Ya resulta cansino, a punto de convertirse en clásico post-Semana Santa. Como la 'desarma' de pasos o las máquinas quitando la cera del adoquinado de las calles del centro. Yo utilizo la Pascua para respirar con alivio de los esfuerzos 'semanasanteros' radiofónicos, periodísticos y cofrades; como liberación que me sabe a verdadera resurrección. La alcaldesa, sin embargo, las tiene siempre por marco en el que dejar caer, casi siempre con evidencias al descubierto pese al uso de tonos sutiles pero torpes, que lo de los palcos hay que revisarlo. Y es entonces cuando sugiere que son muchísimos los jerezanos que se quejan de las alturas, del número, de los precios o, sencillamente, de que existan.
Lo primero ya lo corrigieron en la plaza del Arenal, que era único sitio en el que, de verdad, podía pensarse que taparan la visión de las cofradías a los no usuarios. Y ahora no quedaría, digo yo, sino inventar los palcos soterrados porque de otro modo no se entiende hasta donde quieren llegar. Lo segundo queda sometido a la gran demanda existente en la sede de la Unión de Hermandades. Y ello es más que suficiente, por cuantos recursos generan pese a la crisis, como para no contemplar recortes. Lo tercero... Bueno, en ello no entro que ya sabe Natera lo que pienso al respecto de los precios. Pero es el último de los argumentos que barajo el que diríase más concluyente.
Que quiere cargárselos es algo que me parece cada vez más claro. Las ventajas políticas se ven venir: consigamos que las cofradías hagan filas a las puertas de la Alcaldía, renovando aquello de Pacheco que tanto criticaron los socialistas entonces en la oposición. Que lleguen de una en una pidiendo atención para sus necesidades una vez que la supresión del recurso deje desvalidas a las cofradías. Que rueguen por separado, incluso metiéndose codos unas a las otras, en lugar de tener solventado el milloncito de 'pelas' anuales con el que van tirando. Y las obras de caridad... Bueno, las hará el Ayuntamiento -nos harán creer- y nada de caridad: las llamarán solidaridad. ¡Con lo bien que les va a todo el mundo con ese autoabastecimiento vía palcos y sillas!
Pero doña Erre que Erre no se da cuenta de ello. Alguien debe estar soplándole soflamas ideológicas que de cara a la galería resultarán muy progresistas. Pero ello no faculta a nadie, ni siquiera a quien se quiera apoyar en los resultados de unas urnas, para seguir desoyendo la mayoría de las opiniones al respecto. Es más, ello no da fundamento al empeño de prestar oídos a esas hipotéticas voces que la alcaldesa se empeña en mencionar y que uno no termina de oír. Una sóla voz me habla estos días de los 'graves' problemas que los palcos originan. Ésa misma voz a la que tanto le cuesta reconocer los mil beneficios generales que a la ciudad reporta la Semana Santa.
A mí me está pareciendo que ya pasa de castaño oscuro y que, a decir verdad, los problemas de la ciudad son otros mucho más serios. Lo que ocurre es que, aquí como en Madrid, las chorradas elevadas a la más alta consideración solapan, sobre todo cuando se esgrimen hábilmente y una vez más no es el caso, los males de un Jerez que no debería aguantar más pamplinas y exigir respuestas más eficaces ante las muchas carencias que la acucian.
Lo primero ya lo corrigieron en la plaza del Arenal, que era único sitio en el que, de verdad, podía pensarse que taparan la visión de las cofradías a los no usuarios. Y ahora no quedaría, digo yo, sino inventar los palcos soterrados porque de otro modo no se entiende hasta donde quieren llegar. Lo segundo queda sometido a la gran demanda existente en la sede de la Unión de Hermandades. Y ello es más que suficiente, por cuantos recursos generan pese a la crisis, como para no contemplar recortes. Lo tercero... Bueno, en ello no entro que ya sabe Natera lo que pienso al respecto de los precios. Pero es el último de los argumentos que barajo el que diríase más concluyente.
Que quiere cargárselos es algo que me parece cada vez más claro. Las ventajas políticas se ven venir: consigamos que las cofradías hagan filas a las puertas de la Alcaldía, renovando aquello de Pacheco que tanto criticaron los socialistas entonces en la oposición. Que lleguen de una en una pidiendo atención para sus necesidades una vez que la supresión del recurso deje desvalidas a las cofradías. Que rueguen por separado, incluso metiéndose codos unas a las otras, en lugar de tener solventado el milloncito de 'pelas' anuales con el que van tirando. Y las obras de caridad... Bueno, las hará el Ayuntamiento -nos harán creer- y nada de caridad: las llamarán solidaridad. ¡Con lo bien que les va a todo el mundo con ese autoabastecimiento vía palcos y sillas!
Pero doña Erre que Erre no se da cuenta de ello. Alguien debe estar soplándole soflamas ideológicas que de cara a la galería resultarán muy progresistas. Pero ello no faculta a nadie, ni siquiera a quien se quiera apoyar en los resultados de unas urnas, para seguir desoyendo la mayoría de las opiniones al respecto. Es más, ello no da fundamento al empeño de prestar oídos a esas hipotéticas voces que la alcaldesa se empeña en mencionar y que uno no termina de oír. Una sóla voz me habla estos días de los 'graves' problemas que los palcos originan. Ésa misma voz a la que tanto le cuesta reconocer los mil beneficios generales que a la ciudad reporta la Semana Santa.
A mí me está pareciendo que ya pasa de castaño oscuro y que, a decir verdad, los problemas de la ciudad son otros mucho más serios. Lo que ocurre es que, aquí como en Madrid, las chorradas elevadas a la más alta consideración solapan, sobre todo cuando se esgrimen hábilmente y una vez más no es el caso, los males de un Jerez que no debería aguantar más pamplinas y exigir respuestas más eficaces ante las muchas carencias que la acucian.
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