Razones muy obvias me colocaron el viernes en lugar próximo a la noticia de un veto periodístico. El alcalde rechazaba la invitación de un medio alegando ofensa que, de existir, lo era a nivel personal sobre su formación y no agravio institucional alguno. Y, desde luego, jamás nacida en la instancia a la que negaba la entrevista pretendida por mi compañero.
No quisiera valorar más allá de lo justo la torpeza que, analizado el asunto desde la perspectiva profesional que cualquier estrategia de comunicación reclama, supone un veto en pleno siglo XXI. No creo que haga falta. Tampoco me adentraré en lo sorprendente que resulta llegar al frente de nuestras instituciones públicas con cualquier falta de información como la denunciada.
Me quedaré en la puridad de un debate que, diferencias ideológicas a un lado, deja con el culo al aire a quienes, abanderados de lo que llaman democracia real, terminan haciendo que la vuelta de tuerca con pretensiones de pasos de futuro nos lleve de nuevo a posiciones añejas y rancias, desprovistas de toda legitimidad y carentes de toda lógica que ahora nos entre en la cabeza.
A partir de ahora, señor González, sólo cabe una cosa. A mi humilde entender, al menos. Y me cargo de todo respeto para dejarlo dicho: no dilate usted más ni el levantamiento del veto a mis compañeros de Cope-Cádiz ni el cara a cara con Carlos Herrera. Hágase un favor a si mismo y recupere al menos una parte del crédito perdido con esta historia concreta. En otros blasones que ya atesore... ni entro.
sábado, 17 de octubre de 2015
lunes, 12 de octubre de 2015
Mi españolidad
Tanto el título como la foto ya han provocado rechazo a algunos de partida. Seguro. Me bastará, en cualquiera de los casos, que con ira o con complacencia se me lea sin necesidad de hacer definitiva la apriorística etiqueta. Item más... los que, en un sentido o en otro, dejen de leer esta entrada en el blog antes de adentrarse en mis nobles inquietudes al respecto quizá estén demostrando, salvo que no tengan tiempo para ello, lo poco que tienen que aportar a un debate que va más allá de la catalanidad y el dichoso Mas.
Déjame que te hable, primero, de mi preocupación ante los 'profesionales' de la agitación gratuita de banderas. El otro día me sonreía, de hecho, escuchando en la radio a alguien que, con mucha gracia y no menos respeto por todas las opciones, señalaba haber constatado que no hay reivindicación, aunque sólo sea la concentración contra los baches no arreglados por el ayuntamiento de turno, en la que no aparezca una enseña republicana. También ocurre al revés. Venga o no a cuento la exhibición de marras.
Lo cierto es que no puedo evitar sentir, desde mi rincón andaluz, que me unen muchas cosas con esos catalanes que viven sus días en la encrucijada de una lamentable división que da pena especialmente en sociedad tan espléndida como lo es la de esa tierra maravillosa. En el Priorat, Maresme, Alt Ampordá o el Vall d'Arán no pocos estarán más cerca de mi pensamiento que alguno de mis vecinos en Jerez. O en Vigo, Medina de Rioseco, Irún, Calatayud, Aranjuez, Benidorm o Zafra. Las divergencias no se anclan en el territorio necesariamente.
Mi españolidad, exhibida sin temores en éste que llaman Día Nacional y que a la postre no es más que un lunes festivo en el que procurar ser feliz, existe sin duda alguna y es lo que es con tanta convicción como la desafectación necesaria para que cunda lo que nos une y no lo que nos diferencia. Mi españolidad es fuerte hasta donde lo puede ser, en este momento de mi vida, la más firme seguridad que tenga a mi alcance. Y también es respetuosa con quienes por respetarla (mi españolidad) demuestren merecer este respeto.
Mi españolidad es de verdad, no sólo un trozo de tela. Mi españolidad es comprensiva con todo aquél que argumente y también me escuche. Mi españolidad es dialogante porque nunca llegaron lejos las imposiciones. Mi españolidad es tolerante porque lo otro no merece la pena. Mi españolidad es exigente de las mejores virtudes humanas. Mi españolidad es, de hecho, una virtud y nada me convencerá de lo contrario una vez expuesto qué es para mí la españolidad. Ergo... mi españolidad es, desde mis postulados, inquebrantable!
Déjame que te hable, primero, de mi preocupación ante los 'profesionales' de la agitación gratuita de banderas. El otro día me sonreía, de hecho, escuchando en la radio a alguien que, con mucha gracia y no menos respeto por todas las opciones, señalaba haber constatado que no hay reivindicación, aunque sólo sea la concentración contra los baches no arreglados por el ayuntamiento de turno, en la que no aparezca una enseña republicana. También ocurre al revés. Venga o no a cuento la exhibición de marras.
Lo cierto es que no puedo evitar sentir, desde mi rincón andaluz, que me unen muchas cosas con esos catalanes que viven sus días en la encrucijada de una lamentable división que da pena especialmente en sociedad tan espléndida como lo es la de esa tierra maravillosa. En el Priorat, Maresme, Alt Ampordá o el Vall d'Arán no pocos estarán más cerca de mi pensamiento que alguno de mis vecinos en Jerez. O en Vigo, Medina de Rioseco, Irún, Calatayud, Aranjuez, Benidorm o Zafra. Las divergencias no se anclan en el territorio necesariamente.
Mi españolidad, exhibida sin temores en éste que llaman Día Nacional y que a la postre no es más que un lunes festivo en el que procurar ser feliz, existe sin duda alguna y es lo que es con tanta convicción como la desafectación necesaria para que cunda lo que nos une y no lo que nos diferencia. Mi españolidad es fuerte hasta donde lo puede ser, en este momento de mi vida, la más firme seguridad que tenga a mi alcance. Y también es respetuosa con quienes por respetarla (mi españolidad) demuestren merecer este respeto.
Mi españolidad es de verdad, no sólo un trozo de tela. Mi españolidad es comprensiva con todo aquél que argumente y también me escuche. Mi españolidad es dialogante porque nunca llegaron lejos las imposiciones. Mi españolidad es tolerante porque lo otro no merece la pena. Mi españolidad es exigente de las mejores virtudes humanas. Mi españolidad es, de hecho, una virtud y nada me convencerá de lo contrario una vez expuesto qué es para mí la españolidad. Ergo... mi españolidad es, desde mis postulados, inquebrantable!
lunes, 5 de octubre de 2015
Dueño de mis silencios
Nunca he sentido, en la crudeza que se le supone, la esclavitud de mis palabras. Y siempre me he expresado, me expreso y me expresaré con la libertad que me caracteriza. Pero eso no quiere decir que siempre que me parezca oportuno me considere dueño también de mis silencios. Demasiado solemne para recuperar tras mes y pico mi actividad en el blog, verdad?
Es cierto, la incorporación a la nueva temporada radiofónica y otras ocupaciones laborales me apartaron de la fecunda escritura estival que me tuvo, pico y pala, analizando especialmente el tránsito en el gobierno local jerezano y otras cosillas varias. Pero ya estoy aquí de nuevo, con las ganas que nunca perdí, presto a 'dar morcilla' a quien corresponda en cada caso.
Uno no sabe nunca, aunque nada me sorprende, quien se considera seguidor de este puñado de letras que cada vez que puedo esparzo en mis artículos. Y hoy debo descubrirme ante un concejal socialista del que me siento deudor. José Antonio Díaz me pidió hace unos días que volviera a la carga. Y yo le agradecí que valorara mi "manera muy particular de escribir".
Yo le puse en bandeja que me citara los temas que le apetecía que analizara. Él me señaló tres de los muchos asuntos que le quedan cerca en función del lote de la gestión municipal que se le concediera. Ya me iré adentrando en sus propuestas. Ahora, disculpen mi flojera, sólo me apetece desperezar el pensamiento crítico e ir dando pábulo a mi motricidad fina.
Me alegro, como dice Herrera todas las mañanas. Lo dicho, el 'libro de baile' lo tengo abierto. Se aceptan peticiones. Algunas de las más inmediatas que atenderé, para que después no digan, son del socialista Díaz. Eso sí, las palabras seguirán fluyendo sin miedo a que me esclavicen y cuando toque silencio... será que me he vuelto a quedar sin tiempo.
Es cierto, la incorporación a la nueva temporada radiofónica y otras ocupaciones laborales me apartaron de la fecunda escritura estival que me tuvo, pico y pala, analizando especialmente el tránsito en el gobierno local jerezano y otras cosillas varias. Pero ya estoy aquí de nuevo, con las ganas que nunca perdí, presto a 'dar morcilla' a quien corresponda en cada caso.
Uno no sabe nunca, aunque nada me sorprende, quien se considera seguidor de este puñado de letras que cada vez que puedo esparzo en mis artículos. Y hoy debo descubrirme ante un concejal socialista del que me siento deudor. José Antonio Díaz me pidió hace unos días que volviera a la carga. Y yo le agradecí que valorara mi "manera muy particular de escribir".
Yo le puse en bandeja que me citara los temas que le apetecía que analizara. Él me señaló tres de los muchos asuntos que le quedan cerca en función del lote de la gestión municipal que se le concediera. Ya me iré adentrando en sus propuestas. Ahora, disculpen mi flojera, sólo me apetece desperezar el pensamiento crítico e ir dando pábulo a mi motricidad fina.
Me alegro, como dice Herrera todas las mañanas. Lo dicho, el 'libro de baile' lo tengo abierto. Se aceptan peticiones. Algunas de las más inmediatas que atenderé, para que después no digan, son del socialista Díaz. Eso sí, las palabras seguirán fluyendo sin miedo a que me esclavicen y cuando toque silencio... será que me he vuelto a quedar sin tiempo.
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