sábado, 31 de enero de 2009

Mi derecho a ser diferente


La convencionalidad de mi heterosexualidad me hace uno más enmedio de la más vulgar normalidad. Por esa vía no necesito a nadie que, alardeando de progresía y pluralidad, haga esfuerzo alguno para reconocer mi derecho a ser diferente. Tampoco me aprecio deficiencia alguna -me parece a mí- que me haga beneficiario de la complacencia de un prójimo que quiera reconocerme distinto más que incapacitado. Ni mi color de piel me hace parecer extranjero en la tierra en la que resido como para que otros me demuestren su especial capacidad de acogida. Ni hablo con más acento que el de aquí, aunque algunos que me escuchan por la radio sigan pensando que no soy jerezano. Ni tengo que ganarme el pan con ningún ejercicio profesional que se pueda considerar degradante. Ni me ha dado, desde luego, por priorizar los derechos de la mujer, aunque sean las que paren, por encima de los de los niños que se quedan en puertas de nacer.
Todos ellos, y unos lo merecen más que otros en mi modesto entender, han considerado alguna vez que tienen derecho a su hecho diferencial. Todos, unos más necesitados de esa comprensión requerida que otros, han tenido alguna vez a ajenos defensores de su derecho a ser diferente. Todos, por difícil que se haga meterlos en el mismo saco, han querido siempre que los demás entiendan de qué va su situación, cuáles son sus sentimientos, dónde su horizonte, porqué aquello que sufren o gozan, cómo viven o entienden la vida. He podido parecer un poco extrafalario a la hora de mezclar situaciones a modo de ejemplos. Lo sé. Pero no es menos cierto que la capacidad de encontrar a aquellos que contemplan, imaginan o inventan buenas intenciones parece una de las mejores virtudes de la sociedad actual. Y ello es una gran satisfacción, mal que me pese advertir la puesta en escena de alguna justificación de lo injustificable.
Bueno, pues yo también reclamo mi derecho a ser diferente. Y ello, mal que pese a algunos, tiene que ver con el terreno de las convicciones más profundas, aquellas que son atacadas con tanta facilidad desde el pensamiento único tan presente en mi querida profesión, entre otras. El ejemplo de que un post en mi blog, sólo ello, haya convulsionado del modo que lo ha hecho, para mi satisfacción por el eco alcanzado, no deja de ser un ejemplo de la falta de disposición a respetar mi hecho diferencial. Hablar en conciencia, hacerlo por escrito y no pretender representarse más que a sí mismo no merece más que la disconformidad personal de quien corresponda. Así, aunque hubiera asambleas que reafirmaran la intención de que la mayoría va por otros derroteros, mis convicciones marcarán siempre mi diferencia. E intentar conculcar ese derecho sería una incoherencia en estos tiempos de cacareado pluralismo.
Lo más grande es que, conformándose uno con ser bicho raro si fuera ello lo que me tocara, todo esto no ha venido a demostrar sino que, en el fondo, no estoy sólo. Y entre mis derechos también está el de demostrar que ello es así.

domingo, 25 de enero de 2009

Ocupación de la vía pública


La Semana Santa es, decididamente, la celebración festiva de la ciudad que sale más a cuenta a nuestro querido Ayuntamiento jerezano. Y, con todo, si cogemos lápiz y papel y buscamos ajustar el coste que al municipio acarrea la Feria del Caballo podemos, pese a las cifras que nos salieran, entender razonable una inversión que, a la postre, tanto bien reporta pese a semejante y reconocible esfuerzo.
Podemos, por otra parte, fijarnos -inténtenlo, por favor- en lo que aquellas Fiestas de Otoño, que ahora llamamos de la Vendimia y que mañana tendrán el apelativo que Dios o las luces mandatarias quieran, dejan anualmente en el debe del Consistorio como gasto que, cómo no pensarlo así, está del todo justificado. Por supuesto que sí.
Cuáles sean, sin embargo, los dolores de cabeza que a los responsables de nuestra economía pública -con tanto trabajo, las criaturas, en época de vacas tan flacas- traiga nuestra querida Semana Santa queda, sin embargo, bastante más fácil de responder. El Ayuntamiento no pone al Taller de Fiestas a hacer pasos -no, por Dios- ni paga la cera de los cortejos ni la cuenta de mi túnica nueva a Ildefonso.
No debemos olvidar, sin embargo, que sin el gasto municipal correspondiente no tendremos carrozas para la Cabalgata de Reyes, que sin el dispendio consistorial tampoco nos cabe un Carnaval en el programa festivo jerezano o que sin luces en las calles cuya cuenta deba pagarse a Endesa parece que no hay Navidad que pueda ser reconocida como tal.
Nada
de ello en el caso de las cofradías. Porque montar los palcos o poner en marcha la máquina que quita la cera, cuando todo ha terminado ya, es parca miseria para la millonada que la iniciativa privada -la de las cofradías, claro- saca a la calle esos días para que la admiración de visitantes y jerezanos dinamice la hostelería o, cuanto menos, anime las calles con un espectáculo tan maravilloso como gratuito.
Bueno, pues no se lo van a creer si les digo que ha existido, este año, un intento municipal de cobro del impuesto por la ocupación de la vía pública de las hermandades. Como lo leen. Alguien dirá, ahora, que no fue exactamente así. Mientras otros lo verán como mera maniobra para asustarnos. A mí, sencillamente, me parece de poquísima vergüenza. Aunque el agua, afortunadamente para ellos, no haya llegado a río.
(La Voz, 25-01-09)

viernes, 23 de enero de 2009

De un Patrón con buena prensa


Bienvenidos a la Mesa del Señor, queridos compañeros periodistas y aquellos otros que afectos a la vida de nuestros Medios de Comunicación Social os habéis querido sumar a esta celebración de la Eucaristía en la víspera del día de San Francisco de Sales, nuestro bendito patrón aquí representado en esta imagen llegada expresamente de la iglesia de las Angustias.
Es Cristo el que nos reúne esta tarde en esta capilla de la Casa de la Iglesia, presididos por nuestro administrador apostólico y presidente de la Comisión Episcopal de Medios, el Arzobispo Juan. Pero venimos en pos del ejemplo de aquél en quien fue depositado el patrocinio de un desempeño comunicativo que en este hombre de finales del XVI e inicios del XVII adquirió el tono de dificultoso propósito.
Sus 'Controversias', título dado a los folletos que repartía casa por casa entre los habitantes de Chablais lo hicieron celoso misionero católico enmedio de las ideas calvinistas. Fue echado por los pobladores de la zona y tuvo que pasar temporadas viviendo a la intemperie y de manera rudimentaria, evitando dos intentos de asesinato y siendo atacado por los lobos.
Su celo y trabajo dieron, sin embargo, sus frutos sumándose, como virtudes también deseables en todos nosotros, a su carácter amable y paciente. Sus hojas, clandestinas y hechas a mano, trasladaron a muchos el contenido profundo de sus convicciones que no eran otras que las de Cristo. Y todo ello desde la más espléndida de las amabilidades.
Que hoy en día, cuando quizá nos tiemble el pulso ante el empeño de mostrar nuestras creencias y nos sobre crispación en nuestros esfuerzos diarios, Él sea nuestro ejemplo y en él encontremos las virtudes de quien supo encontrarse ante el pensamiento adverso con la valentía otorgada desde el Evangelio pero también con aquella proverbial bonhomía que le llevó a decir:
"No nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor, y te lo digo con toda la claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo".
Agradeciéndoos vuestra presencia, lleguemos a esta celebración con el ánimo y la disposición de este San Francisco de Sales por cuyo patronazgo hemos de sentirnos dichosos. Más aún cuando Él nos trae, reunidos en asamblea, ante Cristo presente a través de la Palabra y también del Sacrificio de la Eucaristía.

(Monición de entrada de la misa celebrada esta tarde en el Obispado)

jueves, 22 de enero de 2009

Los caracoles del Pollo llegan al Cielo


Acabo de llegar del funeral de Francisco Sambruno García. Y tras escuchar a su hijo Juan Carlos, mi compañero en Cope y gran amigo con el que departir sobre cofradías y sobre tantas otras cosas, llego con una sensación extraña. Se ha agarrado al atril y, como le quedaba bajo, se ha agachado para agradecer, al final de la ceremonia de esta mañana en San Miguel, a cuantos hemos intentado estar cerca de la familia. "Ahora puedo hablar con él a diario, cuando antes iba a casa cuando podía o lo llamaba, pero el teléfono es frío". Algo así ha dicho con un tono cargado de esperanza y de vida.
En el Tanatorio me decía, y ello lo puedo prometer, que el de la Redención, que es paso del que él es capataz cada Jueves Santo, llevará el crespón correspondiente en la próxima Semana Santa y que, aunque no ocultaba de se le hará muy duro, dará sus pasos 'patrás', signo de ese toque trianero y alegre que, en lo puramente costalero, caracteriza sus hechuras cuando va vestido de negro ante el paso, mandando a la cuadrilla. Curioso, ¿verdad? El papel del doliente consolando me ha conmovido en el caso de Juan Carlos Sambruno. Y quienes lo conocen bien me entienden a la perfección.
Quizá por ello me anime a recordar al finado arremangado y con el mandil con el que, tras su mostrador, regentó durante tantísimo tiempo el Bar Pollo. Sí, es él. Hoy en día son más conocidos sus hijos. Quizá más aún los varones: Paco, un histórico ya en Lora Tamayo que es centro educativo en el que ejerce la secretaría así como veterano y ejemplar cofrade volcado hoy en su salesiana Redención, y Juan Carlos, que dibuja ya una fecunda trayectoria en los medios de comunicación. Por ello tantos compañeros, periodistas o con otras funciones, en el funeral del que recién llego.
Pero el popular de siempre, de toda la vida, era el padre. El bueno de Paco, al que tanto se le recuerda en los aledaños de aquella Cruz Vieja eterna y en toda la ciudad a decir verdad. Sus caracoles, los mejores de Jerez durante tanto tiempo, hicieron las delicias de cuantos visitaron ese bar en la esquina de Barja con Pollo, calle esta última de la que tomaba el nombre el establecimiento. La universalidad de aquel manjar fue una realidad que llevó al cielo del buen gusto a cuantos se escapaban de sus ocupaciones cotidianas para ser recibido por quien se nos acaba de ir.
Será ahora, digo yo, el Cielo, con mayúsculas, el que se queda con esos deliciosos caracoles. El Padre se llevó estos días los abrazos de Manolito Mesa y los chistes de Maro, que eran cotidianas expresiones que venían demostrando la existencia de Dios. Ahora toca llevarse al bueno de Paco y, aunque sus hijos son dignísimos herederos de los muchos valores del finado, lo cierto es que su ausencia ya se nota entre nosotros. Descanse en paz.

martes, 20 de enero de 2009

Yo fui personaje de Maro


Tarde salgo al paso de una pérdida tan irreparable. Pero ahora lo hago tras un par de días echando de menos sus chistes en el periódico. Manuel Rodríguez, ese veterano del dibujo rápido y expresivo de la actualidad jerezana al que todos conocimos como Maro, se nos ha ido con los lápices a otra parte. Y, en el fondo, haber esperado a que la presencia de su féretro no empañara el recuerdo de su socarrona sonrisa bajo el bigote no hace sino seducirme de que no ha hecho más que coger su moto para hacerse unos kilómetros por esas calles en las que encontraba a diario la sustancia para sus chistes.
Nunca tuve con él ninguna prolongada conversación que me lo descubriera lo suficiente como para conocerlo más allá de lo que sus diarias viñetas me dibujaban al respecto de su personalidad. Pero, quizá, fuera suficiente para entender su visión del mundo, sus inquietudes fundamentales, su capacidad de captar la retranca del ciudadano de a pie y... que con Pacheco se las traía. A diario entendí, a través de sus dibujos sencillos pero certeros, que la actualidad es bastante más simple que todo aquello que, nosotros los periodistas, requerimos para escribir lo mismo, justo lo mismo que él resumía con sólo tres trazos.
Una mañana, una de aquellas del final del invierno en el que me carcomía la responsabilidad del Pregón de la Semana Santa que me aguardaría en San Miguel, abrí el periódico y allí que me encontré, a mí mismo, en uno de sus chistes. Allí estaba el abrumado pregonero abrazado al libraco que se convertía en símbolo de la carga que me tocó en suerte en aquel 1999. Allí estaban también los compañeros corriendo desde la redacción para no toparse con uno de mis recitados de prueba buscando un signo de complacencia para poder seguir escribiendo. Allí estaba el alma de Maro, con "¡la leche que mamó!", como dije al verme en el chiste. Ocho años después llegó aquella otra viñeta en la que regresé a la categoría que era precisa para convertirse en personaje suyo. El Pregón de El Puerto me aguardaba entonces.
Ahora se acabó. Me quedé con las ganas de llegar a ser otra cosa, más allá que mero exaltador cofrade, para merecer un chiste distinto. Hubo, sin embargo, mil y una ocasiones para resacirme en historias de otros. O, mejor, en aquellos giños que, escogidos de entre lo noticioso del día, tanto nos retrataban a todos. Maro nos deja. Y semejante orfandad, a fuerza de carecer de sus obras a partir de ahora, la sufrimos ya como si nos hubieran quitado el desayuno para siempre.

lunes, 19 de enero de 2009

San Pablo, un cofrade


Se dirigió a los atenienses en el famoso discurso del Areópago y lo hizo, conocedor de aquellos otros dioses que aquellos veían en sus esculturas, pero con la convicción de una fe que le dio la oportunidad de no callarse ante una sociedad que no le pondría a San Pablo las cosas más fáciles que hace con nosotros la actual. Dejó escrito un espléndido Himno a la Caridad que debería ser leído a diario en las hermandades para que sigan en el camino. Pero también para que las acciones que se realicen no lleguen "como bronce que suena o címbalo que retiñe". Ni jactanciosa ni engreída ni interesada ni irritada ni tomando cuentas del mal... Nada de eso es caridad. Y se dirigió a Timoteo con satisfacción por la fe sincera del receptor de la epístola. "Para mí predicar el Evangelio no es ningún motivo de gloria, sino un deber que me incumbe", diría. "¡Ay de mí si no predico el evangelio!" añadiría. Y habló de la fe en recipientes de barro -débiles como nosotros- como muestra de que es una fuerza de Dios. Ejemplo para los cofrades, el de Tarso tuvo reaños y sintió, en el Padre, el respaldo que necesitaba. Creo comunidades (¿cofradías?) por el Mediterráneo (¿nuestros barrios?) y todo ello predicando "a un Cristo crucificado, escándalo para los judios, locura para los gentiles". ¿Nos suena? Buena Semana Paulina ésta que comienza para que, tampoco los cofrades, olvidemos a aquél del que se cumple ahora su bimilenario.
(La Voz, 18-01-09)

sábado, 17 de enero de 2009

Requiem por San Francisco de Sales


Cuando la nada es considerada mejor argumento que el asiento original de un acontecimiento algo está fallando lamentablemente. Y falla tanto para los generadores de la decisión como para, claro está, los damnificados privados de decisión a los que, eso sí, se les brinda la oportunidad de babear boquiabiertos ante una sandez capaz de dejar tan perplejos. Y es así, justamente, como están las cosas a sólo una semana de la llegada del día de San Francisco de Sales, el Patrón de los periodistas. Resulta que la Asociación de la Prensa de Jerez, fruto de una reunión de junta y no de una asamblea de socios, acaba de anunciar un cambio de planes en lo que respecta a la celebración de la tradicional fiesta de aquellos que nos dedicamos a esto de juntar letras intentando contar a la generalidad de los ciudadanos las cosas que pasan a nuestro alrededor. Quizá sea ello, en el fondo, lo que me anime a que no quede 'ad intra' aquello que, desde luego, tiene tanto que ver con sentimientos más generales. Les explico. Todo lo que se mantenía a finales de enero deja, desde este año, de llamarse Fiesta del Patrón. Ahora pasa a denominarse el Día de la Prensa de Jerez. Y para que no queden dudas de que nada tiene que ver con ello santo alguno, ni pedestal envuelto en incienso que se tercie, todo se traslada al mes de marzo. Para hacerlo coincidir con la fecha del nacimiento de la Asociación se dice. También se dice que la decisión es fruto de alguna petición. Muy desesperada debió ser cuando no se ha querido esperar a una asamblea. Hacía años que no se sabía de misa alguna que, en honor al Santo, nos convocara en semejante jornada. No había gran demanda, cierto es. Pero alguna había y, de no ser por imponderables de última hora, ya pudo haberse recuperado hace un año para los que se quisieran sumar. No hacía falta ni se pedía, lógicamente, que lo organizara la APJ. Mientras tanto, eso sí, lo que ocurriera en su honor -almuerzo, asamblea, entrega de premios...- seguía siendo llamado, en su conjunto, el Día del Patrón. Y era lo razonable. Pero la imagen del Santo de la sede, polvoriento y con algún dedo roto -creo recordar-, estaba convirtiéndose hace tiempo en el peor augurio de algo parecido a lo ahora ocurrido. Hace un año me interesé por ella, por la imagen. Y se tomó alguna decisión que la salvaría de manos que tanto abominan de emparentamiento alguno con lo cristiano. Nunca más se supo. Como, desde ahora, nunca más se volvería a saber -pensaron- de aquél que da nombre al día que siempre reunió a los periodistas. Con todo, aún estamos a tiempo, para quien así lo quiera, de acordarnos de San Francisco de Sales. A tiempo de recordar que la fe nos ha humanizado, que se ha constituido históricamente en la esperanza en un mundo mejor. Si la verdad nos hace libres, aunque a veces también bichos raros, estamos a tiempo de sentirnos espoleados. Los periodistas cristianos existimos, aunque quizá no debieramos callarlo tanto. Ese silencio no es propio de cristianos. Y menos aún de periodistas.

martes, 13 de enero de 2009

Ni la cigüeña quiere quinielas


Getafe, Córdoba, Oviedo, Sevilla, Cádiz y, más recientemente, Granada. ¿Cuál será el próximo origen al que nos acerque la rumorología episcopalista? Debo confesar que me divirtieron más las quinielas cuando, hace nueve años, estábamos pendientes de quién fuera el sucesor de nuestro, hoy, recordado don Rafael. Pero esta vez no he puesto el menor interés. Y no lo he hecho desde un primer momento. Quizá tenga dudas razonables, sea quien fuere el elegido por Roma, sobre nuestra ganancia con el relevo. Y lo digo con el debido respeto, claro. Estoy hastiado de quinielas. Hay compañeros periodistas que están disfrutando con ellas como yo, desde luego, no tengo el gusto en esta ocasión. Y bien que lo siento. Debe ser que voy para viejo. Lo reconozco. Por otra parte, y esto lo aseguro, los cambios -y éste particularmente- me están dando cada vez una mayor pereza. Será esto otro lo que me tiene sin gozar de cuanto de expectación genera, sin duda, el próximo nombramiento del nuevo obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez. Sea, como siempre, lo que Dios quiera. Me está haciendo falta, y creo que a la Iglesia asidonense también, que una voz vaticana acalle, por la vía del nombramiento inminente, tanto las especulaciones crecientes como las postulaciones interesadas. De paso también podría callar a los consultados deseosos de que se sepa que les preguntaron, ésos que para confirmar que se encuentran entre la pléyade de los elegidos no dudan siquiera en decir -'soto voce', claro- aquello que anotaron en un escrito que debió contestarse con la confidencialidad con la que debió ser recibida la consulta. Me alegra leer también su hartazgo al respecto a Francisco José Fernández de la Cigoña, miembro de la blogosfera eclesial tan apreciado por unos como destestado por otros y cuya cigüeña siempre anda ojo avizor sobre el tejado. Voz, sin embargo, respetada por afinidades en Roma que parecen tenerle tan bien informado. No sé qué dirá el Cardenal Re de sus menciones a la necesidad de que una bolsa de obispables viniera a tener más que al día, antes de que surgiera la necesidad de cubrir vacantes, a quienes, junto a Su Santidad el Papa, tienen algo que ver con ello. Ni yo soy nadie para pedir que la Iglesia funcione de otro modo ni, quizá, él lo crea sobre sí mismo. Pero pedir está bien si se hace con buen tono y mejor intención. Alguien dijo una vez que al Nuncio se le acumula el trabajo. Y es verdad. La parsimonia de la institución quizá no sea mala consejera, pese a todo. La sociedad actual, sin embargo, gira a otra velocidad y puede ir demando otras actitudes incluso de la propia Iglesia. Pero no nos equivoquemos. Ay de nosotros si, por emularlo, olvidamos que el Reino de Dios no es de este mundo. No queda sino esperar. Y, si no se quieren quinielas, aguantar las de los demás. En el fondo, siempre será mejor que nosotros practiquemos ese juego a que Roma nos elija obispo haciendo girar la ruleta.

domingo, 11 de enero de 2009

Y no llegaba Manolo


He dejado pasar todo un día para entender en su justa medida lo ocurrido. Una iglesia llena a reventar de jerezanos, el obispo -como llamarlo de otra forma ahora- presidiendo el oficio, un presbiterio lleno de curas, la alcaldesa en primera fila, imágenes a primer plano, cofrades por todos sitios... Ambiente de gran acontecimiento y, pese a tantas presencias, algo me faltaba. Un 'nosequé' me producía inquietud: todo aquello se desplegaba como ocurre con las cosas en la ciudad pero... ¿qué era lo que me faltaba cuando a primera hora de la tarde de ayer la sinrazón me abrumaba? Aun llegando con la hora justa pude tener buen sitio en la celebración. Del Río, mitrado, hablaba de "la ternura de la inocencia" mientras el negro se imponía en las vestimentas que llenaban las naves de Santo Domingo. Tampoco era de extrañar cuando de un tan especial evento se trataba el que reunía, sobre todo, a tantos miembros de las hermandades de la ciudad. Y aquél, se notaba en el ambiente, era un grandísimo acto cuya naturaleza podía obviarse en un primer momento, el de la solemnidad que, esta vez, no se rompía con su sencillez, su sonrisa, sus gestos más allá de todo protocolo. Sentado, como todos los asistentes que encontraron sitio, algo en mi interior me demandaba su irrupción por el pasillo. El tono de aquello no era propicio, claro, para que un 'cocacolita' gratificara a aquél al que yo echaba de menos. Pero tampoco era necesario para que él estuviera. Siempre estuvo. Y él sabía como hacerlo en cada sitio, conociendo la compostura necesaria fuera cual fuera el acontecimiento. Y aquél estaba dejando de serlo -un hecho importante para la ciudad- si él no aparecía. "¿Y por qué no vendrá hoy?" Me asediaba la pregunta entre la lógica y el surrealismo. Llevaba razón Juan Jacinto cuando, en su intervención en el homenaje que le hizo la Unión de Hermandades al ausente, exponía la experiencia de su parroquia: "En Las Viñas decimos -apuntaba buscando el asentimiento de quien suscribe, feligrés de ese populoso trozo urbano de nuestra Iglesia- que ningún acto tiene categoría hasta que llega Manolo". Bueno, pues a éste de ayer, sábado para la memoria de cuantos le echamos en falta, no terminaba de llegar mientras yo buscaba por todos sitios su aparición, respetuosa siempre pero nada carente de llamadas de atención complacientes para todos. Y de pronto se oyó una salva de aplausos. Un féretro al hombro de algunos de aquellos hombres de negro me lo enseñó entre el Orante del Huerto y la Confortación de María, que giró su cabeza para buscarlo como hice yo durante toda la ceremonia. No había de venir. O, mejor, no asomaría su sonrisa encantadora por ninguno de aquellos pasillos de la iglesia dominica. "¡Ay, Manolo, que te nos has muerto!", pensé. Un balón se ha quedado este mediodía, en Chapín, sin tu saque de honor. Deja pues que sea yo quien te haga, hoy, el gesto con los dedos de mi mano: "¡El Xerez ha ganado dos a cero!" Yo, en cambio, he perdido tus abrazos.

Ojalá que persevere


Es hermano mayor y, además, seminarista. Si alguien da más de una sóla tacada que avise. No es fácil, ¿verdad? Y es tan buena para todos, se mire por donde se mire, esta inusual coincidencia que es preciso,verdaderamente, que no se malogre. No me gustaría que lo que, en el fondo, no es sino un proceso personal, un camino de búsqueda interior, el encuentro del mejor servicio a la Iglesia desde el compromiso de la ordenación sacerdotal, se convirtiera en el éxito o el fracaso de todos. Iván Cote no se merece esa presión. Sería terrible. Pero resultaría tan importante que perseverara en su vocación... La sociedad mira a la Iglesia de reojo. A veces sobrada de encono. Y la Iglesia, de suyo, no ha mirado mucho mejor, tradicionalmente, a las cofradías. De hecho se han ocupado de revalidar aquellas palabras que se preguntaban si de Belén podía nacer nada bueno. Nosotros mismos hemos llegado a creer que no podíamos encontrar, entre nosotros, a quien fuera tan eclesial como para buscar la vida sacerdotal y, además, tan cofrade como para no por dar ese paso importante dejando de lado la responsabilidad máxima de su hermandad. Lo cierto es que me produce un hartazgo nauseabundo comprobar que aquellos que una vez, tras juventud cofrade, atendieron a su vocación sacerdotal prefieren ahora, no sin dejarse llamar curas cofrades en un primer momento, abominar de la realidad de unas hermandades cuyos pecados merecen la mano cariñosa de, al menos, aquellos directores espirituales que, por su origen, más debieran entendernos. Y de los que tienen otro movimiento o comunidad de referencia prefiero no esperar especiales afinidades. ¿Cuántas veces han resultado, éstos otros, mejores para nosotros los cofrades? Pero ello no justifica que dejemos de esperar de los originados en nuestras corporaciones lo mejor en su pastoreo. Ivan no deja la cuna de su fe -que es el Evangelio, claro, pero degustado en el seno de la que llegaría a ser su hermandad- sino que, además, ya en el Seminario acaba de ser reelegido. No es ya la ganancia de uno de esos curas cofrades, es el provecho que las cofradías demuestran con él. A nosotros no nos queda sino rezar por su vocación. ¿Nos acordamos cómo se hace?
(La Voz, 11-01-09)

jueves, 8 de enero de 2009

Publicidad con valores


Ante la tele, y llegada la inoportuna pausa para la publicidad, sólo tenemos dos alternativas. Sobre todo si nos encontramos en la tesitura de que el 'sillonball', deporte patrio de gran popularidad, nos ha dejado asidos a un sofá que, hace tiempo, le hizo el favor a nuestras posaderas de amoldar el cojín. El mobiliario también tiene sus trampas, que se creían, para conseguir que no nos cosquemos del lugar ocupado. Nunca lo olviden. ¿O son ustedes de los que niegan la evidencia de un sedentarismo convertido en plaga? ¿Que cuáles son las alternativas ante la impopular interrupción de la película o -peor aún- el reality que estábamos viendo? Pues, si se negaran por un casual a ir siquiera al servicio, no queda sino hacer zaping, eficacísimo instrumento para hacer la puñeta a los patrocinadores del programa de marras ignorando sus mensajes comerciales, o, que es la otra posibilidad que deben ustedes considerar, tragárselos sin anestesia -los spots, digo-. Al fin y al cabo pudieran no ser peores que el espacio interrumpido. En ésas andaba yo hace un par de días. Veía Los Simpson... Quizá ello les ayude a entender porqué hacer comedia, ahora, de algo tan cotidiano. Es ello lo que, aunque muchas veces difícil de entender porque apelan a cuestiones particularmente americanas, propone la conocida serie de animación de Matt Groening para la factoría Fox. ¿Qué quieren? También yo soy fan de la familia de Bart, como la publicidad aquella que seguramente hayan ya visto en la tele. Pero regresemos a ello precisamente, a la publicidad... La interrupción ante la que, finalmente, no me sedujo la idea de zapear puso ante mí a aquellos dos futbolistas que, junto a sus madres reales, me invitaban a comer las famosas natillas (Danet, creo que se llaman). Ya no está Ronaldinho. Del mismo modo que los culés ya no lo sufren en su plantilla, que el brasileño ya no es lo que fue. Sigue Messi. Y se ha incorporado -detalle nacional- David Villa. Y entre patadas al balón, cucharillas llenas del mencionado postre y miradas entrañables materno-filiales llegó el milagro. Ración de goles dedicados a mamá tras reconocer, pormenorizadamente, cuanto ellas hicieron por los craks hasta conseguir que fueran hombres de provecho. Ése el argumento. Ellas, las madres, les premiaban con dos natillas. Detrás, en un sorprendente no parar, Ausonia muestra a mujeres colocándose un pañuelo en la cabeza en solidaridad con la Asociación Española Contra el Cáncer y, luego, una pareja formada por un negro y una blanca anunciaban no sé qué en un detalle de multiculturalidad innecesario para el contenido comercial. Al final averiguo que los de las natillas fueron objeto de pública denuncia a cargo de Facua por publicidad engañosa (decían que dos postres eran el equivalente nutricional a un vaso de leche "cuando tienen el cuádruple de hidratos de carbono y casi el doble de calorías", apunta la organización de consumidores). Pero cuanta razón da el anuncio a quienes hacemos votos porque el mundo recupere los vínculos afectivos más primarios -y también los otros, claro- es detalle que, pese a todo, agradecemos. Si Messi y Villa aún necesitan a sus madres...

martes, 6 de enero de 2009

El Ratoncito Pérez


Un personaje creado a instancias de la Monarquía se convierte en mascota de Jerez por impulso municipal. Como si algo estuviera cambiando en la propensión republicana del socialismo, porque no creo que se trate de una burda inconsciencia de quienes barajan la posibilidad de que, su rescate en la Cabalgata de Reyes Magos de este año, proyecte esa posibilidad con la que comienzo a acercarme al famoso Ratoncito Pérez. Y si no hubiera desconocimiento de aquel encargo por parte de la Corona no deja de ser una alegría comprobar que se considera que las cosas no son malas sólo por venir de donde vienen. Me ha gustado, por demás, que, al menos de este modo -paupérrima ayer, para mi gusto, la presentación del personaje- la ciudad recupere del ostracismo a quien es mucho más que el autor de ese cuento. El padre Luis Coloma, para muchos no más que el nombre de un instituto jerezano, es el autor de la historia que, desde Palacio, se reclamara para aquel Alfonso XIII, niñito aún de ocho años, que perdió su diente para gloria de todos los críos que, durante más cien años, se han beneficiado ya de la tradición creada para aliviarles de las molestias sufridas por la pérdida dental. Será esa democratización del personaje la que le reporta el reconocimiento actual y que ya puede estirarse en próximos acontecimientos locales más de lo que ocurriera ayer en la Cabalgata. Yo hubiera sacado un Ratoncito Pérez del tamaño del gorila que terminó llamando la atención de los niños. Si el padre Luis Coloma levantara la cabeza... Bueno, tal vez se llevaría una alegría pese a todo. Digo yo. Mientras, recuerdo la historieta de ese ratón, "muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo y una cartera roja, colocada a la espalda", con la que fue complacida la petición: "Entre la muerte del Rey que rabió y el advenimiento al trono de la Reina Mari-Castaña existe un largo y obscuro periodo en las crónicas, de que quedan pocas memorias. Consta, sin embargo, que floreció en aquella época un rey Buby I (Alfonso XIII), grande amigo de los niños pobres y protector decidido de los ratones...". Bienvenida la iniciativa del Ayuntamiento si, realmente, fragua -con mejores trazas, insisto- ese reconocimiento de paternidad jerezana que no necesita pruebas de ADN. Cómo se lleve a cabo, en adelante, esa elevación a la condición de mascota de Jerez es algo que no sé si está decidido. Pero a mí se me ocurren algunas ideas que estoy dispuesto a compartir, de modo gratuito claro, con quienes tengan en su mano dar forma a semejante consideración para con el personaje más popular de la obra literaria del jesuíta que escribiera también sus Pequeñeces y Jeromín.
Por ejemplo, me parece a mí que si aquellos caballitos de colores que con tanta facilidad se rompen y desaparecen junto a Ifeca merecieron alguna vez una rotonda -por no decir el Michelín de la entrada desde la Autopista- quizá quepa monumento junto a su autor -llamativo, nada de ese busto que tan desapercibido pasa en el Arroyo- y aprovechando que acaba de cumplirse, en 2008, el centenario de su entrada en la Real Academia de la Lengua. También podríamos nombrar al Ratoncito Pérez -eso estaría bien- Hijo Predilecto la Ciudad. Otros jerezanos con mucho menos universalidad ostentan esa consideración.
El ratón vivía con su familia "dentro de una gran caja de galletas". Por ello, quizá, estemos a tiempo, si no gustaran las anteriormente mencionadas, de dar su nombre al próximo conjunto de soluciones habitacionales que, por sus medidas, más se acerque, como la casa del pobre roedor de los regalitos bajo la almohada, a las propuestas de la recordada Ministra de la Vivienda. A animarse toca, por tanto, y a no desaprovechar la ocasión de anotarse un mérito que, a decir verdad, podría quedar, cuanto menos, populista. Si se hace mejor, desde luego, llamará más la atención de lo que ocurrió anoche.

domingo, 4 de enero de 2009

Mi carta a los Reyes Magos


No sé porqué sigo creyendo en sus ilustres majestades. La verdad. Pero, lo cierto, es que no lo puedo evitar. Creo en los Reyes Magos -ustedes, a la sazón- como creo en la esperanza en un mundo mejor. Creo en Melchor, Gaspar y, sobre todo, Baltasar -que para ello fue siempre mi preferido- del mismo modo que creo, más bien estoy seguro, que 2009 no podrá ser peor que el año que acaba de finalizar. La esperanza, que dijeron una vez que es lo último que se pierde en una frase que tanto hemos manoseado después, alimenta, queridos monarcas, esa fe que ahora me anima a poneros estas líneas en el buzón de la ilusión. Espero que no me la extravíen ni la desidia ni el materialismo ni el pragmatismo ni la envidia ni el rencor ni... Lo cierto es que los riesgos de que alguno de esos 'villanos' -en el sentido más peyorativo aplicable a esos contravalores- son grandes. En ella va mi petición de salud. Si se recupera Manolito, y sigo encontrándomelo en la calle, su explicación gestual de lo buen locutor y pregonero que él cree que soy constituirá para mí el mejor regalo. En ella va una reclamación de que no llueva el Miércoles Santo -ni el domingo ni el lunes ni...- y si así fuera este año el extraordinario sabor de mi penitencia valdrá, seguro, por lo que será la nueva Semana Santa y por lo que dejara de ser la anterior. Tampoco falta en mi carta, queridos Reyes Magos, la solicitud de un pastor que nos escuche y que, consecuentemente, dé continuidad a cuánto el que se nos podría marchar en breve ha hecho por las cofradías. Da igual, querido Andrés que lo pides en tu 'Cofrademanía', que venga sabiendo o no que queda por coronar la Esperanza. Nosotros le explicaremos cuán importante es, para nosotros, mantener esa expectación de Madre que, aplicada a nuestra vida, ya nos salva con sólo sentirla.
(La Voz, 04-01-09)