El viento es malo malísimo. Lo asegura la medicina tradicional china. Invade el organismo y origina mil y una manifestaciones patológicas registradas en algunos estudios que, casualmente, caen en mis manos ahora. Y me topo con ello cuando un balance cifra en 70 los parques eólicos que ya tiene la provincia de Cádiz. Sólo los inteligentes son capaces de sacar partido a algo tan molesto. Para que luego digan de nuestro triste sino.
Somos líderes andaluces (producimos el 40% de toda la región) en esta industria que aprovecha levantes y ponientes para generar algo útil y, gigavatio arriba o abajo, facilitar una respuesta genuinamente nuestra a un debate energético con pocas opciones tan abundantes, renovables y limpias. Sean los que fueren los índices de emisión de CO2 que nos evitemos con los molinillos, parece que todo esfuerzo en este terreno merecerá la pena.
Dónde queden las protestas ecologistas por los riesgos para la avifauna o de los amigos del paisajismo tradicional por lo poco que pueda llegar a gustar semejante 'siembra' de mástiles blancos en nuestros cerros parecen parca controversia junto a los mencionados beneficios. Item más, no debe olvidarse a los agricultores que, con los molinos o las placas solares, han encontrado el 'cultivo' más rentable para sus campos.
Lo dicho pues. A merced del viento, que es algo que siempre tendremos para quejarnos de las molestías que ocasiona casi siempre, quedamos. Pese a que los chinos insisten en que perjudica el hígado y daña los ojos. Y el corazón y el riñón y el pulmón y "por medio del canal del estómago (buff!), el frío alcanza el borde interno del ojo y se presenta un lagrimeo intermitente". Pero como todo ello es inevitable... que sople también para generarnos energía.
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