Hubo un tiempo en el que uno escuchaba o leía ciertos sucesos y tenía la certeza de tratarse de algo que jamás podía ocurrir cerca. Probablemente eso fuera así sólo mientras uno era lo suficientemente chaval como para que pudiera permitirme la inocencia como punto de partida de mi mirada al mundo.
Lo cierto es que, cuando aún me estremezco al encontrar cuando paso por el lugar algún signo de la espantosa muerte de aquella joven a manos de su expareja en plena Avenida de Lebrija, Jerez se vuelve a encontrar, con móvil distinto según parece, con la puñalada como vía de salida de la peor agresividad posible.
Anoche aún buscaba la Policía a dos individuos uno de los cuáles es el presunto autor de las puñaladas asestadas a un matrimonio mayor en la Barriada de Santo Tomás de Aquino. Algún testigo dice haber identificado a un antiguo cuidador de las víctimas, dos pobres ancianos de 83 y 79 años de edad de entre los que el marido perdió la vida.
Ni el peor de los estados de imponente cabreo puede justificar una actuación de este tipo y si, en un esfuerzo de dar forma a la psicología de un crimen pasional, hay veces que uno se pone en situación pese al espanto, terminar a cuchilladas lo que no pretendiera más que el robo es muchísimo más difícil de digerir. Aunque llegara el sangriento final a resultas del presumible reconocimiento por parte de las víctimas.
Qué siente quien es capaz de agarrar un puñal con el ánimo de llegar hasta el final con su agresión es algo que me niego a reflexionar pero que, en cualquiera de los casos, habla de mucho más que la mera aparición del animal que todos, en mayor o menor medida, llevamos dentro. No en balde, en julio pasado una mujer china asestó 90 puñaladas con unas tijeras a su bebe. ¿La madre de qué especie animal es capaz de hacer eso con su prole?
Aliviemos el tono con un canto a la vida. Que falta nos hace dadas las espeluznantes circunstancias que han concurrido en la peor noticia en la zona durante todo este fin de semana.
Coldplay – Viva La Vida
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