"Haciendo napolitanas", leo en el último álbum fotográfico que un amigo ha colgado en Facebook. Es la hora de la merienda cuando escribo, pero ni siquiera ello me sugiere la remota posibilidad de novedosas aficiones pasteleras en Manolo Salado. El reconocido belenista jerezano prepara su producción de este año. Y lo que hace en la foto son figuras y no bollería.
Es curioso porque yo andaba pergeñando ideas para el Pregón de la Navidad que los belenistas de El Puerto de Santa María han tenido el detalle de encargarme a mí este año cuando, pensando qué hacía yo en pleno agosto en estos menesteres, me topo con quien en su estudio se dispone a reverdecer las estampas que la intimidad creativa necesita ir adelantando.
Es cierto que el belén nace en verano, crece en otoño y madura al borde del invierno para abrir puertas de entidades o particulares al gozo de un público que ni sueña aún con misterios cautivadores por su encanto, suntuosas 'cabalgatas' de reyes haciendo el camino o apariciones del ángel ante los asustados pastores que dormitan a cuatro meses de Navidad.
Sea mi tributo para quienes roban horas a la playa o la piscina durante estos días para cortar porexpán, preparar texturas con la escayola, buscar la vegetación necesaria o, simplemente, desempolvar las figuras elegidas para este año de entre las muchísimas que los belenistas de verdad van atesorando poquito a poco para poder ofrecer variedad de un año a otro.
¿Tontos de nacimiento? No, ilusionados testigos de un mundo que puede ser mejor. También son atinados mostradores de la Buena Noticia, una realidad tan al alcance de todos como su insistencia creativa es capaz de colocarnos cerca, año tras año, las ricas expresiones artísticas en las que ya andan entretenidos. Que el calor de estos días no os haga desistir en el empeño.
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