la mochila me abrazaba pero que se apoderó de mi espalda inmediatamente después. Algunas señales marcan nuestros pies pese a la recuperación de las ampollas y cortes. Y la actividad cerebral de ambos se guarda para que la noche recupere, en sueños, nuestro paso por el puente del Órbigo, los paisajes vistos desde el Monte Irago o el bosque encantado junto a Portomarín.

Y, con todo, es otra actividad cerebral, la reacción del Parkinson en Carmen una vez finalizado el peregrinaje, la que llama más poderosamente la atención en estos momentos. Ella dice que el tercero en discordia del hagstag #3enelcamino está enfadado por la llegada del final de esta experiencia vital que tan entretenido y casi ausente en muchas etapas lo ha tenido.

Carmen reajusta las tomas de medicamento de nuevo. Pero lo hace desde la experiencia del Camino que nos enseñó a maridar las ingestas de la levodopa con las de alimento en la distancia adecuada. Y yo, también ella, asumo que ya nada será igual aquí. Al ritmo de aquellos bueyes en que quedamos convertidos junto a tanta mula transitando a tirones adoptamos el camino de la vida que comienza. Iniciático lo llamó la compañera Isabel Noci. Que así sea.

Y una flecha amarilla queda junto a la puerta de casa testimoniando bajo qué umbrales comienza cada día esa nueva etapa que dejó atrás mochilas viejas. Esta casa ya forma parte del Camino de Santiago, dice Carmen. La flecha indica la dirección que hay que seguir para alcanzar el cielo con las manos. Mi alma... nuestras almas se han quedado volando con las mariposas del camino, asegura.

Muchas cosas se han quedado en el Camino y otras se han hecho más grandes. Ojalá todos pudierais sentir de verdad esto con sólo leerlo en este diario tan poco pretencioso como sustancial de pura sencillez como subyace en cada historia vivida sobre tierra, piedras, asfalto o lechos de hojas alfombrando nuestra marcha. Así, entre espigas de trigo hechas paja en las alpacas, entre maizales, entre árboles que cuchichearon a nuestro paso, sobre puentes medievales, montañas agrestes y ríos cantarines, junto a iglesias románicas que lamentamos cerradas y aquellas otras que se abrieron a nuestra oración y a nuestras velitas encendidas y escondidas tras los pilares.

Es posible sentirse lleno, de cuantas experiencias marcaron el Camino, y a la vez vacíos, que también nosotros lo dimos todo. Por eso no acaba aquí mi diario. Aquí comienza, aquí revive, aquí alimenta!

jueves, 6 de octubre de 2016

Diario de Camino: Finisterre, 21-08-16

Es posible que dos horas y cuarto de autobús entre Santiago de Compostela y Finisterre descompongan más el cuerpo que toda una jornada del Camino recién concluido. Cualquiera de las trece etapas. Doy fe de ello. Acabo de descubrirlo. La tradición jacobea dice que, per secula seculorum, los peregrinos no concluían en la catedral que tan bellamente llama el deán, don Segundo, "la Casa de Santiago". Seguían caminando hacia el fin de la tierra conocida entonces.

Hoy en día pueblan cada mañana la enorme y muy operativa estación de autobuses compostelana y la empresa Mombús hace el resto. Lo cierto es que esto no me parece decisión ni de turigrinos ni de pilgrimpijos. Son cosas que emanan de la lógica que señala final en Santiago, junto al Apóstol, y episodio a 80 kilómetros de allí, en la Costa da Morte, allá donde, tras tanto monte y actividad agropecuaria, llega la mar y la vida pesquera y mariscadora.

Conocer estas otras realidades gallegas no son turismo para el peregrino. Más bien suponen encardinación del objetivo principal en un nuevo marco que es preciso cruzar con los ojos bien abiertos, con los poros de la piel bien dispuestos a que no se escape sensación alguna. Por ello no acudiremos Carmen y yo a Muxía, tan popular desde que el chapapote tiznara las aguas en las que hoy hemos visto las plataformas mejilloneras y los barcos sin faenar. Supongo que por ser domingo, que en estas tierras eso se respeta mucho. 

En dirección hacia el punto de la península ubicado en el enclave más occidental, en que los gallegos llaman Fisterra, han ido asomando Noia, Muros, Cee, Corcubión... En el bus, los peregrinos no hablan de las circunstancias del Camino. Sentirán todos la misma rareza que nosotros. Todos acuden, sin embargo, al encuentro con cuanto sea menester desprenderse.

Es difícil de entender la capacidad transformadora del Camino de Santiago. Y, por tanto, extremadamente complejo explicar ahora, aquí, qué hacemos en Finisterre. Los monstruos marinos protagonistas de las pesadillas medievales quizá apenas sean, salvo ese gran devorador de hombres cuyas vidas ha sesgado el mar mientras faenaban, aquellas sombras que cada peregrino deja allí, en la pira purificadora a la puesta de sol.

El Museo de la Pesca, en el Castelo de San Carlos, al otro extremo del paseo marítimo de Finisterre que es aquél desde el que más directamente se llega al propio cabo, a su faro, nos detiene casi sin proponérnoslo mientras localizábamos el lugar jacobeo pretendido en el que poner colofón a nuestro Camino. De pronto, piezas óseas de ballenas y otros 'monstruos', fotos ancestrales sobre las penurias de la vida de las familias de pescadores...

Quiso el Apóstol que no nos fuéramos 'de rositas' del pueblo antes de afrontar los tres kilómetros de subida al faro. Pero primero, a empaparnos del paisanaje de Finisterre y su más genuina vida. La flota es amplia aún. Se observa en el coqueto puerto. Para entonces el paisaje ya nos había cautivado lo suficiente. Y arriba, de hecho, ha sido elemento paliativo sustancial una vez hemos descubierto en qué se ha convertido el mojón del Camino con el simbólico kilómetro cero: un photocall para domingueros que, en buena parte de los casos, no han hecho un sólo metro en la ruta jacobea.

Nada, sin embargo, hace sombra a nuestro encuentro personal, de pareja, como gente de fe peregrina, en el tránsito hacia una vida nueva, que ha verificado, potenciado y culminado este Camino de Santiago. Y, sin embargo, nadie lo crea conocido de nuestra mano. Todos tenéis uno por descubrir. Ultreia, peregrinos de la vida!

miércoles, 5 de octubre de 2016

Diario de Camino: Santiago de Compostela, 20-08-16

Hoy he amanecido con la compostela enrollada en una caja cilíndrica que guarda dos de Carmen y dos mías. Además de la ordinaria, puede reclamarse la que añade el punto de partida y nuestros nombres en latín. Soy Gabrielem Georgius, y ello me ha hecho sentir peregrino medieval, alguien fundido en una tradición que por mucho que se conozca y valore no se termina de considerar en su justa medida hasta que uno pasea serena y distendidamente por las calles compostelanas.

Los diplomas están guardados. Siendo importantes no eran lo primero por mucho que hemos puesto empeño en el sellado a lo largo y ancho del Camino. Ellos iban señalando el sentido del itinerario iniciado en León. Y cuánto nos llenaba el corazón cuando conseguíamos que ello ocurriera en alguna iglesia. Mucho más que los registrados en albergues, bares, panaderías... Así uníamos oración al rito.

Pero el estrés de la tarde en que llegamos se incrementó al ponérsenos a tiro la posibilidad de dejar saldado el trámite en la Oficina de Atención al Peregrino. La gente eficiente al mando del sacerdote Segundo Pérez, deán de la Catedral de Santiago, nos acogió tan bien como el mencionado cura capitular en la sacristía poco después para atendernos en virtud del conocimiento que, el mismo día de ayer y de la mano de Carlos Perdigones, tuvo del caso de Carmen y nuestro reto #3enelcamino #pkjerez.

Que el mismo día de nuestra entrada en el Obradoiro, finalizando la ruta jacobea, pudiéramos ser recibidos entre sonidos de gaitas por Paula Fernández de Azpiazu, chica con Parkinson llegada para ello con su familia desde La Coruña, así como disponer de la compostela y asistir en lugar de privilegio a la misa de peregrinos era demasiado para una misma tarde.

Y de todo ello no podía hablar con cierta propiedad hasta dejar pasar una noche en Santiago de Compostela. Necesitaba serenarme y Carmen me confiesa lo mismo. Imposible digerir sin el digestivo tratamiento antiestrés aplicado en las literas del albergue Santo Santiago tanta sobreexcitación con la que finalizaba lo que al fin y al cabo no era sino una etapa más del Camino de Santiago. La final, sí, pero un tramo más de 20 kilómetros que solventar con el precio de un cansancio ya acumulativo y alguna ampolla pendiente de últimas curas en los pies de Carmen.

Es hoy, el día después, cuando empezamos a darnos cuenta. Pisamos el histórico empedrado de las calles compostelanas y advertimos, poco a poco, lo alcanzado. Y paseamos por esas últimas rúas antes de la Catedral recordando lo vivido ayer con mochila, con botas y con bordón y bastones aún.

Pero ya no hay que portar todo ello. Se quedó en el albergue antes de acudir a la Misa de Peregrinos, ser recibidos por don Segundo, acogidos por la tradición recordada por el oficiante de la celebración de la Eucaristía y asombrados tanto por el conjunto de su liturgia como, de modo singular, por el vuelo del botafumeiro. Atrás quedaron otros que, con los pájaros de la paramera leonesa, los parajes maragatos y bercianos, la avifauna de montaña en el Irago o los montes gallegos, ya tuvieron su protagonismo.

Quiso el Señor que los viéramos y disfrutáramos, junto al resto de su Creación, en primera línea. Y en primera línea se nos permitió también en el caso del botafumeiro. Perfuma y pone en acción a nuestras pituitarias aún un día después y lo hace del mismo modo que tantas experiencias vividas en estos trece días: perfumando ya nuestra vida. Y hoy empezamos a notarlo. Hoy comienza el Camino.

martes, 4 de octubre de 2016

Diario de Camino: Santiago de Compostela, 19-08-16

Es posible que siempre hubiera imaginado más euforia que estrés en el día del acceso a la Plaza del Obradoiro cumplidos tantos kilómetros caminando desde León, tantas etapas en clave peregrina, tantas emociones y también tantos sufrimientos. Para empezar, salir de Pedrouzo tras haber debido soportar el retraso del panadero constituyó, sin desayuno hasta el último instante antes de abandonar la cafetería, un primer obstáculo para un día en el que nos apetecía arrancar cuanto antes. 

Luego la lluvia. Intensa desde la madrugada, nos cayó por partida triple al entrar en el bosque de esos eucaliptos que nos acompañaron hasta Lavacolla. Nos aportaba la humedad que empapó la tierra durante toda la noche. Nos empapó con la que se desprendía de los árboles tan remojados durante tantas horas. Y nos caía directamente desde ese cielo encapotado y gris que nunca preavisa en Galicia sobre cuando acaba el aguacero. Sencillamente se acaba cuando toca. Estés preparado para ello o no. Esto es así.

Escampó, sin embargo, para que la subida al Monte do Gozo nos hubiera permitido, entrando aún en San Marcos, habernos quitado el chubasquero y, en un alarde jacobeo espontáneo, retirar la concha peregrina pintada a mano y preparada por las benedictinas del monasterio-albergue de Las Carbajalas y portada todo el camino prendida en nuestras mochilas. Carmen decidió colgarla en su pecho como si fuera una medalla. Y yo la secundé entusiasmado.

A veces los signos compartidos tienen capacidad terapéutica ante situaciones por venir. Casi de modo preventivo, nos ponen de manifiesto que la unidad entre nosotros, más allá de la común condición peregrina como es lógico pensar en nuestro caso, está por encima de diferencias puntuales que apenas si asoman para poner al descubierto que somos personas, los dos, con limitaciones e incapacidades que reconocer.

Nada contribuya pues a desvirtuar el ancestral sentido que tiene para el peregrino el Monte do Gozo. Pese a sus pequeñas decepciones. Prima ahora en él el monumento que conmemora aquella JMJ de 1989 presidida por San Juan Pablo II. Y allá que llegan los ruidosos grupos multitudinarios o los bicigrinos en patulea que, de un modo u otro, arramblan con la pequeñez que el peregrino solitario o en pareja ha ganado kilómetro a kilómetro. Todo ello para mal ver, en la lejanía y entre árboles, Santiago de Compostela.

La ventaja de hacer el Camino en soledad o en la compañía apenas de otra persona más reside en que cuando, hecha la foto familiar, los macrogrupos comienzan a descender con prisas hacia la ciudad, los empeñecidos por la corta compañía o la humildad ganada en soledad tenemos aún algo pendiente en el Monte. Todo un regalo que se les escapa a los superficiales que mirando al horizonte santiagués se pierden algo que tienen tan cerca pero les pasa inadvertido.

No sé porqué razón ha quedado tan apartado del circuito de los peregrinos ese otro monumento que andábamos buscando y no entendíamos porqué razón eran tantos los que se marchaban sin siquiera preguntar por aquellos gigantes broncíneos de gesto eufórico y, desde allí sí, con Santiago de Compostela y su catedral churrigueresca a la vista. Tardamos un poquito más en abandonar el Monte do Gozo, pero mereció la pena.

El retraso se sumó a las circunstancias urbanas que comenzaron a envolver al Camino y que nos hizo confusos aldeanos que parecieran no reconocer el ruido, el olor y el color del tráfico. El peregrinaje jacobeo prefiere marcos genuinamente rurales. Es mi impresión. Había que registrarse al paso en el albergue, casi sin quitarse las mochilas que había que continuar hasta el casco histórico y, en él, subir desde la Porta do Camiño por la Rúa das Casas Reais, Cervantes, Azabachería, plaza de la Inmaculada, las gaitas, la gente que nos recibía y el Obradoiro. Al fin!!!

lunes, 3 de octubre de 2016

Diario de Camino: Pedrouzo, 18-08-16

La rara tarde de la víspera de nuestra llegada a Santiago de Compostela viene marcada por un conjunto de sensaciones que me están pareciendo más difíciles de metabolizar que los alrededor de 300 kilómetros ya caminados desde nuestra partida en León el ya lejano 7 de agosto. Aquel domingo se iniciaba una aventura que está en nuestras piernas, está en nuestro cerebro, también reside ya en el corazón único que late para Carmen y para mí y, creedme, está del mismo modo en nuestra conciencia.

Los músculos son unos campeones, y nuestros pies también. Comenzaron acumulando molestias que, a modo de ampollas, pequeños cortes o toda nuestra biología pendiente de la adaptación a lo que nos llegaba, están tan superadas que, creo, seríamos capaces de seguir adelante si restaran aún tantos kilómetros como los ya caminados. Ahora ya sí. El peregrinaje a Santiago nos ha fortalecido.

Y cuánto hemos aprendido. Dicen muchos de los comentarios realizados en redes sociales por quienes nos han querido seguir en este camino espiritual que hemos puesto al alcance de quien quisiera por medio de videos, fotos y referencias escritas... dicen, repito, que han aprendido mucho. Otros de los habituales, como Carlos Perdigones, Fulvio Capitanio o Isabel Noci, son realmente los que nos han enseñado. Lugares, personas, tradiciones, gastronomía, historia de este secular peregrinaje.

Lo vivido de modo sorpresivo, admirable, entrañable, emocionante, fortalecedor e, incluso, dolorido ha empapado tan transformadoramente nuestro corazón que ahora es como la esponja incapaz de retener toda el agua pretendida. También él, el motor tanto de nuestro cuerpo como de las emociones, chorrea experiencias que casi no caben en él. Y sin necesidad de apretarlo.

Pero casi por encima de ello queda la conciencia de una misión que parece cumplida. No ha sido fácil responder a la pregunta de estos días sobre si esto era experiencia personal de cada cual, de pareja buscando consolidar su relación o colectiva que incluyera a cuantos, bajo el hagstag #3enelcamino, han sumado su latido desde la Asociación Parkinson Jerez u otras instancias sociales o personales que han resultado sensibles a nuestro mensaje.

Y ahora, sin embargo, la tarde es rara. Insisto. No sé como sentirme. Contento desde luego. En lo personal he encontrado un asidero importante. No es un apoyo cualquiera. Es el descubrimiento de un itinerario de vida que fortalece las decisiones recientemente tomadas, que serena en el deseo de todo lo mejor en la vida a quien estuviera frente a mí y que me impulsa en la necesidad de recuperar a quienes son sangre de mi sangre.

Cuál ha sido, sin embargo, el resultado obtenido por el empeño visibilizador del Parkinson? Carmen ha provocado tiritones de empatía. Aun en los casos en que fuera yo quien se ocupara de contar la historia. Las lágrimas de Vanesa, la madrileña que se conmovió de su valentía confesando actitud de acción de gracias ante la lenta recuperación de su padre, fue un precioso ejemplo. O Amelia, la hospitalera de nuestro albergue de Ponferrada. O los "bravíssima!" de Renata y Franco, entrañable pareja milanesa. O el grupo de peregrinos de Jaén. O el ciclista vitoriano.

Los 19 kilómetros caminados hoy, entre Arzúa y Pedrouzo, han parecido verdaderamente 'cascarón de huevo', como si no contaran porque lo por llegar lo inunda ya todo. Mañana llegamos a la Plaza del Obradoiro. Pero lo cierto es que Santiago ya llegó a nosotros.

domingo, 2 de octubre de 2016

Diario de Camino: Arzúa, 17-08-16

Bien sabíamos que el Camino de Santiago había de transformarnos. Por ello era preciso que todo nuestro ser supiese del zarandeo que merecíamos de manos del Apóstol. Y si nuestro interior estaba ya predispuesto a ello, que la experiencia llegaba en el momento justo, cómo no pensar que todo cuanto llevamos en la mochila tendría igualmente que ser pasado por el tamiz de semejante conversión. Así es que recibo con gozo la oportunidad, que se ha hecho esperar hasta el penúltimo día, de sacar los chubasqueros. La lluvia nos recibió antes de alcanzar Melide, en el ecuador de la undécima jornada, la que comenzamos en Palas de Rei y nos ha traído a la tierra quesera de Arzúa.

La bendición del agua, cayendo bajo las pautas genuinamente gallegas de ese sirimiri que nos metió en humedades casi sin darnos cuenta, de menos a más, casi partiendo de una especie de rocío mañanero venido a más, es una alegría. Es agua bien recibida por los cultivadores de maíz o frutales como los manzanos y perales que no cesan a un lado y otro del camino. Y aunque también es agua que no en pocas ocasiones genera tragedias en las familias que viven del mar cada vez más cercano, cuando la adversidad meteorológica se crece con trazas de encabritamiento contra quienes sacan del Atlántico o del confín del Cantábrico el pulpo tan rico en Melide o el bacalao de mi empanada para el almuerzo, lo cierto es que la hemos visto hoy empapar los prados de modo bonancible para mantener pintada de esos verdes maravillosos esta tierra gallega.

Era jornada larga en la que tampoco convertiré la lluvia ahora en un deseo que nos mostrara en modo alguno buscando el sufrimiento. No es ésa la tesitura en que mejor, creo, se entiende el Camino. Se busca la austeridad y el esfuerzo. Pero no el sufrimiento. Éste llega sólo. Sin ser llamado. Y se acepta. Como la vida misma. Pero procuramos que nunca turbe nuestra alegría peregrina. "Botella medio llena, Carmen!", sugiero a mi compañera cuando toca aguantar alguna dificultad. Mientras tanto, para a nuestro lado alguien con una camiseta que reza 'No hay gloria sin sufrimiento'. Pues vale. Quien la porta es uno de aquellos que apreciamos que marchan como las mulas tiran de las carretas del simpecado, con esos característicos tirones y las paradas que hagan falta. En El Rocío, las que son tiradas por bueyes otorgan un ritmo más lento pero más constante. Así caminamos nosotros en dirección a Santiago.

Atrás han ido quedando hoy Palas de Rei, donde nos despedimos esta mañana de Manuel, el hospitalero del Albergue Mesón de Benito que recibe y atiende haciendo uso de un flemático humor gallego cargado de perlas que es preciso estar atentos para no perderse. También superados ya Casanova, Leboreiro, Furelos, Melide, Parabispo, Buente, Castañeda o Ribadiso da Baixo y Arzúa. Estamos en el albergue Los Caminantes, en el que ya preparamos la penúltima noche antes de llegar a la Plaza del Obradoiro. Hospitalera tiene este establecimiento. Ana se llama. Su humor es de otra pasta. Y su carácter la convierte en un torbellino que va y que viene para que el peregrino no eche en falta nada que pueda necesitar. Entra y sale y no hay vez que pase ante el butacón que ocupo para escribir estas líneas que no termine pidiéndome disculpas. "Usted escriba, escriba, que yo procuraré no molestarle!", dice.

El hospitalero del siglo XXI es otra cosa, supongo, pero en esencia lo mismo: alguien que no echa cuentas de comprobar si le compensa tanto esfuerzo. Hay de todo pero yo veo la botella siempre medio llena.


sábado, 1 de octubre de 2016

Diario de Camino: Palas de Rei, 16-08-16

Hoy es día de San Roque. No son pocos templos que, en el Camino de Santiago, están dedicados a este peregrino francés. Recién entrados en Galicia, unos kilómetros más adelante de O Cebreiro, existe un accidente geográfico emblemático, el alto con el nombre del santo. Pero, amén del archiconocido refrán del perro sin rabo, poco se conoce popularmente de este hombre acomodado que, en el siglo XIV, vendió lo que tenía para hacer un camino espiritual que le llenara más que las propiedades materiales. 

No es que viniera a Santiago, lo suyo fue peregrinar a Roma haciendo el bien allá por donde pasó y en especial por los enfermos de peste que encontró en aquella Italia medieval. Lo demás fue la historia del sanador enfermado de ese mismo mal, su retirada a las afueras de la ciudad y la misteriosa aparición del perro que cada día le llevaba el mendrugo de pan que lo mantuvo con vida. Pero los peregrinos de Santiago lo consideramos uno de los nuestros. Aunque no uno cualquiera.

La iglesia de San Tirso, en Palas de Rei que es donde culmina nuestra décima etapa, es un templo que, por ser del siglo XII, ya existía antes que San Roque viniera al mundo. La misa presidida por el padre José Manuel junto a otros compañeros combonianos nos ha permitido eucaristía, bendición a los peregrinos y un nuevo sello que, en nuestra credencial, llena de historia esta cartilla con la que ganar la compostela en Santiago en apenas tres días.

Pero éste de San Tirso es, como me dijeron en el Albergue Mesón de Benito y confirmarían luego los combonianos, el más antiguo del Camino. Excepción hecha del propio del punto de destino de este itinerario que hoy ha proseguido, desde la boscosa ribera del Miño entre un intenso fresco húmedo de partida, bancos de niebla rotundos y el inevitable calor siempre presente cuando llega la hora.

Salvo esos bosques iniciales llenos de umbrías y musgo, de sugerencias al misterio y la leyenda, hoy ha sido día más dado al paisanaje que al paisaje. Lo reconozco. Por eso terminar con una homilía que nos ha recordado la figura de San Roque nos ha trasladada inmediatamente al recuerdo del grupo de venezolanos peregrinos con los que compartimos un instante y algo de conversación en la que pronto asomó la situación que vive ese entrañable país caribeño.

Aquellas víctimas de la inestabilidad económica y la crisis de abastecimiento fruto de un insostenible desgobierno que debe buena parte de sus despropósitos a quienes, enfermos de ideología, han olvidado que primero están las personas. Me reconocen estos peregrinos que ello está entre sus intenciones del Camino. Yo la hago también mía. Por Venezuela y también por España.

Personas, personas, y más personas. Son lo importante. Quizá cuando inicias el Camino de Santiago puedes sustraerte a la inmensidad de los paisajes. Pero llegados a este punto, ya es el prójimo el importante. Cosas de este peregrinaje que ya me está enseñando que, a la vuelta, lo importante es lo importante. Como Franco y Renata, pareja italiana con la que volvemos a coincidir. U otra originaria de Burgos aunque residente en Madrid y en la que ella, que canta música lírica como los ángeles, alivió nuestra bajada desde la cima del Monte Irago con sus arias. Hoy hemos podido agradecérselo. Especialmente Carmen. 

Y también en nuestra mente aquellos que, buscando el mínimo esfuerzo cuando se proponen su inicio en Sarria, encontraron ya el final tras apenas jornada y media de haber comenzado. Es otra pareja, matrimonio veterano cordobés, con escasas reservas físicas que pronto han quedado puestas en evidencia. Nada que un taxi no arregle. Nosotros seguimos adelante.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Diario de Camino: Portomarín, 15-08-16

Es el día de la Virgen. Y tanto haber visitado a Ntra. Sra. de la Merced en el convento de los seguidores de Pedro Nolasco en Sarria como que, entre Brea y Ferreiros, Carmen y yo nos pusiéramos a las plantas de la Virgen rezándole a la hora del Ángelus deberían invitarnos a ser buenos. Pero existe una forma sutil a ratos y graciosa siempre de retorcer el colmillo cuando en Sarria, y tras haber dejado atrás 200 kilómetros caminando, toca encontrarse con quienes buscan la dosis mínima que permite obtener la compostela en Santiago.

Sabe Dios que yo venía hecho a que la caridad encontrara todo el sitio posible en mi corazón durante esta experiencia. Y respecto al asunto de despachar el Camino en poco más de 100 kilómetros ya adornaba de comprensiones generosas cada rincón de mi alma. No tendrán tiempo para más. Quizá les falte fuelle para un esfuerzo mayor. La cantidad no es siempre garantía de calidad para el peregrino. Ya veis, dispuesto a disculparlo todo.

El caso es que, tras la lluviosa noche en Sarria, la mañana nos ha regalado varias cosas antes de salir de esta población con enclave tan estratégico en el Camino de Santiago. La primera, una vista del monasterio mercedario que, aunque con horarios de apertura muy apartados de los usos de quienes hemos de salir mucho más pronto para afrontar la nueva etapa, nos permitió la osadía de una llamada a la puerta a horas impropias, soportar el ceño fruncido lógico de quien nos abría y proclamar nuestra condición jerezana y, por tanto, tal devoción a quien es nuestra Patrona.

Miel sobre hojuelas, sello mercedario para nuestras credenciales y recorrido que, en dirección a la iglesia, nos ha ayudado a encontrar la esencia del Camino a través de una exposición en torno a su precioso claustro. 'Caminos entrelazados', que es su nombre, nos ha permitido profundizar por la vía de imágenes de refugiados e inmigrantes en general en sus respectivos caminos del siglo XXI y también por medio de textos del Papa Francisco, Pablo Coelho o León Felipe.

Pero dije que los regalos de Sarria al inicio de la novena etapa eran varios y no merodeo, como como achacan al carácter gallego, sino que voy al grano. El otro encuentro de la mañana, pese a que las buenas intenciones iniciales invitarían a entenderlo todo, ha generado un cierto desasosiego. Hay quienes lo llaman 'turigrinos', otros 'pilgrimpijos'. Es verdad que este tipo de personas, que intenta apartarse del sufrimiento pese a que ello hace más elogiosos los momentos de gloria, no parten todos de Sarria.

Ya íbamos viendo, por ejemplo, sospechosos montones de mochilas a la salida de los albergues aún en el caso de que fuéramos prácticamente los últimos en abandonarlos por la mañana. Correos también peregrina. Y hace caja a costa de aquellos endebles de espíritu más que de fuerzas que pasan de llevar ocho o diez kilos a la espalda durante veintitantos kilómetros de una etapa.

Ello hace posible que la indumentaria pueda permitirse ciertas licencias. Es así como se lucen quienes analizan a veces a quienes optamos por un compromiso mayor de un modo grotesco. Y eso tiene una ventaja: a Carmen y a mí a veces nos da fuerzas en las piernas para distanciarnos de estos grupos. Si no cupiera todo en el Camino no podríamos considerarlo oportuna metáfora para quienes, al fin y al cabo, no somos sino peregrinos de la vida.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Diario de Camino: Sarria, 14-08-16

Cuando el Camino de Santiago te ofrece opciones en su itinerario es cuando más puede decirse que esto es como el peregrinaje de la vida. La ruta jacobea de paso por San Xil y el alto de Riocabo es la primitiva y la más corta desde Triacastela hasta Sarria. Para algunos no hacía falta más argumentos a la hora de elegir. Doy fe de ello. Pero el Camino, como la vida, regala experiencias impagables a quienes buscan abandonar lo convencional. Los valientes tienen premio, y si más que buscar el rédito acuden al encuentro de lo valioso con entrega previa más aún.

Y pienso en Carmen. Era necesario este reto para seguir adelante con el Parkinson? Era preciso visibilizarlo cuando lo suyo es la mayor calidad de vida para sí misma, que no le falten las terapias más convenientes y la atención médica más especializada? La cantinela que explica nuestros hagstag en las camisetas se está haciendo cada vez más frecuente. Y los ánimos a la "campeona", como la llaman cada vez más reiteradamente. Y la sonrisa de Carmen, siempre tan llegadiza, se expande como nunca no exenta de algo de pudor cuando los piropos se personalizan. Este esfuerzo nos lleva en mente también a José Manuel, Antoñito, María Bellido, María Rodríguez, Manuel Palas, Manuel Guzmán, Sebastián, Juan Manuel, Gloria, Araceli, Isabel... Todos ellos, en Parkinson Jerez siguen la experiencia en la distancia.

Si la generosidad en el esfuerzo que está haciendo la presidenta busca hacerlos partícipes a todos... cómo vamos a ser cicateros en la elección de la ruta de esta octava jornada? Por el valle del río Oribio llegaremos a Sarria previo paso por Samos. Y, pese a sus seis kilómetros más, la naturaleza primero y los benedictinos después, sabrían recompensarnos convenientemente. El aullido de los lobos de estos montes me despertaron a la amanecida. Pero ya en marcha, por el itinerario escogido, llegaría el canto de los carboneros y chochines, los zorros, garzas y otros animales en un marco en el que la fortaleza de la corriente fluvial en el curso alto es protagonista. Y a la llegada, el monasterio, uno de los más antiguos de España y el de mayor claustro, se convirtió en la causa del mayor gesto de admiración que se nos haya visto hasta el momento. Cómo es posible semejante alarde arquitectónico y, lo que es más importante, espiritual en este sitio.

Dicen que en el Monasterio de San Xulián de Samos apareció misteriosamente el abad Virila después de pasar tres siglos desaparecido. Y es cierto que las leyendas están para tomarlas como lo que son. Pero a veces lo que son realmente es referencias útiles para la vida. También yo estoy reapareciendo misteriosamente desde el lugar en el que un día dejé de ser yo. Y ahora vienen los benedictinos, con su enorme claustro presidido por el padre Feijoo, con su grandiosa iglesia, con los frescos en la galería de las celdas, con los nombres de santos a la entrada de estos misteriosos habitáculos de los monjes...

Durante la visita, antes de la misa, nos hemos despistado lo suficiente como para terminar hablando con uno de estos religiosos. Fue él, bajito, menudo y curioso, quien se me acercó para preguntarme por la otra bota. De mi mochila, a mi espalda, cuelga una de las de Carmen que, caminando mejor con sandalias, tiene el problema que no caben las dos en su mochila. La vida monástica es una joya, y no sólo de la fe ejerciente. Es un regalo que hace Dios a la vida, como el bebedero que refresca al petirrojo que picotea el agua del río.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Diario de Camino: Triacastela, 13-08-16

Galicia imprime carácter más allá de la entrada en tan sugerente región por puerta tan mítica como es O Cebreiro. De hecho, muy pronto siente uno en sus carnes los efectos casi mágicos de la profundidad de esta tierra si se acude a ella con todos los sentidos abiertos. Y caminando no cabe otra, aunque a veces uno percibe que no faltan peregrinos que, pasando a nuestro lado, fueran menos sensibles a estos efluvios que se perfuman con facilidad de la sospecha de meigas como compañeras de camino, con la fuerte fragancia de queimada o del dulce acento de sus gentes.

Así, tras sellar la credencial en Liñares donde una iglesia rinde tributo a San Esteban y parar en el Alto de San Roque para agradecer la compañía al gigantesco peregrino de bronce del monumento o saludar a portugueses, franceses o españoles de diversos sitios en Hospital da Condesa, el Alto do Poio o Padomelo, aparecería Carmen. La septuagenaria galeguiña esperaba a los peregrinos a la puerta de su casa de Fonfría con un plato en las manos. Bajo el paño que lo cubría aparecerían un montoncito de filloas, unos crepes del tamaño de la vajilla en la que los ofrecía.

A nuestro paso, se levantó diligente para, casi sin dar tiempo a decirle que aceptábamos el detalle brindarnos la posibilidad de probarlos una vez espolvoreados de azúcar. Dulce el alimento, dulce ella con ese acentiño lindo y su candida actitud tan cargada de humildad y servicio y dulce, dulcísimo, el momento en plena séptima jornada de este Camino que sigue sorprendiendo en los rincones más insospechados.

Y, sin embargo, he de aseverar que la Galicia profunda a lo que de verdad huele es a caca de vaca. Con perdón. Pero no en balde es el modo de vida de estas gentes lucenses de modo que, a nuestro paso, nos quedaba pendiente aún el disfrute de otra forma de ese animal que en su chuletón tiene uno de los característicos elementos de la gastronomía de esta tierra del Apóstol. Y asomamos la cabeza en un establo casi con el mismo entusiasmo que días antes lo hiciéramos en el ensayo de los gaiteros en Camponaraya. Pero Santiago nos miró complaciente y, supongo, se preguntó: "Vacas queréis? Vacas tendréis!"

Cruzábamos Viduedo. Sólo faltaban seis kilómetros para nuestro sitio de pernocta y lo cierto es que apenas era la una y media de la tarde. Una bifurcación en el camino, una de ésas de logaritmo tan fácilmente solucionable por medio de las flechas amarillas que nos acompañan desde nuestra partida en León, nos hizo vaqueros por unos instantes. Por la calle de la derecha venía hacia nosotros toda una manada camino de la rúa de la izquierda. Nos miraron, acojonaron con su tamaño y cercanía a Carmen y a mi video le regaló un momento deseado. Una gozada.

Lo demás sólo tiene la historia de una jornada distinta. Ni ella ni yo queríamos caminar tras el almuerzo. A Carmen le aporta proteínas que compiten con las de la levodopa. Resultado: la medicación no hace su efecto como nos gustaría y ella se ve parada, sufriendo y echándole testiculina a la cosa. A mi, por otra parte, me regurgitan los ácidos en una de esas digestiones imborrables en la memoria.

Fijadas pues las tomas de las pastillas a cuatro horas fijas, todo consiste en repartir ingestas de alimento no demasiado contundentes a razón de un par de ellas entre píldora y píldora. Movida quedó la correspondiente más exactamente al almuerzo de modo que fuera hecha ya en el Complexo Xacobeo, nuestro albergue de hoy en Triacastela.

Hemos pues debido ser buenos en la primera mitad de nuestro Camino de Santiago, especialmente Carmen que con su tesón está levantando mucha admiración a quienes escuchan nuestra historia, y seguramente el Apóstol sea el que nos ha premiado con la tarde libre.

martes, 27 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Laguna de Castilla, 12-08-16

Dicen que hay que dejar algo en el Camino de Santiago. Mucho, diría yo, cuando apuestas para que sea una experiencia que verdaderamente transforme tu vida. Es así, es la famosa mochila de aquello que no queremos más junto a nosotros. Pero qué ocurre cuando lo que queda en este itinerario de secular tránsito de peregrinos es un objeto personalmente valioso? 

Esta mañana salimos de Villafranca en medio de un gélido frío impropio, una vez más, de aquello a lo que nos acostumbra el sur. Tomamos la carretera N-VI antigua y comenzaron a aparecer un puñado de esos pueblos pintorescos que hacen de El Bierzo un lugar de embrujo. En Pereje, con fundación de origen hospitalario, ya sellamos la credencial; en Trabadelo nos asomamos a la iglesia de San Nicolás y... la cruz que venía luciendo en el cuello propiedad de mi difunto padre ya no estaba donde la até para el Camino, en el bordón suyo que exorné para la ocasión con un cordón del que terminó desprendiéndose.

Es conveniente, y ya venía un poco preparado en este sentido, analizar bien ciertos signos que el itinerario jacobeo va poniéndonos por delante. Todo parece tener un porqué, pero es mejor no querer descifrarlo de inmediato, en caliente. Lo cierto es que nadie a mi alrededor se libró de mi ira al descubrir su ausencia. La razón por la que pasé pronto de semejante estado de ánimo al esbozo de una sonrisa sutil acompañada de una lágrima retenida es un misterio que me cuesta más desvelar ahora al intentar darme primeras explicaciones que afirman rotundamente que, en efecto, la cruz debía quedarse en el Camino de Santiago.

Los pasos más inmediatos nos llevaron a la iglesia de La Portela, donde me descompuso encontrarme, presidiéndola y dándole nombre, a San Juan Bautista. El santo de mi padre justo tras la cruz perdida que me traía afligido! Oración, vela y formulación de la mejor de las intenciones se convirtieron en expresión simbólica de un desconcierto reconducido espiritualmente.

No fue día de vinos y gaitas como el anterior. Pero fue el día de la pera. Sí, la que tomé prestada del huerto existente junto a esa recoleta iglesia. Disculpen sus propietarios y sepan que tan rica me supo que se me aliviaron las penas mientras los kilómetros y kilómetros caminados en esta sexta jornada me hacían reflexionar hasta encontrar una explicación a lo de la cruz, un sentido con unos mínimos de trascendencia que me permitan aceptar la pérdida.

De momento, lo mejor era seguir caminando por el valle del río Valcarce, que nos ha traído desde Villafranca hasta las mismas puertas de O Cebreiro. Ambasmestas, Vega de Valcarce, Ruitelán... Son pueblos donde el cauce de agua invita a remojar los pies antes de llegar a Las Herrerías, sorprendente pueblo que ya existía en el siglo XII con el nombre de Hospital de los Ingleses.

Caldo gallego y truchas permitieron 'galleguear' a las mismas puertas de la región que desde mañana nos envolverá con sus espléndidos atractivos. Y hasta la ternera gallega, no en el plato sino en los prados que cruzamos, nos sale al paso para ir avisando de lo que nos aguarda en la segunda mitad de los 310 kilómetros que nos hemos propuesto cumplir.

Tras La Faba, Laguna de Castilla acunará nuestro sueño sólo dos kilómetros antes del temido Mons Febraurio o Mons Zaberrium que generaciones de peregrinos han sufrido con sus nevadas, vendavales y salteadores de caminos. Si nos olvidamos de unos y otros habremos de concluir que esta ascensión no es peor que el descenso del Monte Irago. Una verdadera cruz. Por cierto, esta jornada que comenzó con la pérdida de la de mi padre culmina encontrando otra cruz a las puertas del albergue. Qué significará este signo?

lunes, 26 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Villafranca del Bierzo, 11-08-16

Oscurece el cielo sin paliativos sobre una ciudad pequeña a la que tanto marca su presencia a la falda de la montaña. El fresco es agradable tras otra jornada de 25 kilómetros que, sin embargo, hemos sido capaces de convertir en una fiesta tras el martirio de la bajada desde el Monte Irago ayer y justo antes de la otra gran subida de estas trece etapas que nos propusimos #3enelcamino: O Cebreiro nos espera mañana. Realmente nos quedaremos en puertas, inmediatamente antes del límite con Galicia.

Quizá por eso, y por su llanura, era un día esta quinta edición del Camino de Santiago para que la música de gaitas nos anticipara ya el inmediato ingreso en la comunidad autonómica más noroccidental de la península así como que nos sumara el buen vino de El Bierzo o que cupiera siesta sobre agradable césped en la ribera de uno de esos ríos que por estos pagos no se disfrutan sólo a base de paseo fluvial o pesca. Bañarse en ellos es el objetivo de los lugareños, aunque no sepan de calores como los agosteños en Jerez.

El caso es que la salida desde Ponferrada por el puente sobre el río Sil ya pregonaba sesteos posibles al albur de tan gratificantes sensaciones. Mascábamos la tranquilidad con que podríamos desarrollar tal etapa entre plantaciones de calabaza, perales, manzanos, castaños y viñedos. Y sólo con ella ya era más fácil ir tejiendo un rosario de visitas a templos que comenzó en San Esteban de Columbrianos y continuó en la ermita del Santo Cristo de Fuentes Nuevas, la iglesia de la Asunción de Camponaraya o la capilla superpoblada de pasos de San Roque en Cacabelos.

En ese ambiente, no dejan de ser muy estimables sugerencias, tan inesperadas como agradecidas, las de los sones de gaitas que nos envolvió en Camponaraya. Nos atrevimos a entrar en el local de ensayo y nos encontramos a dos chicos de la Escuela Castro Bergidum. Corregían una y otra vez un determinado fragmento de una pieza popular. Nos daba igual que sólo fuera eso y no todo un concierto en nuestro honor. Permitidme que reconozca que no sueño más llamativa entrada en la plaza del Obradorio que la que nos brindaría toda una escuadra de gaiteros. Iluso, verdad? Pues dejadme que lo sea si luego soy capaz de hacer fiesta por toparme con estos dos jóvenes instrumentistas en pleno ensayo.

Preparados para otra sorpresa agradable? Ya entré en Cacabelos avisado que no debía dejar pasar la oportunidad de probar los vinos bercianos. Y la aparición a la entrada de este gran pueblo de la sede del Consejo Regulador fue el impulso definitivo. Así, ya en su callejero, un patio nos enseñó una cafetería y tras ella un restaurante y más tarde un hotel, el Moncloa que, por la gracia de Dios, cuenta con una tienda de souvenirs y de productos típicos de la zona que, además, recibe al peregrino con una degustación de una determinada marca. Nos tocó un tinto con cuerpo de las Bodegas Martínez Yebra. 

La dueña, una enóloga cabal, fue junto a su empleada en la tienda anfitriona de esta pareja que le llegaba desde Jerez con tal historia que contar de superación de las barreras del Parkinson por parte de Carmen. Seleccionados peregrinos de la semana para su publicación en redes sociales, fuimos fotografiados brindando, agasajados con empanada de carne, jamón y patata, abrazados y besados. Todo este recorrido camino de Villafranca del Bierzo ya era suficiente sobreexcitación antes de la dura jornada que mañana nos aguarda. Pero aún faltaba el molino del siglo XVII en pleno funcionamiento que nos invitaron a visitar. Una delicia de jornada!

domingo, 25 de septiembre de 2016

Diario del Camino: Ponferrada, 10-08-16

Llegar a Ponferrada y sentir, a media tarde, que los 27 kilómetros caminados, bajada sólo apta para cabras desde el puerto de la Cruz del Hierro inclusive, han agotado las reservas es un ejercicio sicológicamente duro. Que raro que cuanto más ocurre más comprendemos el sentido del Camino de Santiago. Como alguna vez escribí de la Virgen para mi Pregón del Rocío de Jerez en el año 2000, el Santo Patrón tampoco puede quedarse en su hornacina sabiendo lo que estamos sufriendo por estos agrestes pagos leoneses.

Es como yo veía a aquella María marismeña saliendo a nuestro encuentro en la Romería de Pentecostés, porque a la corredentora y el Pastorcito Divino debemos la alegría de la comunión de bienes y tantas otras gracias de tantos rocíos vividos. Pues bien, sostengo que se ha visto al caballo blanco trotando por estos montes con el barbado Apóstol Santiago vaciando su zurrón de fuerzas insospechadas que derramar sobre nosotros para que alcanzáramos esta ciudad ya en la comarca de El Bierzo.

El Acebo con naranjas y refrescos, Riesgo de Ambrós con el almuerzo que necesitábamos y Molinaseca donde ya nos hubiera gustado remojarnos en su río como tantos vecinos del lugar han ido sabiendo de nuestras limitaciones vespertinas. Pero juro solemnemente que nada de ello empaña la gloria bendita disfrutada esta mañana en la Cruz del Hierro. Sendas piedras blancas y unas oraciones por los nuestros han sido colocadas sobre el montón de ofrendas pétreas que las décadas y décadas de peregrinos de paso por este Monte Irago han convertido en humilladero de sus faltas y liberación de aquellas situaciones que condicionan nuestra felicidad.

Antes, Foncebadón ha sido, con sus ocho únicos aldeanos, el punto de partida tras esa noche fría tan insólita en nuestros agostos bajoandaluces. Después, Ponferrada es, con sus 70.000 habitantes, el de llegada con su condición de población mayor de nuestro camino entre León y Santiago. Pero doy por sentado, aunque sea mi primera experiencia y aún tenga mucho que aprender, que el Camino es sustancialmente rural. La ciudad en la que hoy finalizamos tiene, sin embargo, su aquél. Y, entre sus apetencias postjornada caminante, el Albergue Alea. Es un lugar sencillo en el que Amelia tiene sin embargo en vena el viejo sentido hospitalero.

Le preocupó nuestro retrasillo en la llegada, se alegró vivamente al vernos entrar, escuchó nuestra historia y todo ello lo hizo sacando de inmediato agua para calmar la sed de los peregrinos. Se mereció, desde luego, que le contara la fábula de la chica con Parkinson y el runnero con ínfulas maratonianas. No hay preparación que garantice el Camino físico. Sólo la fortaleza espiritual ayuda. O al menos la mental. Item más, ése es el único cargamento que no debe faltar en la mochila que proclamamos de las cosas imprescindibles. 

Érase una vez un hombre que descubrió fortalezas desconocidas a los cincuenta y, cierto es, enhebró empoderamientos de nuevo cuño en base a la actividad física. Y funcionó. Pero tuvo la fortuna el corredor de populares y medias maratones (de momento) de no perder el sentido, caminando en su ruta jacobea, y percatarse pronto que la debilidad en ese grupo de #3enelcamino (aún hay quien pregunta quién es el tercero) no reside en los efectos que el invisible compañero de fatigas, genera en Carmen.

Sabéis cuántas veces ha tirado de mí en los pedregales montañosos leoneses? Sabéis qué reaños pone en liza cuando los dedos encogidos del pie derecho la paralizan a dos kilómetros del albergue. El río Boeza acaba de ser testigo de ello. Y Amelia, el bálsamo al final del día.