viernes, 1 de mayo de 2009

Primero de Mayo


José era un hombre sencillo. Y callado, creo. Humilde en cualquier caso. Estoy convencido. Quizá no le hubiera gustado notoriedad alguna que le llevara a tener, incluso, un día dedicado a él y en el que todos nos acordáramos de su testimonial laboriosidad. Este 1 de mayo puso su ejemplo, carpintero eficiente que dicen que era, a la consideración de quienes por trabajadores nos tenemos. Pero hace tiempo que nos olvidamos de él al llegar, cada año, una jornada como ésta.
No caeré en la tentación de decir que fue por ello, por el olvido de sus valores, que semejante cita anual se haya convertido en lo que se ha convertido. Es una pérdida de tiempo que, por festivo, disminuye aún más una capacidad productiva de la sociedad tan necesaria si queremos salir de esta crisis y, por politizada, hace que, sobre todo si tenemos Gobierno de izquierdas, la capacidad reivindicativa quede anulada. Pese el desastre económico en el que se haya el país.
Propongo que nos lo carguemos. Hablo del Día del Trabajo, no del Gobierno. Todos a trabajar. A ver si salimos del hoyo por la única vía sensata: no dejar de trabajar por y para la construcción de una sociedad mejor. San José no querría otra cosa. Pero, para los no adeptos al santoral ni a otros reflejos sociales de la presencia de la Iglesia en el mundo, también digo que la sensatez tampoco admitiría otra cosa que no fuera dar el cayo para beneficio de todos.
Si acaso, pero sin dejar de trabajar por ello, yo crearía el Día del Sindicalista Liberado. Aquí el ejemplo, a diferencia del bueno de José, no sería sino el de aquello de lo que todos debiéramos abominar. O el Día de la Sopa Boba. O el Día de la Omisión de Petición de Cuentas. La actitud de los sindicatos, de un tiempo a esta parte, no ayuda a pensar mejor en sus beneficios para la sociedad actual. Y ni las tímidas voces que reclaman Huelga General se ajustan a lo que la situación demanda.

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