Ya los tiene en su seno la explanada de la ilusión primeriza. Y, la verdad, aquella primera amanecida en Doñana de hace ya una semana no quería siquiera imaginarlo. Nadie estaba dispuesto a pensar que Marismillas aguardaba nuestro regreso. En efecto es una especie de maldición aquella que llega desde un paraje condenado a saber de la Virgen sin verla. Ni sus arenas apenas preocupantes para nuestros vehículos ni su palacio sugerente escoltado por agradables abrevaderos ni los pinos de los primeros encuentros fisiológicos. Todo de cuanto dispone el lugar queda en ese sitio para siempre, siempre a treinta kilómetros de El Rocío.
Yo apuntaba sugestivas visitas de María Santísima cuando, en mi Pregón de la Concha, hablaba del 'Jardín de la Virgen'. Pero, a decir verdad, hay distancias que son un castigo. Y los ufanos rocieros que tan festivamente pernoctaron entonces 'chinchando' a este trozo de Coto que quedaba atrás ahora se encuentran la venganza correspondiente. "Me dejásteis aquí, os olvidásteis de mí avanzando hacia la Aldea, y ahora me toca veros pasar cargados de nostalgia", parece decir Marismillas con aires de sentenciosa altivez. Así imagino el reencuentro entre romeros y paraje. ¿No son ustedes capaces de entenderlo así?
Ea, pues ya se encontraron comitiva y paraje. Y las cosas siempre son así, cargadas de esa melancolía extraña, pero, como el Parque no es rencoroso sino todo lo contrario, pronto favorece una noche bonita, la última en la paradisíaca reserva biológica. El mejor cante, el menú más delicioso y hasta el pescaito que una vez se instituyó en costumbre y signo de esa comunión linda de la ida pero aún más entrañable a la vuelta... Así es Marismillas. Última noche, embrujo elocuente, primer sueño con el siguiente Rocío, anuncio de la llegada a Jerez que hoy vivirán los romeros y también cuantos los esperarán a la vera de San Juan Grande.
Decía el martes que todo concluía y me equivoqué. Que le pregunten, si no, a cuantos aún están por llegar, a cuantos han pasado la noche en Marismillas, a cuantos aún no se han dado la buena ducha que otros ya disfrutamos -ni falta que les hace, de momento-, a cuantos se encuentran aún en la más deseable ausencia de civilización, a los que habitan todavía en la casa que reina la Naturaleza que es fuerza tan superior a la del hombre que éste aprende, necesariamente, a doblegarse a las gracias de la Creación. ¡Cómo no creer en Dios cuando uno se ve inmerso en ese admirable paraíso!
Despertarán este jueves. Y lo harán tanto en la tienda de campaña anclada en el lugar de marras como en el alma romera devuelta a la cotidianeidad de todo un año de nueva espera. Despertarán, y con ellos Jerez que ya los aguarda con una insatisfacción que colmatar de gozo esta tarde. Cuantos no han podido ir este año a El Rocío -habemus crisis- esperan verse envueltos hoy del aroma fragante del romero que, si Dios quiere, podrán repartir a su entrada. Ellos saben que van con esa matita mucho más que una especie -protegida por cierto- olorosamente agradable. Con ella entregan el alma cultivada en Doñana. ¡No retrasaros!
Yo apuntaba sugestivas visitas de María Santísima cuando, en mi Pregón de la Concha, hablaba del 'Jardín de la Virgen'. Pero, a decir verdad, hay distancias que son un castigo. Y los ufanos rocieros que tan festivamente pernoctaron entonces 'chinchando' a este trozo de Coto que quedaba atrás ahora se encuentran la venganza correspondiente. "Me dejásteis aquí, os olvidásteis de mí avanzando hacia la Aldea, y ahora me toca veros pasar cargados de nostalgia", parece decir Marismillas con aires de sentenciosa altivez. Así imagino el reencuentro entre romeros y paraje. ¿No son ustedes capaces de entenderlo así?
Ea, pues ya se encontraron comitiva y paraje. Y las cosas siempre son así, cargadas de esa melancolía extraña, pero, como el Parque no es rencoroso sino todo lo contrario, pronto favorece una noche bonita, la última en la paradisíaca reserva biológica. El mejor cante, el menú más delicioso y hasta el pescaito que una vez se instituyó en costumbre y signo de esa comunión linda de la ida pero aún más entrañable a la vuelta... Así es Marismillas. Última noche, embrujo elocuente, primer sueño con el siguiente Rocío, anuncio de la llegada a Jerez que hoy vivirán los romeros y también cuantos los esperarán a la vera de San Juan Grande.
Decía el martes que todo concluía y me equivoqué. Que le pregunten, si no, a cuantos aún están por llegar, a cuantos han pasado la noche en Marismillas, a cuantos aún no se han dado la buena ducha que otros ya disfrutamos -ni falta que les hace, de momento-, a cuantos se encuentran aún en la más deseable ausencia de civilización, a los que habitan todavía en la casa que reina la Naturaleza que es fuerza tan superior a la del hombre que éste aprende, necesariamente, a doblegarse a las gracias de la Creación. ¡Cómo no creer en Dios cuando uno se ve inmerso en ese admirable paraíso!
Despertarán este jueves. Y lo harán tanto en la tienda de campaña anclada en el lugar de marras como en el alma romera devuelta a la cotidianeidad de todo un año de nueva espera. Despertarán, y con ellos Jerez que ya los aguarda con una insatisfacción que colmatar de gozo esta tarde. Cuantos no han podido ir este año a El Rocío -habemus crisis- esperan verse envueltos hoy del aroma fragante del romero que, si Dios quiere, podrán repartir a su entrada. Ellos saben que van con esa matita mucho más que una especie -protegida por cierto- olorosamente agradable. Con ella entregan el alma cultivada en Doñana. ¡No retrasaros!
(La Voz, 04-06-09)
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