lunes, 6 de abril de 2009

Los jerezanos quedaron a merced del Transporte


Por los ojos del antifaz, y al final de mi cortejo, me encontré ayer con la cruz de guía del Transporte cuando la cofradía del blanco mercedario -que no es blanco, que es color crema- arribaba a Cristina. Acababa de acceder a la Carrera Oficial la Borriquita, entraba detrás el Perdón y la hermandad con sede de la Basílica de la Patrona era, para la muchedumbre concentrada en el centro de la ciudad, paso del ecuador de una jornada particularmente espléndida.
La herencia de los protegidos por San Cristóbal hacía filas que, especialmente en una calle como la Porvera, ofrecía, reflejada en el hábito nazareno, la luz del Domingo de Ramos. Aquellos camioneros, taxistas o conductores que, en general, se arrimaron un día a la bella imagen del Señor, hace ya más de medio siglo, levantaron la cabeza para verificar que, en el despreciado por Herodes y su morena Madre de la Misericordia, Jerez sigue encontrando el Consuelo de su título y su entrega.
Capas al vuelo, la verdad de un grupo humano nacido a los pechos de la Merced se mostró, ayer, cuajada de entusiasmo y valentía. La pecualiaridad de la Hermandad del Transporte en la calle, convertida en cofradía de penitencia, es, estéticamente y formalmente, la de obtener papeleta de sitio entre las corporaciones que mejor expresan, pese a la natualeza de su misterio, la palpable alegría que ayer denotaba el centro de la ciudad, pleno de gente y de ganas de Semana Santa.
Luego me reencontraría con la cofradía de los Conde, González o Pacheco para, con Fernando Virués al frente en la actualidad y cumplida ya mi estación de penitencia, degustar su tránsito por Sedería, Plateros o Tornería antes de que la amplitud de la Porvera o Ancha la devolvieran a su entorno. Alejandro Barbadilla y José Manuel Muñoz, que repetían ante los llamadores del barco dorado del misterio y el palio de la Virgen, protagonizaron una y otra capacidad de adaptación al espacio.
La imagen de Sebastián Santos, además, lució escoltada por unas caídas laterales que presentaban la novedad de una presencia en su itinerario en la que, quizá, apenas llamara la atención la ampliación y restauración de los bordados de las caídas laterales del palio de la Virgen. Y no porque el artesano bordador Ildefonso Jiménez, extraordinario jerezano en el oficio de mimar el patrimonio de las cofradías, no haya hecho un espléndido trabajo. Ayer quedó demostrado en la calle el resultado.
El caso es que el objeto del esfuerzo del taller quedaba demasiado cerca de la dolorosa morena de La Merced como para que no se sintiera eclipsado por la belleza de una imagen que enamoró, un año más, a lo largo de todo su recorrido, evolucionando a los compases de la Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos, banda roteña cuya sección de cornetas y tambores marcharía por delante, tras el paso del Desprecio de Herodes. Con ellos murió la jornada, cuando las primeras horas de un nuevo día hablaban ya de Lunes Santo.

(La Voz, Lunes Santo, 06-04-09)

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