Cuando alguien propuso que fuera probada la fe de los rocieros quitándoles el vino en la Romería, pura entelequia innecesaria además para que a El Rocío no le falte verdad mayor que en muchos sitios donde no se cata, debieron callarlo ofreciéndole desde una de esas teteras romeras. O pudieron ponerlo en manos de El Alpiste, ése del que ayer les hablaba cuando la batea del todoterreno de Cope se convertía en rengue en movimiento camino de Sanlúcar.
Ya entonces nos enterábamos de lo que significaba semejante presencia por el Camino. El año pasado descubrimos el personaje en la casa de la peña en la Aldea pero, llegados ya a estas alturas y en pleno sesteo cerca de la Cuesta de la Leche -que es donde me detengo a escribirles esto-, no somos capaces ni de ponernos derechos de pura risa escuchándole. Para partirse. Lo prometo. Y el caso es que no es el único con esas trazas en la comitiva jerezana.
Éste cachondo mental tiene que venir cada año y, aunque aún no sabemos si el sobrenombre tiene que ver con aquello que alguien dijo que sobraba en la Romería, nos arriesgaremos dados resultados tan asentados ya este segundo día del Camino. Sinónimo del caldo de la tierra -y de cualquier bebida alcohólica a la postre- hace su mote el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Y ni eso nos falta ni su gracia derrochada a cada momento tampoco. Marismillas fue anoche, como aquel club de la comedia en el que se convirtió el Pregón de la Feria que 'en comandita' dimos con Cañadas y De Mora, escenario de monólogos y carcajadas. Pero también de rezos. Sí, señor. Tocó rosario y allí que estuvo el tío, a las plantas del simpecado. Y tocó esta mañana misa y, El Alpiste, se presentaba el primero entre los fieles romeros dispuestos a comenzar el día bien. Para que luego diga el del prejuicio de marras.
La verdad, sin embargo, es que a pocos le importa lo que se diga al respecto. Sobre todo si no han conocido el Camino, menos aún si ni siquiera han estado jamás ante esa Blanca Paloma almonteña, aquella que ya pregoné yo viéndola salir al encuentro de los romeros a ese jardín espléndido que es el Parque Nacional de Doñana. Qué bonito está el Coto, por Dios. Que cantidad de sugerencias le vamos encontrando por todos los sitios.
Y qué seco, narices. Que aquella advertencia de Felipe Morenés, el hermano mayor, sobre lo que el calor con el que llegamos este año a la vía pecuaria provoca en las arenas se ha convertido este jueves en una condena. Tenemos tanta como para regenerar todas las playas de España y crear otras nuevas. ¡Qué barbaridad! A gustito en el Rincón del Peregrino escribo cuando, mirando a la vía pecuaria, son ha cinco los coches que se han atascado mientras escribo.
Paro y ayudo a este último. Ustedes disculpen. "¡Alpiste, ven a ayudarme! ¡Vamos a darle un empujón a esta gente! ¡Y cuéntales un par de tus gracias que se les ha cambiado el color de la cara enmedio de tanta arena!".
Ya entonces nos enterábamos de lo que significaba semejante presencia por el Camino. El año pasado descubrimos el personaje en la casa de la peña en la Aldea pero, llegados ya a estas alturas y en pleno sesteo cerca de la Cuesta de la Leche -que es donde me detengo a escribirles esto-, no somos capaces ni de ponernos derechos de pura risa escuchándole. Para partirse. Lo prometo. Y el caso es que no es el único con esas trazas en la comitiva jerezana.
Éste cachondo mental tiene que venir cada año y, aunque aún no sabemos si el sobrenombre tiene que ver con aquello que alguien dijo que sobraba en la Romería, nos arriesgaremos dados resultados tan asentados ya este segundo día del Camino. Sinónimo del caldo de la tierra -y de cualquier bebida alcohólica a la postre- hace su mote el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Y ni eso nos falta ni su gracia derrochada a cada momento tampoco. Marismillas fue anoche, como aquel club de la comedia en el que se convirtió el Pregón de la Feria que 'en comandita' dimos con Cañadas y De Mora, escenario de monólogos y carcajadas. Pero también de rezos. Sí, señor. Tocó rosario y allí que estuvo el tío, a las plantas del simpecado. Y tocó esta mañana misa y, El Alpiste, se presentaba el primero entre los fieles romeros dispuestos a comenzar el día bien. Para que luego diga el del prejuicio de marras.
La verdad, sin embargo, es que a pocos le importa lo que se diga al respecto. Sobre todo si no han conocido el Camino, menos aún si ni siquiera han estado jamás ante esa Blanca Paloma almonteña, aquella que ya pregoné yo viéndola salir al encuentro de los romeros a ese jardín espléndido que es el Parque Nacional de Doñana. Qué bonito está el Coto, por Dios. Que cantidad de sugerencias le vamos encontrando por todos los sitios.
Y qué seco, narices. Que aquella advertencia de Felipe Morenés, el hermano mayor, sobre lo que el calor con el que llegamos este año a la vía pecuaria provoca en las arenas se ha convertido este jueves en una condena. Tenemos tanta como para regenerar todas las playas de España y crear otras nuevas. ¡Qué barbaridad! A gustito en el Rincón del Peregrino escribo cuando, mirando a la vía pecuaria, son ha cinco los coches que se han atascado mientras escribo.
Paro y ayudo a este último. Ustedes disculpen. "¡Alpiste, ven a ayudarme! ¡Vamos a darle un empujón a esta gente! ¡Y cuéntales un par de tus gracias que se les ha cambiado el color de la cara enmedio de tanta arena!".
(La Voz, 29-05-09)
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