Andrés Cano Cordero es el mejor referente de la archivística rociera en Jerez. Ello no sólo lo hace apetecible memoria del fenómeno devocional aquí sino apreciado tanto o más fuera de la ciudad para una honra jerezana que, sin embargo, aún tiene una deuda pendiente con su historia. Saldarla para perpetuación, en Jerez, de ese material es el deseo que le mueve. Lo cierto es que Cano ha ofrecido ya, al menos, a tres hermanos mayores distintos de la Hermandad de Jerez, los últimos que se han sucedido, la cesión de un patrimonio impresionante compuesto por multitud de libros, diapositivas, negativos, fotografías litográficas y cintas de cassette. Se trata de un dechado de documentación rociera al aguardo de alguna condición que cumplir. Su idea, aún pendiente de cumplimiento efectivo que materialice la cesión que él tanto desea es que la Hermandad con sede canónica en Santo Domingo disponga de todo este patrimonio para disfrute general del rocierismo jerezano. A cambio solicita, que es modo solidario de apreciar la obra desde lo económico, la entrega de 6.000 euros a las Hermanitas de los Pobres o alguna otra obra asistencial de la ciudad. Un escrito de Felipe Morenés Giles, el hermano mayor de los rocieros jerezanos, fecha el 7 de junio de 2008 el acuse de recibo del ofrecimiento que le realizaba Andrés Cano. Morenés aceptaba por medio de ese escrito, aguardaba a la espera de poder reunir esa aportación económica benéfica solicitada y se daba un año para conseguirlo. En vísperas de una nueva Romería está a punto de cumplirse. Se trata de un envidiable conjunto documental, para el que quiere Cano acta notarial de la cesión (con gastos a cargo de la Hermandad), comunicación de ello en el primer cabildo general de hermanos que se celebre tras ello así como se exponga en el tablón de anuncios en Chancillería una fotocopia del inventario rociero. Hay, en ese importante acervo tan necesario para entender la historia del rocierismo jerezano, diversas carpetas de documentos, libros rocieros, cifra parecida de revistas divulgativas de esta devoción, diversas cajas de diapositivas de la Virgen de Reina, Pastora y los traslados, reproducciones rocieras varias, referencias de la historia del Rocío en Almonte y Jerez, otras diapositivas no rocieras sobre ciudades y otros temas... A todo ello ya mencionado hay que sumar, además, multitud de negativos de contenido rociero, tanto en blanco y negro como en color, fotos de la época de la fundación de la Hermandad del Rocío de Jerez, de la época de la reorganización y con otro motivos rocieros, fotográficas procedentes de reproducción litográfica y hasta cintas de cassete con la grabación de pregones, sevillanas y otros contenidos. Cano espera con verdadera paciencia -aunque reconoce que ésta tiene un límite- pero Almonte acecha en la posibilidad de enriquecer, con todo ello, el espléndido museo que posee en la Aldea de El Rocío. Pero Andrés quiere, por todos los medios, que se quede en Jerez, su ciudad. Y ello no terminaba de estar garantizado porque, años después del primer ofrecimiento a la Hermandad, todo seguía igual. La experiencia romera que atesora el poseedor de este gran archivo documental y fotográfico cuyo futuro queda, aún, a expensas de una próxima respuesta efectiva de la junta de gobierno de Felipe Morenés no es baladí. Ni mucho menos. Cumplirá este año, si Dios quiere, cincuenta y cuatro ediciones de la Romería de Pentecostés desde que la descubriera allá por los años cincuenta.Esa realidad es clave, junto a la curiosidad y tesón demostrados por Cano durante todo este tiempo, a la hora de entender cómo ha sido posible reunir todo este material. Testigo es, por tanto, de los cambios de la celebración rociera y de la propia Aldea. «Ha cambiado muchísimo, y en muchísimas cosas; recuerdo, por ejemplo, que el primer año que estuvimos allí no había no luz», recuerda Andrés. De momento tampoco hay luz que alumbre el ofrecimiento de Andrés aunque, según parece, podemos estar en vísperas de que ocurra.
(La Voz, 24-05-09)
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