sábado, 2 de noviembre de 2013

El tabú de la muerte

Un compañero periodista que se nos fue prematuramente entre el reconocimiento y el cariño de todos por ser tan buen hombre, la madre de mi jefa a la que también llegó el descanso eterno tras no poco sufrimiento y rodeada de sus muchos hijos y no pocos nietos, un familiar en la distancia antiguo mancebo de farmacia reciclado para la hostelería y hombre que siempre me pareció un entrañable y triste solitario, un octogenario desaparecido de la vida pública y olvidado por sus familiares en la práctica del que se supo su fallecimiento casi por casualidad...

Pensé recordar en este día de los Fieles Difuntos a los famosos comprovincianos que se nos fueron durante este año y he terminado haciendo memoria en mis círculos más allegados para encontrar nombres propios pretendidamente anónimos aunque a algunos se les reconozca con relativa facilidad. Es el sino de cada 2 de noviembre. Aunque la muerte siga tan instalada en la realidad finita del ser humano como desinstalada del dietario inmanente de quienes siguen a rajatabla el materialista aserto que coloca al vivo y su manido bollo en el centro de toda pretensión.

Me recuerdo de crío en algunos de aquellos velatorios a la antigua usanza, quizá por ello me encuentro capacitado varias décadas después para tener la muerte cara a cara sin que me asuste ni verla en los otros ni aguardarla para cuando me toque. Pero eso no se lleva especialmente en una sociedad que sigue apartando, de un tiempo a esta parte, todo lo que huele a fracaso. Y algunos piensan que la muerte lo es. Por eso es un tabú impropio de este mundo que sobredimensiona el éxito. Así lo ha hecho al menos hasta que la presente crisis pudiera habernos puesto en nuestro sitio.

Pero ello no es óbice para que haya un día, el de hoy, en el que seamos capaces de virar el timón hacia ese destino de obligado cumplimiento al final de nuestros días. Llenamos cementerios y columbarios de gestos que nos señalan como más sensibles a la falta de los nuestros de lo que el resto del año evidenciamos. Y eso está bien, mal que nos pese que quizá no sea sino una excepción. Sería bueno, sin embargo, que tengamos presente siempre que sólo queda que no se nos olvide que tendremos ese mismo final que ahora lamentamos en los seres queridos que se fueron. Eso humaniza mucho.

Wolfgang Amadeus Mozart – Requiem: Lacrimosa

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