domingo, 21 de junio de 2009

De Primera


Alguien va a pensar que no me gusta el fútbol. Nada más lejos de la realidad en el caso de quien, sin haber sido Puyol, recuerda aquellos tiempos de central en las alineaciones del Jerez Comunicación, equipo de compañeros periodistas. De algún ejemplar de la profesión en la provincia terminaré hablando, precisamente. Aunque son demasiadas las veces que se le ha podido llamar de todo menos compañero. Pero llegará luego.
Vaya, primero, unas líneas de Primera para ese equipo de futbolistas y técnicos que ha hecho vivir a la ciudad días de euforia que, fracamente, necesitaba como aliento, aunque fuera puntual y poco redentor de los males que sufren los jerezanos, para seguir tirando hacia adelante. El Xerez también me ha hecho vibrar a mí y los míos y bien que lo agradezco ahora que atrás quedaron los fastos y el último partido de ayer.
He leído mucho, incluso en blogs de aquellos que jamás se caracterizaron porque les gustase el fútbol. Más bien todo lo contrario en algunos casos. Pero ahora todos somos azulinos. Ésa es la fuerza del fútbol. Para bien y para mal. Y, en cambio éste que viste y calza, callado al respecto, aunque más por aquellos otros líos que me han tenido entretenido en la radio y el Obispado impidiéndome anotar nuevos posts.
Quede claro, sin embargo, que celebré, y de qué forma, el ascenso. De hecho, terminadito el partido con el Huesca cogí la moto, invité a mi hijo Sergio a que me acompañara, le atamos unas bufandas a los espejos retrovisores y, con una bandera, gastamos y desgastamos el claxon, las gomas de las ruedas y el depósito de la gasolina. Subimos a las plantas del Minotauro revestido de xerecista y acompañamos al autobús de los jugadores.
Yo también escuché aquellos deplorables gritos contra Cádiz, contra el Cádiz e, incluso, contra el presidente de la Diputación, aquél que olvidó lo que dijo no hace mucho del capitán Jesús Mendoza cuando, en público y ejerciendo de dolorido viudo agraviado, le llamó la atención en un acto que no tenía más sentido que el del reconocimiento en la institución provincial. El joven xerecista, con más clase en ese momento, le habló, a media voz, de calentón.
Y pidió perdón. Pero le recordó, a Francisco González Cabañas, aquello que le dijo sobre su abandono del pasado cadista para incorporarse al equipo de Xerez. Resentido y falso Cabañas que, en el fondo, no estaba más que vistiendo de amarillo una celebración que sólo merecía la palmadita en la espalda si la alegría, presidente, no le daba para abrazo. Pero azul, sólo azul tocaba vivir ese día. Eso sí que hubiese sido vertebrar provincia.
Luego apareció el otro, alguacilillo del presidente de la Diputación e indigno -justamente por ello, entre otras razones- de su eterno cargo de presidente de la Asociación de la Prensa de Cádiz, noble y centenaria institución que no merece más que lo mejor. Por eso no se merece, desde mi modesta impresión, a alguien tan escandalosamente forofo como Fernando Santiago que escribía, en Diario de Cádiz, toda clase de improperios contra jerezanos y xerecistas.
Busquen el periódico de este pasado viernes y analicen. Es una lástima, querido Fernando, que no pueda, por ocupaciones ineludibles, acudir mañana lunes a la manifestación contra la situación del periodismo. Sería una bonita ocasión para 'felicitarte' por lo bien que escribes. Lo mejor de todo es que, en Jerez -con X o con J, como quieras-, no estamos más que para festejos, ésos a los que gente como tú no estás invitado. Ésto es sólo para gente de primera.

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