Aquello que ponga nerviosos a quienes ya se sienten aliviados si no se usa semejante signo es una incógnita de fácil resolución. Pero también desvela la torpeza mayúscula de quienes hace tiempo, porque no tienen cultura religiosa o simulan no tenerla, parecen desconocer que mayor escándalo existe en la Cruz que los cofrades enarbolarán, un año más, desde la de guía hasta las de penitencia tras los pasos. Las parroquiales y conventuales, las de los escudos y las que rematan guiones y banderas, el lignum crucis de quienes lo ostentan o las que portan las imágenes del Nazareno o muestran clavado las de Cristo crucificado son la mayor llamada a la lucha por la vida. La Cruz es, para el cristiano, el triunfo de la vida sobre la muerte. Y si no cristianos o anticristianos quisieran hacer notar que, por desconocimiento, le es indiferente su significado ello no hará perder evidencia a cuantas aparecerán en nuestros cortejos en sólo unos días.
La Cruz que alzaremos desde el Sábado de Pasión hasta el Domingo de Resurrección es un canto a la vida. También la no nacida no deseada. ¿Qué no es un signo extraordinario? ¿Es eso lo que alivia a los partidarios del aborto? Ello, la ausencia del lazo blanco, no le quita valor alguno al signo por excelencia. Es más, por medio de su tradicional presencia en nuestros cortejos y pasos, ya vamos sobrados de llamados a la Vida con mayúsculas. En base a ella es que la Iglesia se hace presente, enmedio de la sociedad, con las procesiones de Semana Santa u otras formas pastorales, litúrgicas o caritativas, de esa acción que siempre nace de la Redención brotada de la Cruz. ¿A quién, por tanto, le hacen falta lazos? Los lazos, del color que sean, son formas verdaderamente despersonalizadas de reivindicación. Podemos acumular en la solapa un puñado de ellos y, a la hora de la verdad, no recordar qué significa cada uno. Sirva para los no cristianos y hasta para los cristianos que quieran llevarlo aunque, a decir verdad, éstos últimos ya tienen bastante con la Cruz para manifestar su horror por la muerte física de miles de criaturas que nace de aquella otra manada del interior de ciertas condiciones personales que huelen a cadáver.
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