viernes, 8 de junio de 2018

El año que volvió la primavera

Tenemos un problema. Y a veces somos tercos en la incongruencia. Tan capaces de ponernos exquisitos en la defensa del planeta contra los efectos del cambio climático como de agarrarnos a las hojas del rábano de aquello que, sin pensarlo demasiado, nos parece agradable de semejante giro.

Resulta que, de un tiempo a esta parte, el calor nos había permitido, por el arte de birlibirloque de las anomalías aceptadas con cortoplacismo, irnos a la playa en marzo. Y resulta, además, que la memoria se diluye como puñado de arena entre dedos abiertos y conseguimos que nos parezca normal.

A base de esos veranos que, prolongados hasta casi el mes de noviembre, se dan la mano, sin el intermediario otoño, con ese tiempo en el que aquí estamos ya de zambombas nos hemos hecho a la ausencia de esa otra estación que pareciéramos encantados con enterrar para siempre.

Del mismo modo, queremos que en Semana Santa ya luzcamos el colorcito que originan esas tumbadas sesiones bajo el anhelado Lorenzo. Y nos parece lo mejor que, desde el frío, pasemos directamente hasta el tiempo estival de cuya espera este año tanto y tanto estamos hablando todos.

Teníamos también a la primavera casi de corpore in sepulto cuando, esta vez sí, se ha decidido a regresar con sus elementos meteorológicos más característicos. Las nubes y la lluvia nos acompañan hoy y, de hecho, la foto nos enseña cómo están las cosas en plena calle Larga a esta hora en la que escribo.

'Cúchame' tú que me lees: deja que caiga lluvia, deja que el sol tarde lo que deba, deja que cada día tenga su afán más propio, deja que llegue el verano en el que, conviene recordarlo, aún no estamos. Faltan dos semanas para que el ansiado solsticio. Aguanta, que puedes!

lunes, 4 de junio de 2018

Refundación

Si es preciso eliminar todo rastro de duda, la limpieza ha de ser profunda. No se trata de poner en tela de juicio a nadie sobre quien nada haya dicho la Justicia. Pero mucho me temo que la credibilidad de futuro le puede salir cara al Partido Popular.

Mañana martes tiene convocada Mariano Rajoy una reunión del comité ejecutivo nacional de la que ya hay quien espera alguna que otra pista sobre qué se quiere hacer con esta formación que, allá en 1989, nacía heredera de la antigua Alianza Popular.

Una vuelta de tuerca modernizó aquella derecha que, con otras siglas, podía resultar a alguien sospechosa aún de disponer de algún barniz más propio del régimen liquidado a finales de los setenta que de la España que estrenaba Democracia.

Lo que entonces tocó para consolidar una opción necesaria y a la que, seguramente, algunos nombres propios relevantes le resultaban una losa debe volver a ocurrir. Aunque se cometa la injusticia de cortar por lo sano en su refundación.

Ésa parece, aprovechando la oportunidad del pase a la oposición, la operación precisa para ser de nuevo, alguna vez, cuando la alternancia (ya no bipartidista) le reabra las puertas de la Moncloa y las urnas le devuelvan ocasiones de gobierno en España.

Si debe o no cambiar sus siglas y si debe dejar volar la gaviota, o adoptar otros signos identificativos para así evitar recordatorio alguno de las corrupciones que ahora sacan a Rajoy del sillón presidencial, es algo que debe comenzar a reflexionarse este martes.

Lo cierto es que no debe dudarse que se les espera en el escenario de la política nacional, autonómica y local. El suyo es hueco para el que el espectro no dispone en estos momentos de alternativa. Ciudadanos es otra cosa, aunque ahora gane parte de su electorado.





viernes, 1 de junio de 2018

El modelo de Jerez

Nadie se desgarre las vestiduras. Ni por lo que la política nos haya deparado en el pasado, lo que nos esté ofreciendo estos días o aquello que en el futuro tenga para nosotros. Tampoco lo haga nadie por esta modesta opinión que sé siguen muchos desde la evidencia o el soslayo.

Lo cierto es que veo a todo aquél que se arremolina en torno a Pedro Sánchez, que una vez investido no gobernará más que con las garantías de sus 84 diputados, y no puedo evitar ver a aquellos otros que, hace casi tres años, hicieron lo propio en el Ayuntamiento de Jerez.

Me dolía, y como no lo oculté en su día no me desdigo ahora, que una ciudad que por volumen de población requiere una corporación de 27 ediles, se tuviera que apañar con un gobierno de siete que llenaba de incertidumbres. Lo que se haya podido hacer es lo que nos ha traído hasta aquí.

Pues el resultado de la moción que manda a Mariano Rajoy a casa me resulta algo parecido. Y, pese a sus peculiaridades diferenciales evidentes, podríamos concluir que el modelo se impone. Y ahora toca reconocer qué han hecho los que en Jerez invistieron sin gobernar.

Pero la compañía del otro Sánchez (Pedro) es otra cosa. Y dan miedo los intereses con que ciertos apoyos quieran ahora cobrarse los deseos de Moncloa, a la sombra de la corrupción ajena, con que los socialistas cimentan lo que estos dos días ha ocurrido en la Carrera de San Jerónimo.


Por ello, a fuerza de ponerlos todos en los desmanes que la sentencia de la Gürtel pone en evidencia (necesario por supuesto), nos faltan ojos para la Bolsa (que se desploma), la Prima de Riesgo (que se dispara), como aplicar los 'odiados' presupuestos ajenos (impuestos por PNV), la cuestión catalana...

Pero yo, que soy de botella medio llena de un tiempo a esta parte, prefiero comenzar a pensar que quizá esto no se nos vaya a tomar por donde amargan los pepinos, ahora que comenzábamos a salir de la crisis. Quizá no haya que alarmarse... Quizá... De todo se sale. Como en Jerez.