Seguramente que ni Guadalcacín ni Estella del Marqués, tan subsumidas ya en el casco urbano de Jerez (en especial la primera), ayudan a entender del mejor modo posible la realidad de la ruralidad en el que, pese a la segregación protagonizada en los años 90 por San José del Valle, sigue siendo uno de los mayores términos municipales andaluces y también españoles.
Para empaparse de la realidad pedánea jerezana, como de toda la provincia barriadas rurales incluidas, es mejor irse a esos verdaderos confines del mundo que parecen, una vez se ha conseguido llegar a ellos, núcleos tan apartados y carentes de mucho de cuanto la generalidad de los comprovincianos creemos normal como Majarromaque o Gibalbín.
Las dificultades que la prestación de servicios básicos encuentra en estos lugares y los obstáculos en su día a día son ejercicio siempre saludables para esos urbanitas que seguimos siendo, sin embargo, en provincia con tantos encantos mucho más allá de los cascos de nuestras ciudades. Y la batalla por mejorar sus condiciones frente a su ayuntamiento matriz ya huele.
La ciudad de Jerez es quien tiene a su cargo casi todos estos núcleos. Por eso, y porque siempre me sentí algo sensible con ciertas desigualdades urbano-rurales locales, ayer recibí con satisfacción un anuncio municipal al respecto del proyecto de Estatuto Jurídico y Financiero de las ELAs (entidades locales autónomas, pedanías como siempre se las llamó).
Se les promete participar de los ingresos municipales y solicitar nuevas competencias. Un modo más, a la postre, de defender desde el PP su reforma de la Administración Local. Pero es, al fin y al cabo, lo que tienen a su alcance. Si el texto que prepara el Consistorio jerezano consiguiera al fin garantizar lo que ahora promete será para darse con un canto en los dientes.
Hace 18 años que San José del Valle se independizó. El camino fue tortuoso y aparentemente justificado en los 30 kilómetros de distancia con Jerez y los casi 5.000 habitantes. Pero también un bastante de batalla socialista contra el régimen de Pacheco. Pero ahora, en plena crisis, cuando hay municipios que se unen, no estamos para resolver los problemas pedáneos a las bravas.
Aquellas viejas colonias que en los años cincuenta comenzaron a permitir la llegada de familias de otros lares dispuestas a la mejor explotación agraria del interior de la provincia hace tiempo que se hicieron mayores pero siguen adoleciendo de mucho de lo que necesitan. Seguramente no lo resuelvan con el nuevo estatuto pero lo último es darse por vencido.
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