La botella del conocido refresco de té gira sobre la mesa tumbándose sobre ella cual ruleta amorosa con detención inesperada en la viejita que, ajena al juego de los jóvenes en la playa, se apunta encantada a ese emparejamiento que, concernida como quien más, le aguarda convirtiendo sus vacaciones en un veranito de esos azul turquesa con mar, sol y tonteos de quinceañeros.
Es el comienzo de algo diferente, slogan de Nestea para este año, una invitación a olvidar cualquier prejuicio que pretenda disponer apriorísticamente qué debe uno esperar de la vida y qué no. Y el aplicado protagonista del anuncio que vemos en la tele estos días no duda, pese a las monísimas alternativas cercanas, seguir el dictado de la dichosa botella.
Semejante propósito, tan veraniego por otra parte, apunta las maneras de una redención imprescindible ante esos casos en los que uno comienza a estar hasta el gorro de los mismos planteamientos de siempre. Es el caso del Peñón. ¿Hasta cuándo es menester arrastrarnos contra tantas irregularidades sin evitar la eterna voz que desde el alma grite "¡Gibraltar español!"?
¿Para cuándo será posible desde España algo diferente frente a llanitos y británicos? Lo triste es que sigan siendo azotados los campogibraltareños por invasión territorial de la bahía, persecución de los pescadores, visitas de submarinos de dudosa ausencia de riesgos radioactivos o dádivas fiscales al uso mientras el patriotismo sigue estrellándose contra la Roca.
Nos sobra palabrería de un lado y nos faltan cumplimientos legales de la otra. Pero, sobre todo, conviene considerar muy por encima de otras trasnochadas cuestiones soberanistas la defensa a ultranza de la situación de los españoles que a diario dependen de Gibraltar. La crisis no concede márgenes para agitar banderas. Aún nos falta la 'viejita' que nos enseñe un horizonte nuevo.
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