La naturaleza sobrevive admirable en esa angostura en la que el pinar queda aprisionado entre Puerto Real (y sus diversos problemas urbanísticos) y el cinturón que la autopista crea por la zona opuesta. Y junto a la arboleda, el sotobosque de lentisco y retama y otras alegrías verdes no sólo perviven conejos y variada avifauna. También la memoria de las piedras que en los siglos XVI y XVII salieron desde allí para la construcción de templos incluso de Sevilla. Esa actividad le dio nombre. Pero ahora da gusto comprobar que todo es recuperable.
Así, tras sufrir ese irresoluto tránsito de la vía férrea que divide inmisericorde el casco urbano (qué horroroso mecano ése que pretende pasaje tan peligroso para peatones intrépidos!), es una verdadera bendición encontrarse con el parque natural de Las Canteras. Acabo de hacerlo en una deliciosa tarde de sábado en la que, a veinte minutos de mi Jerez, echar dos horas apacibles es un regalo impagable que apaga mi estrés y enciende mi memoria. Ay de aquellas excursiones lasalianas que una vez me enseñaron el lugar!
Rectángulo casi perfecto, cada ensanche que el camino ofrece para el descanso es una propuesta agradable para soltar la mochila y sentarse sin apreciar que no nos hemos apartado apenas nada de la civilización aunque el entorno nos seduzca de lo contrario. Se les denomina patios y sus nombres (de la gruta, oscuro, negro, del pozo...) ya dibujan una presencia, una luz determinada o una ilusión por descubrir. Desconexión y sosiego, ejercicio y relajo, sonido natural y silencio agradecido... Una maravilla de tarde!
Como lo ha sido sentarse junto a ese mar de manzanilla yesquera, esas florecitas blancas que parecen suspendidas sobre el prado ante lo inadvertido de unos tallos simulados entre tal verdeo. O la visión del distraído gazapo ignorante de los ojos que se regocijaron ante sus evoluciones entre los arbustos. O la caída en vivo de los higos de tuna rodando por las cuestas que, en tan singular orografía, recuerdan el uso que tuvo el lugar hasta hace apenas tres siglos. O los pinos centenarios de la parte más alta. Un gustazo!
Lástima que a la hora de regresar hubiera que volver a toparse con el parado problema urbanístico generado por las vías y el desagradable mecano. Pero tampoco debió ser afortunada la estampa que le quedara a Las Canteras cuando, en carne viva, viera salir las piedras para la construcción. Y, con todo, si hoy es un parque natural tampoco cabe esperar más que esa frontera ferroviaria que sufre Puerto Real se convierta algún día en otra cosa. Estaría, además, muy bien no esperar a que fueran mis nietos los que lo conozcan.
Hace un fandanguito en la voz más señera de Puerto Real?
Canalejas De Puerto Real – Porque Volar no Podía - Fandangos
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