martes, 20 de agosto de 2013

Feliz con un palo

La idea de la felicidad como algo que reposa todos y cada uno de sus fundamentos en esperar poco de la vida es siempre destino del reproche directo de los ambiciosos por naturaleza. Pero no debemos olvidar que, hoy por hoy, no deberíamos desdeñarla como posibilidad para salir del ostracismo al que nos somete la crisis.

Unos nos conformamos con el sueldo resultante de la rebaja salarial puntual que permite que la empresa sobrelleve el mal momento. Otros asumen medidas como la de expedientes temporales de empleo que, sin apartarlos del todo del mercado laboral, ocasiona herramientas útiles para que quien corresponda pueda seguir intentando crear riqueza. 

Están los que asumen, para poder pagar la hipoteca, llevar a la familia a comer en casa de la suegra. Y también aquellos que se conforman con una vida marcada por los pluriempleos porque, como grita la voz popular, "otros lo llevan aún peor". Allá cada cual con aquello que la crisis le esté enseñando. El caso es que no nos pase por encima sin provecho alguno.

Los creativos publicitarios, algunos muy buenos, vuelven a ser mi inspiración a la hora de escribir en mi blog alguna cosa digna de ser aprendida por quien quiera al respecto. Y, para comprobar que lo que otros recibirían resignadamente en el mejor de los casos puede ser objeto de la mayor de las euforias, basta contemplar el spot de una conocida marca de bebida. 

Un niño abre un regalo y, en plena era tecnológica, hace aspavientos llenos de la alegría que le produce el contenido del paquete. "Un palo, un palo!!!", grita el crío sacando aquello que, tiempo ha, hubiera llevado a nuestros abuelos a encontrar, en sus años mozos, algún uso lúdico que a mí se me escapa ahora. El chaval del siglo XXI, en el anuncio, se pone sin embargo a su altura.

Y, claro está, el efecto es inmediato en el telespectador que, aunque esté deseando que finalice ese interminable bloque de publicidad para seguir viendo su programa, no puede ocultar que la llamada de atención le deje pensando en la triste realidad de aquellas renuncias que le hayan tocado en su lote correspondiente de puñeterías contemporáneas. Admirable, como esta capela de Poveda.

Miguel Poveda – Canto De La Resignación

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