miércoles, 30 de julio de 2014

En la arena de un verano terrible



La situación es la siguiente: hasta el gorro de un curso laboral bastante jodido, personal no poco angustioso y público en éste nuestro blog suficientemente abandonado, llega una de esas bocanadas de aire que, por alcanzarse a destiempo en función de un desgaste insoportable, pareciera que no me diera más rédito que el de la supervivencia sin mayor generosidad reparadora.

Bueno, quizá sea lo que me merezco. Al fin y al cabo es mucho más que lo que parecen alcanzar estos días muchas criaturas que, sin saber porqué, sufren una condena que no les pertenece. El ejemplo lo tenéis en el video. Son niños palestinos enterrados vivos en ese genocidio en el que las bajas de éstos son al menos diez veces superiores a las de los israelitas.

Que yo me sienta enterrado en la arena de una cierta precariedad económica, de la incomprensión puntual o del desasosiego general no es nada que deba mencionarse ante la salvajada en la que sigue inmersa la Humanidad. Lo del conflicto palestino-israelí no tiene nombre. Lo de Siria tampoco. Lo del Mar Negro entre prorusos y ucranianos es lamentable. Lo de Irak... 

Y llego a final de julio cuando, con un solo día de trabajo por delante antes de las ansiadas vacaciones, no debería más que sosegarme, sonreir, prepararme para el descanso y el asueto y verificar, en un cambio de ritmo de vida necesario una vez al año, que no sólo soy una máquina de producir, que subyace de fondo esa persona que aspira a reconstruirse y ser mejor.

Por eso, creo, no puedo dejar pasar por alto la barbarie que genera la raza humana. Como quiera que mejorarla es cosa de que, uno a uno, todos queramos ser un poco mejores... a ello que voy con desparpajo y alegría, con ansias y reconocimiento de que me hacía falta. Pero no se van de la mente escenas como las de este video. Es posible que hayamos caído en esto?