32.000 personas fueron asistidas durante 2012 en toda la provincia por Cáritas. Ni siquiera sorprende. Sinceramente. Nadie ha sabido hacerlo mejor durante un tiempo. Y, aunque ahora puede haber otras instituciones muy eficientes en la labor de salir al paso de los necesitados, no debe olvidarse que capilarizaron su actividad siempre como una de las mejores expresiones de la presencia parroquial de la Iglesia.
Estos días han divulgado su posición al respecto de la reforma de la Ley de Régimen Local por parte del Gobierno de la nación. Alguien dirá que eso es hacer política, que con que se dediquen a echar un cable a los más desfavorecidos ya les vale en medio de un mundo que etiqueta con facilidad olvidando, primero, que para expresar la opinión basta con tener boca para hacerlo.
Hay, sin embargo, otro argumento que ayuda a preservar ese derecho que todos tenemos: cuando se cumplen los objetivos de modo tan ejemplar, cuando se aplican de ese modo al alivio de tanto dolor, ya les puede quedar el derecho de apuntar que los cambios deben atender a la persona, observar la necesidad del que sufre, ser configurados en atención al que sobrevive en medio de la mayor precariedad.
Cáritas puede y debe abrir la boca porque, cuando tienes la cola en la puerta de casa y solo te queda dar la salida que vas pudiendo a tantas situaciones difíciles que no encuentran respuesta en la de las administraciones públicas, nadie podrá acallar una voz que con toda legitimidad se eleva entre aquellas otras que sólo hablan del mismo tema con revanchismo político y oportunismo sin dar soluciones.
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