Tres días consecutivos sin entradas con las que encontrarte en el blog no podían obedecer, si me conoces bien, más que a la imposibilidad más insuperable. Y aunque me dan cierto sarpullido los fenómenos paranormales, si existieran o existiesen, comienzo a reclamar dotes de bilocación. Solo por llegar hasta donde las obligaciones me empujan y el tiempo, por a tope que resulte el rendimiento de cada instante de mi vida, me lo impide. Con ello me basta.
San Clemente, San Francisco de Asís, San Antonio de Padua, Santa Ludwina, San Francisco Javier, San Martín de Porres, San José de Cupertino, San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco o San Pío de Pietrelcina (en la foto) lo consiguieron. Eso dice la tradición. A otros como San Isidro se le hizo el inconmesurable favor de mandarle un ángel que labrara por él para que pudiera ir a rezar. Pues algo así me hace falta. Preferentemente lo primero, que no me gusta delegar.
Y ahora que vayan haciendo cola los alcaldes/a del PP a los que se considera buenas opciones para intentar arrebatarle el sillón de la Junta a Susana Díaz pero no se quiere arriesgar la alcaldía correspondiente. O los trabajadores de Urbaser que dicen que no dan abasto para mantener Jerez como los chorros del oro. O los críos a los que hacer los deberes se les hace cuesta arriba y, sin embargo, están locos por salir a jugar.
Ea, pues bilocación para todos. Como los helados que Iniesta reparte con apenas un chasquido de sus dedos. Lo cierto es que, sin ánimo de trivializar sobre signos de la presencia trascendente entre nosotros y con gran veneración por los santos, cada vez más se percibe la auténtica dimensión de aquel aserto que atribuye al tiempo su condición de verdadero tesoro de la vida actual. Y, por ende, la esclavitud que ello genera es la peor de las pobrezas. Qué pena!
Manolo Garcia – Nunca El Tiempo Es Perdido
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