sábado, 14 de septiembre de 2013

Bendita sea tu pureza!

Fotos de Esteban Pérez
La madrugada mete por la terraza de casa, abierta a la búsqueda de aliviar este pegajoso calor septembrino que nos trae tu coronación canónica, el canto insistente de los grillos que, ajenos a lo que está por llegar, arrullan de modo extraño la vela de éste que escribe cansado del esfuerzo preparatorio en la Catedral ya cerrada pero llena de vida aún a esta hora. 

Creo, Esperanza, haber vivido a tu lado esta noche uno de esos instantes capaces por sí solos de justificar el sudor de tantas criaturas como aún a esta hora briegan para que la celebración de este sábado brille como tú te mereces. Pero, ¿qué hay de ese deslumbramiento de la intimidad contigo cuando eras trasladada, entre oraciones, para ser vestida para la fiesta?

"En esta hora de la Iglesia y del mundo marcada por la desesperanza, la contemplación del triunfo de María y su coronación como Reina y Señora de todo lo creado robustece nuestra Esperanza", ha dicho el arzobispo de Sevilla en la homilía de la tercera jornada del triduo preparatorio. Y el estímulo frente a esa desesperanza ya me invade antes de la euforia por llegar. 

Los hermanos invitaban a la oración llevándote por el pasillo central desde el presbiterio hasta la capilla de Cristo Resucitado. "Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A tí, celestial princesa. Virgen sagrada, María, yo te ofrezco en este día..." Todos paramos en la colocación de las sillas, la ornamentación, los apaños costaleros...

El ambiente, espeso de calor humano y fidelidad mariana, era intenso. De hecho, las prisas empujaban ya para que no se terminaran demasiado tarde los preparativos. Pero nadie quedó sin detenerse para prestar toda la atención a tu divina expresión. Hemos acogido todos tu coronación con tantas ganas que recibir ya, en la intimidad, tus gracias maternales ha sido una bendición.

Ahora me voy a dormir. Tú lo haces también sobre tu paso. Cuando amanezca reapareceremos todos ante tí aguardando a que el obispo coloque la corona ciñiendo tus sienes. Pero cuantos hemos estado contigo esta noche, a Catedral cerrada y corazón abierto, ya hemos sido coronados por tu triunfo frente a la desesperanza. Bendita sea tu pureza, Esperanza de la Yedra!

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