Hoy hace 77 años que ocurrió. Cogieron al notario, historiador, antropólogo, musicólogo, escritor, periodista y político malagueño Blas Infante y lo asesinaron en la carretera de Carmona. Allí nació la leyenda en torno al heredero de los movimientos republicanos y federalistas de la España del siglo XIX. Defendía la existencia de Andalucía como región diferenciada que reconstruir para obtener la regeneración de España. Bello, verdad?
Muchas veces he tenido la tentación, sin embargo, de pensar que aquellas balas no solo acabaron con el padre de la denominada patria andaluza. De hecho no han ayudado mucho a otra cosa aquellos que se han venido considerando sus hijos políticos desde que la arribada de la Democracia abriera la puerta a la España de las autonomías, a los nacionalismos y la posible coexistencia de partidos regionalistas con los de ámbito nacional.
Las diatribas mutuas del tándem Rojas Marcos-Pacheco destriparon pronto cualquier posibilidad, cortita siempre pero tímidamente real en alguna ocasión como el grupo parlamentario obtenido en Madrid en las elecciones del 78 o la participación en el Gobierno de la Junta de Andalucía en el 96, de una alternativa en nuestra región al bipartidismo que poco a poco iba cobrando forma en la España ochentera y noventera. Pero se desperdició la oportunidad.
Luis Uruñuela, Miguel Ángel Arredonda, Antonio Ortega, Julián Álvarez, Antonio Moreno y tantos otros, entre los que no debe olvidarse a los exalcaldes sevillano y jerezano, marcaron momentos diversos en la historia de un Partido Andalucista tan despeñado en estos instantes de extraparlamentarismo irredento que la cuestión ya no es dar tiempo al tiempo. La situación que dibuja el marco de esa 'jartura' del electorado ante los dos grandes de la política española parece tener a otros posibles beneficiarios.
Tal día como hoy, cuando recordar a Blas Infante es casi como hacerlo de una figura del panteón mitológico, una leyenda cuya memoria apenas ha conseguido mover logros reales que señalar al nacionalismo de la región peor considerada económica y socialmente, conviene musitar una oración por el fusilado pero también por aquellos que dilapidaron los sueños de aquel malagueño de Casares. Descansen en paz, Infante y el andalucismo.
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