Yo estuve en la recta de meta. Era 1986 y tras haber visto en algún momento el trascurso de ciertos ciclistas por la zona de San Benito, tuve tiempo, porque era una contrareloj la que ponía colofón en Jerez a aquella Vuelta Ciclista, de llegar a la calle Porvera, a la altura de mi colegio de San José, para disfrutar de la aparición de Alvaro Pino en su entrada triunfal.
Ganó allí el ciclista gallego no sólo la etapa final sino también el conjunto de una edición que se corresponde a aquellos años en los que esta carrera hacía vibrar a gente de lo más variado. Aficionados o no a la bicicleta, cuando llegaban las fechas, éramos muchos los que nos apuntábamos a seguir su periplo a través de la señal en directo de TVE.
La llegada a la ciudad de la Vuelta era lo más. Y con poco más de veinte años alucinaba en colores con la presencia de la serpiente multicolor por las calles de mi existencia cotidiana. Y lo ví. Pino salía como una exhalación por la calle Larga, tras salida de la etapa desde el Circuito de Velocidad y callejeo por todo Jerez, sorprendiendo su velocidad sobre tan irregular empedrado.
En 25'43" completó el recorrido, soplando en la nuca a Millard y quedando también por delante de Fignol y Kelly que terminarían doblegándose ante el de Puenteareas quedándose con las ganas de la victoria absoluta en aquella Vuelta Ciclista de 1986. Me emociona pedalear entre los recuerdos a la hora de comprobar que se repiten ciertas emociones.
Hoy sábado volvemos a vivir algo parecido. No es contrareloj sino inicio de uno de sus tramos. No es final de Vuelta sino octava etapa. No sigo ya esta prueba como entonces. Han sido demasiados palos los que ha recibido el deporte de los pedales. También han sido ya muchos, quizá también demasiados, los años cumplidos por aquel jovencillo.
Os brindo la posibilidad de revivir aquello. O de descubrirlo si no tuvisteis la oportunidad. Vuelven las bicicletas a un callejero que, visto en el vídeo del 86, produce ternura. Como el dispositivo de la tele, los medios técnicos del medio, sus comentarios... Los tiempos han cambiado, aunque no tanto como para que no podamos repetir la experiencia.
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