sábado, 28 de febrero de 2009

Feliz Día de Andalucía


Tanto la edad que uno ya tiene, y que año tras año va haciendo que se pierdan las ilusiones juveniles, como que es innegable la falta de cumplimiento de cuantas expectativas pusimos un día en una Andalucía autónoma, para desmemoria de políticos y hastío de ciudadanos con demasiada memoria. Ambos ingredientes de ese cóctel actual que lleva por nombre 'desencanto' son indicadores imprescindibles en los que verificar que el 28 de febrero apenas significa nada.
Veintinueve años después de que fuera constituida la Comunidad Autónoma Andaluza no encuentro validación convincente de aquellos empeños bienintencionados ni en la existencia de una autogestión que, de verdad, nos hayan conducido a mucho ni en un progreso que nos haya sacado, de verdad, del vagón de cola en el que hemos quedado estancados y espero que no para siempre ni en un horizonte que dibuje, desgraciadamente, mejores trazas de cara al futuro.
Que para este viaje, quizá, no nos hicieron falta semejantes alforjas es una afirmación que se convierte en tentadora propuesta para las pancartas que, hoy, festejen aquello que sólo crédulos e irreflexivos pueden considerar celebrable. Pero como, además, ni siquiera habrá tracas que manifiesten alegría alguna en la llegada de un nuevo aniversario de aquel 28-F de 1980 todo puede encontrar, y será lo mejor, ese silencio conmemorativo que es el mejor cómplice del despropósito en el que convertimos aquellas ilusiones andalucistas.
Si Blas Infante levantara la cabeza y contemplara las cifras del paro en nuestra tierra o el caos que es el Servicio Andaluz de Salud o el desbarajuste de una educación sin norte o la desvertebración de una región en la que, en el fondo, tienen tan poco que ver como entonces Almería y Sevilla... Si el padre de la que llaman patria andaluza comprobara el destino de aquel camino iniciado entonces y lo que hicieron de ella los Borbolla y los Rojas Marcos, los Chaves y los Pacheco, los Zarrías y los Arenas, los Arredonda y los Valderas y los Puche... Los que tuvieron el poder del Gobierno, de forma cansinamente ininterrumpida por cierto, lo llevan peor en ese balance. Pero tampoco aprueban, para mi gusto, los que en la oposición se las vieron con un papel que no supieron acometer. Y tampoco se quedan cortos quienes, considerándose legítimos herederos del andalucismo de siglas, no hicieron sino pelearse entre ellos para encabezar ese partido tercerón y aún capaz de parir otras formaciones que lo dividieron y subdividieron lastimosamente.
Y, con todo, sea Andalucía libre por España y la Humanidad. Sólo falta que los políticos lo sean también por y para una tierra que ya está hasta el gorro de una descentralización que jamás, y cumpliremos pronto tres décadas de aquello, trajo nada que, verdaderamente, mereciera la pena. Feliz Día de Andalucía para todos aquellos que siguen creyendo en esto. Y más aún para los que hace tiempo que dejaron de tener puestas sus esperanzas en semejante empeño y que, por supuesto, tienen el mismo derecho a gozar de esa felicidad.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Vocación de trascendencia


He accedido esta tarde a San Miguel con el ánimo disperso por las mil ocupaciones. Con el demonio del tiempo persiguiéndome demoledor, así dejé la calle para adentrarme en ese cielo en que este templo jerezano se convierte como prodigio que llega mucho más allá de aquellos momentos fuertes en los que hasta sus piedras parecen transfigurarse. Pero es que, además, es Miércoles de Ceniza.
A la puerta Luis Cruz, José Miguel Merino o Jaime Castell ya avisaban de lo que habían sido las visitas de toda una mañana de búsqueda de... qué sé yo. La esposa de Luis me hablaba del incremento de las necesidades de mirar al cielo y, dentro, mi hermano Antonio Montoro alumbraba con su palabra el espíritu. Antes, por la puerta que da a calle San Miguel, lo cierto es que el aire sacaba improvisadas papeletas de sitio con promesas de trascendencia, al menos durante el instante de la visita.
El ser humano tiene entre esas peculiaridades que le hacen el rey de la Creación una ineludible vocación de ascender en sus horizontes hacia cotas de búsqueda de la felicidad muy por encima de los intereses terrenales. Y ello es lo que renové a la entrada en la parroquia, al cruzar la nave del Santo Crucifijo y, muy especialmente, al adentrarme en la verdaderamente celeste capilla del Sagrario.
La tiniebla entre la que encontrar a Cristo que parecía recién salido de la misma patena, la cera encendida indicando el camino hacia Él, el silencio absorto de quienes en ese momento comparecían ante una imagen que, desde la mera madera, lanzaba permanentes interpelaciones a la búsqueda de un mundo mejor... Se estaba tan bien que lo que menos apetecía era volver a salir a la calle.
Estreno la Cuaresma aspirándola como una bocanada fragante reafirmada luego en San Francisco, en San Pedro, en Capuchinos, en La Victoria, en San Lucas... Siempre la llamada, en una tónica de intensiva siembra de espiritualidad, hacia la verdadera consistencia del género humano. Pero a la salida a la calle la realidad imponía el mayor descrédito de nosotros mismos, tan capaces de dejar destrozar tan noble aspiración.
Que la repetición de la experiencia de este Miércoles de Ceniza nos exponga al empeño de no escapar de aquello que realmente somos. El domingo continuaré buceando, regresando a nuestros templos, en la indescriptible vivencia de una vocación que nos abandone en brazos del alma infinita de una trascendencia que, más que fe, demanda, de partida, verdaderos deseos de búsqueda interior. No desaprovechen la oportunidad. Estamos en temporada.

lunes, 23 de febrero de 2009

Mis 23-F: recuerdos de La Atalaya


Una infancia en La Atalaya es, hoy en día, un impensable ejercicio de imaginación que, entre museo y museo, apunta a fabulación más que a aquella realidad que evoca a la División de Vinos de Rumasa con sede en ese edificio de aire victoriano que un día fue casa de unos Palomino. Pero esos catorce años de mi vida existieron del mismo modo que aquel empresario roteño de nombre José María terminó construyendo un imperio que causó envidias y sospechas. Y no sé si a partes iguales.
Vivir entre aquellos jardines de los setenta y ochenta, tan despersonalizados tras la expropiación y el propósito turístico, fue tan forjador de la personalidad de este que suscribe que son demasiadas las experiencias de entonces que hoy son referente directo de alguna cualidad con la que Dios me haya querido adornar del mismo modo que, quizá, causa de alguna carencia. Pero, por encima de todo, vivir en La Atalaya (donde mi padre fue portero, aclaro para los que no lo sepan) fue un sueño.
Y corrían aquellos primeros meses del gobierno socialista de Felipe González que ganó las elecciones del 82 cuando la placidez de aquel paraiso comenzó a desdibujarse. Era el mejor signo del desasosiego que también diluía la bonanza del negocio de los Ruiz-Mateos. Por eso, más que recordar cómo fue realmente en mi vida aquel 23 de febrero de 1983, lo que evoco con más facilidad es el marco de una situación en la que cualquier anuncio de las intenciones del Ministerio de Miguel Boyer sonaba a verdadera amenaza.
Mis dieciocho años, a qué negarlo, me tenían más pendiente de la novia con la que iniciaba relaciones y, seguramente, del Mundial de Naranjito que quedó atrás. O de la temporada con la que el Xerez acababa de recuperar la categoría de la Segunda División. Pero no tardarían los hechos que descabezaron el holding en una operación que, veintiséis años después, se sigue sin entender. Sobre todo porque, pragmático que es uno, comenzaba a ver las incertidumbres que se cebaban en mi familia y que venía en el rostro preocupado de mi padre.
Muchos trabajadores fueron los que, a partir de ahí, protagonizaron una diseminación laboral que les fue deparando los más diversos destinos cuando no prejubilaciones inesperadas o situaciones difícilmente descriptibles a día de hoy. Indemnizaciones invertidas en lo que se pudo o dilapidadas en negocios que no funcionaron dan buena cuenta de todo ello. Y, sin embargo, ningún estrés tan grande como el sufrido por José María Ruiz-Mateos, empeñado en una lucha que parecía desmoronar su imagen, y esa familia numerosa pero hecha una piña.
Aquel 23-F fue, en realidad, un lamentable punto de inflexión que, visto en la distancia, no tuvo para Jerez más que el descalabro económico y una desvertebración importante del tejido empresarial del monocultivo vitivinícola. Ocho años después, la situación que dio a luz a aquella huelga del 91 se ocuparía de hacer el resto. La ciudad quedó sumida en una gran tristeza económica y emocional porque, no en balde, aquel paternalismo empresarial tan criticado por algunos no ha encontrado, estoy convencido de ello, sustitutivo mejor.
Este mediodía he podido conversar con Teresa Rivero. Con el marido ha sido imposible. Me decía que no quieren hablar de aquella expropiación y que cuanto ocurrió sigue siendo, hoy en día, motivo de encono en todos los rincones de España. Yo, mientras tanto, le recordaba aquella finca en la que la plácida vida de un niño que creció sobre el césped de sus jardines y entre la ruidosa algarabía de los ánsares, enmedio de la fragancia de sus bodegas y el tic-tac de la colección de relojes, se encontró con un inesperado revés.

Mis 23-F: estampida en el Coloma


Mis clases en el Instituto Padre Luis Coloma encontraron esa tarde una interrupción al estilo que los documentales de La 2 ofrecen con los ñus de la sabana como ruidosos y corretones protagonistas. Y lo cierto es que ninguno de aquellos alumnos del Nocturno sabían, a ciencia cierta, lo que ocurría.
Yo no tenía más que once años cuando murió Franco pero, cosas de la edad quizá, cuando poco más allá de cinco años después Tejero entraba en el Congreso de los Diputados no hubiera pensado que la recién nacida Democracia estuviera aún en pañales. Pero, claro que lo estaba. Esa noche se supo bien.
Mis libros bajo el brazo me llevaban por calles Guadalete y Sevilla camino de unas clases que, con un turno que era opción personal, me dieran la oportunidad de buscar algún trabajillo con el que ir ayudando en casa. Serían poco antes de las siete de la tarde, de una tarde plácida. Pero sólo aparentemente.
En la portería del Instituto, casi bajo las arcadasde ese edificio tan característico y tan polivalente que llegaría a convertirse en cárcel para la película 'Cuba', una radio encendida comenzaba a evidenciarlo: "Oye, que dicen que ha entrado no sé quién en el Congreso", señalaba el portero a uno que pasaba. No hice ni caso.
Mis quince años, cuajados de intereses en las niñas y en la música (Triana, Imán, Cai, Alameda...), no me ofrecieron nunca demasiados empeños por la política. Pese a lo interesante de semenjante momento de la Historia de España. Así que, "qué más da quién esté entrando en el Congreso" pensaba. Lo único importante es que dieran pronto las once de la noche, hora de finalización de las clases.
Las aulas del Coloma regresan a mi memoria con una evidente vitola de romanticismo que tiene que ver más con un celofán de recuerdos bellamente distorsionados que con una realidad que yo mismo constatase cuando, por ejemplo, me reencontrara con ellas, años depués, en aquellas primerizas sesiones del Foro Humanismo y Ciencia.
Alguien confirmó, quizá el profesor que tocaba para abrir boca esa tarde del 23 de febrero de 1981, que aquello era lo que era. Y tímidamente comenzaron a sonar los nombres de Tejero, Armada, Milans del Bosch... así como situaciones como aquellos tanques que salieron a las calles en Valencia.
El resto fue un "mariquita el último" que nos echó, desde la primera planta del Instituto, hacia aquel rellano de la puerta. Quienes conocen aquellas escaleras del Coloma saben de su capacidad. Pero quedó desbordada por la muchedumbre, por las incertidumbres y hasta por los fantasmas del pasado.
Recordar aquella estampida, con gente que rodó hasta la puerta y demás griterio, es evocar años mozos entrañables en el album de cada cual, más que sospechar, realmente, que el recuerdo de aquel 23-F, a base de comparecencia del Rey y manifestaciones multitudinarias, consolidara demasiadas cosas.
Algo habrá avanzado en nuestra Democracia pero... ¡quedan tantas cosas por hacer!

domingo, 22 de febrero de 2009

La ceniza


Sales minerales. En concreto, potasio, calcio y magnesio en el caso de la que tiene origen vegetal, como la que nos impondrán el próximo miércoles fruto de la quema de los ramos de olivo. Poco más es la ceniza, meras sustancias inorgánicas no combustibles y, sin embargo, con posibilidades fertilizantes si no contiene metales pesados. Ante ello nos encontraremos si tenemos el detalle de participar en el rito: pobreza material que esconde un inesperado poder revitalizante. Quizá ese espíritu no forme parte de los planes con los que las cofradías afrontarán una nueva Cuaresma. Y, sin embargo, nuestro aprecio a los signos debiera obligarnos a que no pase en balde la fecha de esta primera jornada.No son malos tiempos para tomarnos las cosas así, con sobriedad. Estamos en crisis, y no sólo económica. O lo que es lo mismo, estamos en los mejores tiempos, éstos alimentados por tantas dificultades, para que nos convirtamos en algo más... genuino.
(La Voz, 22-02-09)

martes, 17 de febrero de 2009

Editores con... otra vocación


La sospecha sobre el gusto especial del periodista por aquello que hace no es algo que no pueda comprobarse, creo yo, a cada momento, en cada pieza informativa o en cada ejercicio de la profesión allá donde ésta ponga de manifiesto los talentos de cada cuál. La sospecha, sin embargo, sobre el gusto especial del propietario de un medio de comunicación por la dedicación de su tiempo y, sobre todo, su dinero a aquello en lo que ha desembarcado quizá no dé la cara tan fácilmente. Al menos eso sospechaba yo cuando, sin embargo, intuía, para mi desesperación al creerme el único en notarlo, de qué va alguno de esos editores que, alguna vez, he tenido a tiro (metafóricamente, claro).
Ayer escuchaba a José Antonio Sentís, director general de El Imparcial, que el periodista, generalmente, quiere hacerlo bien pero, y se preguntaba, "¿hasta dónde puede llegar la empresa periodística en favor de sus premisas comerciales o ideológicas respetando, sin embargo, la ética profesional periodística?". La mesa redonda en la que participaba, en el marco de la Asamblea de Delegados Diocesanos de Medios de Comunicación Social, comenzaba a poner el dedo en una llaga que no sólo nos interesaba a todos, a muchos al menos, sino que ello nos permitía, en las conversiones distendidas posteriores, poner ejemplos que ilustraban esta realidad en cualquier sitio de España.
El cambio de propiedades de los medios desde firmas editoriales verdaderamente vocacionales del mundo de la comunicación hasta aquellas otras de procedencia inmobiliaria o chamarilera, qué más da, es una certeza no denunciable pero sí lamentable. Al menos, a juzgar por algunos resultados muy conocidos que todos podemos tener en mente. Y Sentís lo llevaba con especial capacidad hasta el terreno de contenidos publicados "en función de sus intereses o negocios secundarios". José Javier Esparza, crítico de televisión y director del programa de Cope 'La Estrella Polar', sumaría aquella afirmación por la que claro queda que "la llave de los garbanzos la tienen otros, no los periodistas".
Que así no hay forma de tener garantías ético-periodístcas de un resultado fetén de todas todas fue evidenciado palpablemente, al final de la tarde, por el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando García Urbaneja. Sus conclusiones fueron las que siguen: que la ética no está en la agenda, que los dirigentes sociales y políticos inciden en el periodismo para manipularlo, que los ciudadanos no protestan sino que recelan y se van, que se impone lo banal y el espectáculo, que la búsqueda de la verdad no es una exigencia y el interés público tampoco y que la libertad termina amparando las malas prácticas. O sea, mucho de lo que encontramos en los medios y no nos gusta.
No están las cosas, y basta remitirse a esta crisis que tanto se referencia en el mundo de la comunicación, para exquisiteces ni selecciones entre los empresarios. Pero lo que no podemos negar es la peligrosa incidencia de semejantes propiedades, en términos éticos, en algunos periódicos, radios o televisiones en el resultado final. A esta hora de la mañana, y mientras interviene el catedrático de Tecnología de la Información Javier Nó nos explica las posibilidades de los blogs, yo procedo a colgar en el mío esto otro que es una inquietud razonable que no intenta sino evidenciar el callejón, tal vez sin salida, en el que se ha instalado la comunicación.

lunes, 16 de febrero de 2009

Oración del periodista


Señor Jesucristo, por medio de María,
haznos transmisores de la verdad,
libres y defensores de la libertad,
independientes e imparciales,
promotores del bien común y de la concordia,
voceros de los valores humanos y espirituales,
veraces, ecuánimes, honrados,
impulsores de la justicia,
portavoces de los marginados,
leales a nuestra conciencia.
Ayúdanos a defender la paz y la convivencia,
a respetar la dignidad de las personas,
a mantener nuestra integridad profesional,
a rectificar nuestros errores.
Líbranos de la ligereza y de la frivolidad,
de la adulación al poder y del servilismo,
del sensacionalismo y de la prepotencia,
de los prejucios y de la agresividad.
Haznos sencillos portavoces de la Verdad,
que conduce a Ti, Señor Jesús. AMEN.

(De la apertura de la Asamblea de Delegados Dioces. de MCS)

Qué Calvario!


El otro día, alguien que pasaba por la puerta de Bertemati, elevaba la voz, entre la reivindicación y la sorna, con un mensaje verdaderamente pancartero: "¡Sábado Santo, ya!". Yo, que salía del inmueble, no pude evitar la espontánea mirada hacía atrás -hacia adentro, realmente-, como temiendo que el destinatario al que iba dirigido semejante exclamación recibía el recadito de marras.
Tal vocinglería, nada más lejos de constituir arreglo alguno para el marrón que tenemos entre manos con respecto a La Piedad y ese Viernes Santo aún manga por hombro, se queda en expresión elocuente, eso sí, de una vox populi cada vez más generalizada. Pero el general, precisamente, no ha de encarar, justamente ahora, una decisión que hipoteque, de partida, a ningún nuevo pastor de inminencia sugerida.
Ya sé que me arriesgo a encontrarme, mi querido lector, una salida suya de tono recriminante: "¡Y tú que vas a decir, Gaby!" Vale. La recibo con todas sus consecuencias. Y, con todo, asumo, perdonen la insistencia, la posibilidad de esa desautorización que me quieran regalar con el mismo desparpajo que aquél de la reivindicación al paso, en un Arroyo que deja atrás días de visitas y reuniones cofrades.
Pero, si no fuera porque les considero con las suficientes entendederas, me esforzaría en explicarles que incluso una solución hipotéticamente consuada en base a la recuperación del Sábado Santo requeriría de una reflexión que preparase el terreno. Ninguno queremos, ¿verdad?, que tras el regreso procesional de la víspera del Domingo de Pascua, tengamos que arrepentirnos tras dos décadas soñando con ello.
Es precisamente por ello, calentita como parece que está la cosa, que creo, con toda honradez lo digo, que poco aporta ese griterío, por unánime que parezca, que pide la inmediata habilitación cofradiera del Sábado Santo. Diríase que, ante semejante sensibilidad de la calle al respecto, la recuperación de aquella jornada procesional abandonada en los ochenta está más cerca. Pero, aún en ese caso, flaco favor hace, a la causa inmediata.
No es tan difícil arreglar el Viernes Santo. Ni mucho menos. Y no sería justo que todos suframos este calvario, esté en nuestro futuro o no la recuperación del Sábado Santo, porque a alguien no le interese resolverlo sensatamente.
(La Voz, 15-02-09)

sábado, 14 de febrero de 2009

Los eucaliptos de Franco


Hoy he vuelto a cruzar el umbral hacia la silvestre realidad de Doñana. Lejos aún de ese Pentecostés radiofónico-devocional que me renueva anualmente el descubrimiento de hace tres lustros, acabo de tener la oportunidad de disfrutarlo antes de que la humedad del invierno abandone el Coto un año más. Y, más frondoso aún de lo que venía apreciándolo en mi periódico encuentro con sus grandezas, hoy lo observé -sin carretas ni micrófonos- con mayor interés en escuchar, en sus silencios, tales evidencias de la mano creadora de Dios.
Subí y baje dunas móviles con el aliento renovado del empeñado en descubrir el más allá del arenal, me quedé absorto lo mismo ante flamencos e ibis que ante la más doméstica vaquería retinta, salté las raíces de los pinos que se alargan a la búsqueda del agua de la marisma, sentí la mirada furtiva de los venados corretones y hasta conseguí, charlando con la octogenaria casera de los González-Gordon en Palacio, recordar que hay vida más allá del asfalto, de la cobertura del móvil y de las complicaciones cotidianas de la ciudad.
Mauricio y Jaime, González tan llegadizos como distinguidos han sido anfitriones espléndidos para un grupo con el que, encabezado por dos arzobispos -nuestro castrense y el nuncio en Kazajistán-, han compartido paseo y almuerzo así como, más tarde, sobremesa plena de evocaciones de aquellos cincuenta en los que esas tierras se preparaban para convertirse en el actual Parque Nacional de Doñana. Ha sido entonces cuando he encontrado el memorial testimonio que me ha invitado a este reconocimiento merecido que acometo.
Es Mauricio González-Gordon un verdadero salvador de la Naturaleza según la conocemos hoy en el Coto. Resulta que, cuando aún no era lo que es, semejante reserva corría el riesgo de no llegar a serlo nunca si no se producía la intervención feliz de quien, más allá de regalar los oídos a Franco en una de sus visitas al lugar, tuvo, en la epístola que nos leía en la sobremesa el veterano amante de la Naturaleza, la herramienta para evitar la barbaridad que preparaba el caudillo: la masiva plantación de eucaliptos.
Las lesivas propiedades de este tipo de arboleda, característica eso sí de un lugar del Coto como la Raya entre Palacio y Manecorro, fueron evitadas por un escrito cuya lectura nos trajo -copa de Lepanto en la mano- la fragancia de aquél aún desconocido empeño ecologista pendiente, por entonces, de la actual generalización entre los ciudadanos. Ahora, en medio de un esfuerzo en este terreno que a veces exagera el tono y decapita la natural relación entre el hombre y la Naturaleza, aquello ofrece balsámicas reflexiones sobre un movimiento que tiene mucho que aprender del pasado.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Que la Virgen de Lourdes haga un milagro


Hoy es el día de Nuestra Señora de Lourdes. Y no sé si esperan ustedes ese milagrito que, tan lejos de aquella cueva de los Pirineos franceses que es lugar de peregrinación de lisiados de cuerpo y también de otros con males de espíritu, estamos en disposición de esperarlo. Y, sin embargo, es posible, toda vez que aquí también tenemos gruta, que la Virgen se acuerde de nosotros. Sobre todo si la tenemos anexa al propio templo.
Junto a la Real Capilla del Calvario se encuentra Ella, en una imagen que más de una vez ha sido destrozada por cierta gentuza. A Ella le dedican cultos especiales esta noche los cofrades de La Piedad. Y, dentro de esa sede, existe una Hermandad pendiente aún de resolver un asunto que va camino de necesitar milagro. No en balde no hay sentada para remediar los horarios del Viernes Santo jerezano que haya conseguido mucho.
No encontraron respuesta, al menos que fuera luego aceptada en otras instancias, las cinco cofradías que apenas llegaron más allá de una determinación que nos colocaba la Urna como 'cruz de guía' de una jornada que sólo entendemos, a decir verdad, cerrada por el Duelo. Ni tuvieron tampoco más respuesta que la imposición de la invariabilidad una vez llegó una más reciente reunión de la Piedad con la Unión de Hermandades.
Mañana será el propio obispo el que se siente con los interesados tras un cabildo general que, de modo urgente, ha debido convocar la junta de gobierno que preside como hermano mayor Domingo Díaz. Me pregunto si, dada la trayectoria que lleva el asunto y la falta de una solución razonable que resuelva para siempre los problemas del Viernes Santo, habrá que hacerle sitio, en la mesa de esa reunión de mañana, a la propia Virgen.
Que la Virgen de Lourdes haga el milagro. Eso nos hace falta aunque, me da a mí, al final lo que ocurra mañana a resultas de lo que se decida en el cabildo de hoy quizá no sea sino un nuevo parche y el Viernes Santo esté condenado a seguir siendo un verdadero calvario. Que nos quede, en cualquier caso, la convicción de que, de seguro, sin Calvario, y pese a que alguno espere sorpresas, no hay Viernes Santo. Y a buen entendedor...
(COPE-Jerez, 'Carrera Oficial', 11-02-09)

domingo, 8 de febrero de 2009

Penas que no se deben restaurar


El Barroco nos hizo el incomparable regalo que cada año representa, con tan espectacular resultado, la Pasión de Cristo por medio de las más esperadas trazas escénicas sobre nuestros pasos de Semana Santa. No todo nos ha sido heredado desde ese momento artístico que de modo tan encomiable provoca nuestro delirio de cofrades que encarnamos nuestra devoción en una imagen concreta o de meros admiradores de semejantes obras de arte. Pero ese espíritu barroco se quedó por siempre a vivir entre nosotros. Desde luego que sí. Estamos a punto de descubrir, será mañana lunes en la iglesia de San Mateo, el resultado de una restauración en cuyos trabajos ya ha podido lucirse Agustín Pina. Que es el Señor de mi hermano Mateo, que es Jesús mismo para zuritas, sotos, bocarandos, bohórquez, ojedas o padillas, que se trata de la imagen de expresión más sorprendentemente acongojante, de ojos más inexplicablemente expresivos y, válgame tanta grandeza de aquellas maderas del arte que pregonara Enrique Víctor de Mora, el Señor de espalda más dolorosamente admirada por todos. Ya le vale al bueno de Agustín en cuyas manos fue depositada la bendita imagen hace ya seis meses. Ya nos vale a todos que esa honda a la vez que serena pena que procesiona desde siempre cada Martes Santo no haya sido restaurada, no haya desaparecido de tan prodigiosa imagen. Este fin de semana me preparo para el encuentro con el sedente de la peña. Y, vive Dios, que aguardo con expectacion el resultado. En sus manos enlazadas con humana insuficiencia comienzo a soñar reflejadas mis penas cotidianas de nuevo. Que las suyas son aun mayores. A poco más de un par de semanas del inicio de la Cuaresma su llegada es el anuncio de los días de nuestro despliegue cofradiero, tan lleno siempre de saludable satisfacción, de vitalista alegría por situarnos enmedio de tantos estímulos deseados. Pero, también para nosotros, que no nos lleguen esos días tan cercanos ya, como anhelamos en el Señor de las Penas, endulzándonos en exceso la sobria vivencia de una Cuaresma cruzada sin eliminar los signos del desierto que representa en vísperas del oasis de la Pascua. Que tampoco nos restauren las penas. Al menos hasta entonces.

(La Voz, 08-02-09)

sábado, 7 de febrero de 2009

La vida de Eluana


Frente a aquellos de los que se cree que constituyen la más reaccionaria referencia de la defensa de la vida pese a todos los pesares están, desde el día de ayer, aquellos que consideran mejor, en el caso de la joven italiana Eluana Englaro, conseguir su muerte dejándola sin aprovisionarla de lo que la mantiene aún viva. Porque lo está aunque no lo parezca. Lo llaman, concretamente, protocolo de interrupción gradual de la alimentación asistida y es la opción de los que, con modernidad supuestamente más arraigada que los pesados que ponen pegas, han adoptado el caso en cuestión para, aprovechando la posición del padre de esta chica, abonar las tesis eutanásicas en boga.
Su estado es vegetativo pero está por ver si el hipotético encarnizamiento terapéutico que quieren evitar es peor que el que le comienzan a procurar por la vía de la retirada de todo sustento, por muy gradual que ésta sea. Lo mejor de todo es el debate abierto en plena sociedad italiana y, por extensión, en otros países cercanos que, como el nuestro, tienen mucho que aprender de conatos ajenos como el que nos trae. Lo peor, por contra, es que, mientras tanto, más que dejar tranquila a Eluana que, en su lecho, quizá no esté tan insensible como puede pensarse se ha comenzado a actuar contra su vida. Una lástima que haya prisa, pese a la gradualidad de marras, a la hora que ganar la batalla a los rancios pro-vida.
Nos estamos jugando muchas cosas en el caso de esta chica. Y ello tanto dentro como fuera de ese país en el que su presidente, el singular Silvio Berlusconi, ha llegado esta semana a convocar el Consejo de Ministros con el que pretendía obstaculizar esa operación que, desgraciadamente, ya ha empezado a acabar con ella. Salvo posterior bloqueo que se me haya escapado. Y está bien que el debate ponga sobre la mesa aquellos argumentos que cada cuál crea menester al respecto, pero pierde nobleza la contraposición dialéctica de las posiciones sí, mientras tanto, se nos muere aquella que, a mi juicio, es, aunque no lo supiera, la heroína de una situación lamentable. ¿Cómo no envenenarse con el asunto?
Por ello, mientras algunos juegan a ser dioses capaces de decidir sobre la vida de los demás, yo me sumo a los rancios y reaccionarios a los que les da -nos da- por defender la vida por encima de toda consideración dispuesta a hacer un favor hoy a Eluana y mañana a quien haga falta.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Columbarios cofrades


La vuelta a los orígenes es lo que parecen proponerse, inconscientemente, nuestras hermandades y cofradías que, cada vez en mayor medida, contemplan entre sus posibilidades de futuro la instalación de un columbario en su sede canónica. Cuando hace cinco o seis siglos se ocupaban de recoger de las calles a los difuntos para darles enterramiento no podían imaginar, aquellos cofrades del Medievo, que llegaría una época en la que se impondría la cremación pero que, a la hora de la verdad (por muy avanzados que nos veamos en la actualidad) las cenizas, con o sin urna funeraria, podrían terminar también, como entonces los finados por la peste, en cualquier sitio. Aunque fueran delicadamente vertidas y el destino hubiera sido elegido por el propio difunto.
Y lo cierto es que hasta hace siete años no contó Jerez con su primer columbario, el segundo en toda Andalucía tras el del Cristo de Mena en Málaga. Fue la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno la que, en un empeño dificultado por ciertas actitudes contrarias a la iniciativa desde el propio seno de la Iglesia, se atrevió a dar el paso. Desde entonces, en dependencias anexas a la capilla de San Juan de Letrán pueden encontrar acomodo a sus cenizas hasta ocho mil difuntos. La imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, aquél que San Juan Grande encargó a Andrés de Ocampo vela, a la puerta, el descanso enterno de los moradores del columbario. Era hermano mayor, y máximo impulsor del proyecto, el animoso José Castaño Rubiales.
Ahora, mientras parece cobrar cuerpo similar proyecto en la sede de Las Angustias, se nos presenta también un macrocolumbario de iniciativa privada que, basando su empeño en la clientela cofrade, nos desvela que, por mucho que se nos ofrezca convirtiéndonos en agentes comerciales de un proyecto ajeno, hemos estado perdiendo el tiempo -sea la culpa de quien fuere- al no habernos dotado nosotros mismos de esos columbarios menos masivos que el pretendido por esa empresa pero seguro que con más unción. Nunca puede soñar un cofrade mejor descanso para sus restos últimos, aunque convertidas ya en meras cenizas, que la cercanía de los titulares. Nunca mejor los ingresos generados por tan necesario negocio que encaminados al beneficio de parroquias y cofradías que, por esta vía, pueden ayudarse, para sufragar el mantenimiento de los templos.
(COPE-Jerez, 'Carrera Oficial' 04-02-09)

lunes, 2 de febrero de 2009

Milagro en Trebujena


Leo esta mañana que militantes de Izquierda Unida pusieron ayer a salvo en el Ayuntamiento de Trebujena, que gobiernan, las imágenes benditas que corrían peligro enmedio del incendio sufrido por la parroquia del pueblo. Manolo Cárdenas, alcalde bajo las mencionadas siglas, se encontraba entre los que entraban y salían a lo largo de un dominguito ajetreado cargado con el patrimonio sacro que pudo salvarse.
Si teníamos un pueblo cerca en el que yo fuera capaz de situar aquella dialéctica de don Camilo y don Pepone, vieja serie italiana que recreaba las discusiones entre el cura de un pueblo y su alcalde comunista, ese era Trebujena. Y no me pregunten porqué. Quizá no más que por tratarse de un pueblo entrañable, no muy grande, con histórica presencia eclesial y con décadas ya de gobierno comunista o al menos de las posiciones de izquierda más acentuadas.
Lo cierto es que nadie ha de considerar esta comparación peyorativamente. No en balde, aquella ficción televisiva estaba cuajada más de cotidiano casticismo que de enconada lucha ideológica. Y cuando ésta última aparecía quizá no ofreciera más que los tintes del encuentro previsible, de las actitudes buscadas, de las diferencias notorias... sí, pero también de esos puntos en común más abundantes de lo que cabría esperar a priori.
La plaza de aquel pueblo, o el bar, eran espacios para el diálogo. Y recordar eso es reconfortante. El cura era una especie de nuevo San Pablo enmedio de los atenienses del Areópago. El alcalde, alguien al que parecía traicionarle el carácter fervoroso de su madre. La relación era una encantadora recreación de una confrontación con sabor a comidilla gratuita, a cotilleo nada peligroso para la convivencia real del pueblo, a cruce de acusaciones con escondido amor correspondido.
Nada tiene que ver la España actual con aquella Italia de hace unas décadas. Pero a mí, automáticamente, se me han reproducido imágenes en blanco y negro de la vieja televisión de casa. Nada tiene que ver aunque, en el fondo, los pueblos siguen siendo el reservorio del más auténtico sentido común. O al menos, ello me gusta pensar. No en balde, a la ciudad se le ha olvidado -me da la impresión- el valor del poso de las creencias como tesoro añejo que preservar sin miedos.
¡Cuánto hubiera dado por saber, sin que por ello fuera necesario daño alguno para imágenes jerezanas u otro patrimonio sacro, cuál hubiera sido la reacción de más de cuatro en los que ahora pienso si se hubieran topado aquí con una iglesia ardiendo!

domingo, 1 de febrero de 2009

Presentación de los niños


Que la Virgen de la Candelaria, cuya fiesta recoge el calendario litúrgico correspondiente para mañana lunes día 2 de febrero, perdone las pocas luces de nuestro tiempo, tan decidido por momentos a quedarse dentro de aquellas cavernas platónicas que parecían tan superadas por nuevos estadios del conocimiento.
Y que, cuando en la iglesia parroquial de Santa Ana o el templo de La Victoria (donde ayer lo organizaba la Buena Muerte), en los santuarios de San Juan Grande o de la Virgen de el Rocío o allá donde aún no se haya perdido la costumbre y sean presentados los niños a la Virgen, seamos conscientes, verdaderamente, de la naturaleza de aquello que hacemos.
Presentaremos, en cualquiera de esos templos, a niños -gracias a Dios- salvados de la quema de ese aborto que intenta normalizar, cada vez más, la Administración. Mientras tanto, otros han ido quedando y seguirán quedando por el camino. Pondremos ante Ella a niños que, seguramente, no sufran las lacras de la desestructuración familiar, pero éstas también existen.
Llevaremos al templo, como María y José en la famosa escena de las palomas sobre el ara de las ofrendas, a niños para los que podríamos ni siquiera haber temido las consecuencias del estatalismo formativo. Pero éste no sólo existe sino que, además, recibe el respaldo de la Justicia entendida al modo que la muerte de Montesquieu (padre de la división de poderes) promueve.
Esta semana ha sido desestimado, por la Sala Tercera del Tribunal Supremo, el derecho de los padres a objetar que el Estado imponga Educación para la Ciudadanía, que aún no queda claro si también desestima la queja sobre la imposición de una formación moral a nuestros hijos.
En cualquier caso, los magistrados, tres días después de comenzar a deliberar al respecto, llegaron a la conclusión, este pasado miércoles, de que toca tragarnos las ruedas de esos molinos.
Presentar a los niños significa presentar ante la Madre celeste, Ésta que subiremos a nuestros pasos de aquí a sólo unas semanas, nuestras credenciales como padres. Ello es lo que ocurre, o debiera ocurrir, cada 2 de febrero. Pero nos ganan la batalla por todas partes. O, quizá, nosotros mismos nos estemos dejando presos de la impotencia o, peor aún, de la desgana.
(La Voz, 01-02-09)