sábado, 15 de junio de 2013

Mi oasis


Mal me sabe la inconstancia. Pero tiene sus virtudes. El bloguero pierde enteros en las decenas de 'gabys' que existen en mí. Y me enrabieto porque es, quizá, uno de los más auténticos 'yos'. Pero 'tempus fugit' y las otras identidades profesionales, familiares y personales ahogan al escritor que pueda haber en algún sitio dentro de la camiseta que llevo puesta en este sábado ocioso.

¿Que dónde lo bueno de la intermitencia de mis apariciones aquí? Qué se yo. Quizá no sea más que advertir el ansia que siente el perdido en el desierto de la vida convulsa que me azota, que me enerva laboralmente desde la amanecida hasta que el sol hace rato que se echa tras la cúpula de la Catedral tal y como se ve desde mi balcón de la redacción de la calle San Agustín.

Los oasis son así. Si menudearan con más frecuencia en el continuum de lo cotidiano no tendrían la vocación de refresco extremo en un mundo extremo. Nunca supo mejor el agua que cuando se bebe a gañote, sudoroso y preso de hipohidratación tan galopante. Eso es el blog. Una tragantera de placer encontrado de pronto cuando se puede. Pero cuando llega... hummm. Qué gustazo!

La semana me ha dejado el mal sabor de boca de una par de puñaladas mal dadas y no por poco certeras en función de las viles intenciones esgrimidas por aquél que duerme sus culpas en Puerto II. Los siete días que quedarán atrás cuando culminemos este 'finde' dejaron susto inicial, confirmación informativa, entradas en cadena, scup policial y hasta entierro entre llanto contenido y salmos.

Y la llegada del sábado y sus repercusiones para mí, confortado en esa melancolía que de un tiempo a esta parte acomoda mis percepciones de un mundo en cambio por la crisis, se ve inexplicamente ayudada por unos hechos que ayudan a la reflexión que llega tras el brutal ritmo de trabajo dejado atrás. ¿Cómo es posible que la vida se consuma en un charco de sangre en la avenida Lebrija?

El oasis es más oasis hoy. Y la duermevela de los gozos que aguardan tiempos más pródigos mejor satisfecha, pese a todo, en su capacidad de hacer pensar. "No pensar, tan sólo quiero no pensar", canta desde el Spotify, sin embargo, un compañero de camino especial para esta escritura sabatina tan terapéutica. Canta Fito, canta, que hoy creo ser buen 'fitipaldi'.