viernes, 13 de marzo de 2009

Las cofradías son un poema


Os traigo esta noche de Cuaresma una teoría muy muy personal, pero una de las pocas que encuentro que asienten realmente, en la actualidad, el sentido de los actos poéticos que, como éste, siguen organizándose en las hermandades. Cierto es que toda palabra dicha desde el atril de un templo, más o menos bellamente, no debería sino ser un homenaje a Cristo y a María. Pero a menudo se convierten en tributo a la vanidad, unas veces del orador, otras de la corporación que convoca. No es el caso en los concurrentes de la convocatoria de esta noche. Puedo poner la mano en el fuego por unos y por otro. Y, por otra parte, no sabría, sinceramente, qué supone para ustedes estar aquí sentados en El Calvario.
Esperen lo que esperen de esta Exaltación del Calvario, les sugiero esa teoría que me rondaba la cabeza mientras escribía. Considera el porqué de la relación de la literatura con nuestras hermandades. Y lo primero que han de convenir conmigo es que una cofradía en la calle es un verdadero poema. ¡Todo un poema! En el más positivo sentido, claro está. Hay romances alargados en el tiempo que a base de estirarse corren el riesgo de exponer ideas que quedaran inconexas, como cofradía que alardeare de contar con centenares de hermanos pero que evidencia un cortejo fragmentado. Y también hay sonetos exquisitos cuajados de armonía como cofradía clásica aunque, quizá, salida a la calle para minorías.
El romance, aunque llegara deslabazado, tiene más posibilidades de alcanzar el aplauso. El soneto debe estar muy bien cerrado para alcanzar, si acaso, la admiración. Las cofradías procesionan en los primeros años del siglo XXI por los derroteros de la navegación de barcos aparatosos entre los que otras formas, quizá más románticas, naufraguen cuajadas de problemas. No he de confirmar que son éstas otras las formas procesionales que más y mejor me llegan al alma y, por tanto, presento mi admiración por esta querida Hermandad que supo dar formalidad al féretro de Cristo vivo al aguardo de la Resurrección como aprendió en su historia -recién escrita por cierto- a dar compañía a la Virgen en su precioso Duelo.

(De la presentación de la Exaltación del Calvario 2009)

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