Me he puesto a Mago de Oz para que un poco de rock trufado de aire celta me ayude a dejar sentado que aquello de las calabazas y las brujas que tanto critican muchos llegada una noche como ésta en la que me pongo a escribir no tiene porque ser necesariamente colonización yankie. Y lamento si ello decepciona a algún buen amigo al que he visto estos días escritos denodadamente inquisidores para con Halloween.
Lo mío es, en efecto, la veneración a Todos los Santos. Y casi de trivializarlo por la vía del buche, que el 'mangare' siempre estuvo antes que el 'filosofare', me agarro antes a los huesitos de santo, a las nueces y a las castañas asadas que a otros menesteres de esos que suenan más a importación gratuita, por innecesaria más que porque no genere unos pingües beneficios a quien sea.
Pero vaya quedando constancia que los dulces mencionados apelan a la muerte desde un sentido casi tan irreverente como otros que criticamos con más facilidad. O es muy serio comer réplicas de huesos de muerto con su relleno de imitación con crema de la médula ósea amarilla y todo? Y castañas y nueces son frutos tan del norte de España como la cultura celta que si llegó a Norteamérica es porque antes salió desde esa Europa atlántica tan nuestra.
Han pasado por casa dos bandadas de críos revestidos de todo aquello que ya ustedes saben. Y no creo que la afrenta nos llegue para cruzada. Para qué? Si al final vamos a ser tan paganos nos llegue la amenaza de la globalización teledirigida desde el imperio USA o lo haga desde aquello que llamamos tradición patria. Truco o qué? Pues eso, que mi trato es encontrar en Todos los Santos el ejemplo, que para la diversión bien vale cualquier cosa.
Dentro de un orden, claro. A mí ahora, por ejemplo, me sirve para echar el rato escuchar a esta gente...
Mägo de Oz – Brujas
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