jueves, 26 de marzo de 2009

"Espero y deseo morirme como obispo de Jerez"


Acababa de reunirse con los vicarios, con los canónigos y hasta con los seminaristas. Parecía mentira que hubiera encontrado media hora, además, para sentarse, la tarde del viernes, conmigo. A solas, y en esa misma Sala de Audiencias del Obispado que llevaba dos mediodías de acontecimientos, me puso a tiro una ocasión única.
Pese al mucho lío que ha tenido usted estos primeros días, desde el nombramiento, no se le borra la sonrisa de la cara. ¿Es un signo definitorio de cómo se toma usted las cosas?
–Sí, y espero no perderla nunca durante mi vida aquí, en Asidonia-Jerez. Lo cierto es que afronto esta nueva misión con alegría, con gozo y esperando siempre en el Señor.
Ya hay quien presta atención a quién vaya a ser nombrado nuevo delegado de Pastoral Universitaria en Sevilla. Como si fuera posible que hasta tres obispos consecutivos , tras don Juan y usted mismo, fueran posibles procedentes de la misma responsabilidad. ¿Qué tiene esa delegación?
–Bueno, sí es verdad que don Carlos Amigo siempre le ha dado una gran importancia a la Pastoral Universitaria. Y no sólo eso sino que, sabiendo que se trataba de un reto tanto la atención a la Universidad como a la Hermandad de los Estudiantes, ha querido siempre ahí a un sacerdote formado. Si era posible un doctor. Debe ser por eso que los dos últimos delegados hayamos alcanzado el episcopado. Lo cierto es que esa misma impronta nos ayuda a afrontar el diálogo fe-razón tan importante hoy y, sobre todo, esa capacidad de dar razón a nuestra esperanza enmedio de este mundo universitario.
La docencia, el periodismo o la sanidad siempre han colocado al cristiano en la frontera de ese diálogo con la sociedad que menciona. Si tenemos en cuenta que, además, usted es médico encontramos que reúne dos de esas parcelas que a mí me parecen estratégicas. En estos tiempos de reflexión bioética que vivimos, ¿no es un marrón que un médico alcance el episcopado? ¿Ello le obliga doblemente?
–Estoy de acuerdo con lo que dice en el sentido de que son grandes retos los que tenemos hoy en la Iglesia. La Congregación de la Doctrina de la Fe, por medio del documento Dignidad de las personas en concreto, dice que hay toda una biotecnología al servicio de la eugenesia con intereses económicos tras de sí. Cuando toda esta biotecnología no va al servicio común deja de ser una ciencia para todos los seres humanos. Ése es el problema. La Iglesia sólo quiere que la ciencia se ponga al servicio del ser humano desde antes del nacimiento hasta su muerte. La igualdad de todos los seres humanos es lo que aquí está en juego. El problema es que a ciertos seres humanos no se les da el rango de personas. Podemos acordarnos, por ejemplo, cómo se decía de los negros, hace tiempo, que no eran personas, que no tenían alma. Eso hoy nos escandaliza, ¿verdad? Pues si todos somos iguales no podemos proponer edades, arbitrarias por ideologías, a la hora de recortar los derechos a la vida. Afortunadamente, muchos científicos, ante este atentado contra la vida, están saliendo al paso.
Hablemos de la Diócesis. ¿Cómo la ve usted que, pese a que acaba de llegar esta máxima responsabilidad pastoral, tiene ya muchos elementos de juicio para pronunciarse?
–Yo veo que en esta Diócesis ha habido mucho trabajo, mucho desgaste, mucha entrega por parte de su obispo don Juan del Río, de sus sacerdotes, de sus laicos. Ver que hay una Diocesis viva, que hay hombres y mujeres enamorados del Evangelio y dispuestos a seguir trabajando por la Iglesia, es algo que me proporciona gran ilusión y gozo.
Los fieles ven en usted un pastor, los curas uno entre ellos y al frente de ellos, los universitarios una persona afín y hasta los médicos podrían ver en usted un compañero. ¿Pueden igualmente los cofrades verle como uno de los suyos?
–La realidad cofrade de Jerez no la conozco profundamente aunque creo que es una realidad que cumple una misión importantísima. Mire, en esta sociedad se ha perdido el sentido del misterio. El bienestar y el consumo hacen al hombre autosuficiente. En ese marco nuestras hermandades hacen una labor estupenda. Es encontrarnos con el misterio de la vida cada Semana Santa. Y esto hay que agradecerlo a tantas personas que trabajan en el mundo de las cofradías a diario. Además, en la época de la imagen, la Iglesia tiene la imagen descubierta hace ya mucho tiempo y por medio, en gran medida, de las cofradías.
Encima, mañana lunes, tendrá lugar un pleno de hermanos mayores por la vida, ésa que muere y resucita cada Semana Santa en nuestros pasos. ¿Qué le parecen gestos de este tipo en instancias de las que se desconfiaba hasta hace poco, incluso en la propia Iglesia, que alcanzaran semejantes compromisos?
–Ciertamente. Si nosotros llevamos el anuncio del amor de Dios a las calles cada Semana Santa no podemos permanecer callados y sin amor a la vida para todos los seres humanos. ¿Cómo no podemos ser nosotros voz de los sin voz? Tenemos que ser voz de los sin voz por la igualdad y el respeto de todos los seres humanos. Por eso me parece que es una iniciativa maravillosa. Las cofradías han recuperado el sentido del misterio de un Dios hecho hombre, o sea Dios que se hizo embrión. Pero también está esa red social y caritativa que es una realidad que yo conozco en las hermandades de Sevilla u Osuna y que también conoceré en las cofradías de esta Diócesis.
No son malos tiempos, en el fondo, para que se evidencie el servicio que la Iglesia está prestando a la sociedad enmedioo de la crisis, ¿no?
–Es la Iglesia la que, con su Cáritas, sigue su labor callada. Qué labor tan grande y tan incrementada en este tiempo de crisis. Son varias las voces que hablan de una crisis económica que viene de la mano de una moral. En Inglaterra me preguntaban como no había una revolución en España enmedio de tanto paro. Y llegábamos a la conclusión de que la familia calmaba estas situaciones. Es la familia la que sale al paso cuando uno de los suyos cae en el paro. La familia renuncia a cosas por ayudar a uno de sus miembros con problemas. Es ahí donde nace la solidaridad. Y la Iglesia está dando pasos importantes no sólo por ayudar a quienes sufren la crisis sino en la recuperación de tantos valores, como éste de la familia, que son tan necesarios.
Precisamente este fin de semana ha finalizado la Semana de la Familia que iba a tenerle en su primera mesa redonda. ¿Qué conoce del trabajo que está haciendo esta pastoral en nuestra Diócesis?
–Es una pastoral fundamental. La familia es, hoy, la celula en la que se aprenden una serie de valores: la renuncia, la entrega, la libertad nacida de la responsabilidad, que merece la pena sacrificarse por el otro... La familia sigue siendo una escuela en la que aprender todos estos valores, una auténtica célula de nuestra sociedad a la que hay que prestarle atención. Lamento los inconvenientes que me surgieron ese día impidiéndome venir. Sabéis que tenía que estar en Sevilla en el acto penitencial de la Catedral pero habrá muchas ocasiones a partir de ahora.
Ya que hablamos de la familia hábleme de la suya y así lo conocemos más.
–Pues soy el segundo de una familia de cuatro hijos, mi madre está viuda, nací en Osuna como ya sabéis... Allí estudié el Bachillerato hasta que nos traladamos a Sevilla donde estudie Medicina. Mas tarde llegaría la vocación sacerdotal. Mis hermanos están casados y tengo sobrinos. Hace poco nació el último, el cuarto de uno de ellos al que han puesto mi nombre.
¿Es la familia o ser de un pueblo como Osuna lo que le reporta ese aire campechano que le notamos?
–Bueno, bueno, lo del aire aún tendréis que confirmarlo. Más adelante me lo diréis. No lo sé, francamente.
Y, sin embargo, ni ese aire bonachón no esa cercanía con la que parece que se le puede abordar le librará de algunas cuestiones propias de un obispo que empieza como elegir escudo o lema para su episcopado. Denos la primicia de estos signos que usted acogerá en breve.
–Pues en estos signos se ha de reflejar la historia o las raíces y en el lema cuál es la experiencia de la misión que se afronta... Y no me preguntes más que no puedo decir mucho más porque se está gestando. La grandeza de la Iglesia es una historia bien asentada con un presente y un futuro por el que seguir trabajando. Todo eso se hace presente en estos signos.
Entre los encuentros que acaba de tener está el mantenido con los canónigos de la Catedral. Usted lo es, o lo era hasta el momento, en la Catedral Hispalense. Es fácil que el lector relacione con el Cabildo, atento a las grandes celebraciones, la Liturgia. ¿Cuál es su impresión sobre este aspecto de la vida de fe y la revisión que se propone desde la Santa Sede?
–Yo siempre digo que la Liturgia es una expresión de la vida. Desde este punto de vista hay que ir cuidándola. Los hombres somos animales simbólicos y es importante para todo. Incluso el amor de los novios se expresa a través de los simbolos. Porqué no también que nuestra vivencia del Señor se exprese en esa Liturgia que hay que cuidar, considerando en ella la encarnación de nuestra fe en los momentos actuales. Pero no hay que tirarlo todo por la borda. La riqueza de la Liturgia es la riqueza de la vida cristiana.
Voy terminando pero no me puedo quedar con las ganas de saber si ya va pensando en relevos, renovaciones, en los órganos, en la estructura que desea para la Diócesis...
–Lejos de mí esa intención, sería un imprudente si yo viniera pensando en relevos sin conocer a las personas. Ésta es una Iglesia viva porque se ve que hay gente trabajando y haciéndolo muy bien.
Dicen que también usted, como se dijo de don Juan desde su llegada, estará aquí de paso. Que le esperan más altas cotas, vamos. ¿Usted qué cree?
–No, no, yo espero que no. Yo espero y deseo morirme aquí como obispo de Jerez.
(COPE-Jerez, 'El espejo de la Iglesia Diocesana', 20-03-09)
(La Voz, 22-03-09)

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