A la mochila del petardillo no le falta ni gloria. Pese a las apreturas que como toda economía doméstica también la mía sufre sin menoscabo de prescindir de mayores lamentos. Y las diversas administraciones con alguna competencia en el asunto pretenden hacernos creer lo mismo, que todo está ok.
Un AMPA, el de La Granja, quita la razón en Jerez señalando sus carencias llegado ya septiembre. Y en Cádiz es el sindicato CCOO el que apunta otro, el IES Carlos III, como ejemplo del chapuceo de cada principio de curso. Nada sería igual, sin embargo, si todo estuviera dispuesto como Dios manda.
Como nada sería lo mismo si no hubiera libros que forrar a última hora en casa. Es la hora de los olores. Y el del plástico es uno de los más característicos. Las gomas, el pegamento, el papel nuevo, la maleta de estreno, la plastilina o las ceras son algunos otros que a todos nos rejuvenece.
Aquellos años míos lasalianos son a la postre como estos otros salesianos de mis hijos. Todo sigue siendo igual, de algún modo. El material preparado un año más, el aula distinta que nos espera, las asignaturas de niño mayor con las que nos topamos o el maestro asignado no dejan de generar similitudes.
Huele a colegio en casa. Es fiesta pese al final de las vacaciones. Comienza el curso y, para bien o para mal, las situaciones se repiten. Salvo esa permanente reivindicación en materia de instalaciones. Para mí hasta el reencuentro con la persiana rota era motivo de alegría. Eran otros tiempos.
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