La alcaldesa de Jerez, Pilar Sánchez Muñoz, se pronunciaba ayer, unas horas antes del Pleno Extraordinario por la Vida en el que los hermanos mayores consensuaron, anoche, una batería de medidas contra la nueva Ley del Aborto, al respecto de este compromiso de los cofrades. Pese a su reiterada mención a la independencia del Consejo y de las hermandades para ello, el grueso de su mensaje, breve pero me pareció elocuente, no hacía sino instar a la prudencia y realizar advertencias sobre que se trata de corporaciones integradoras de toda la sociedad.
Ello me alienta reflexiones sobre los deseos apreciados en ciertas instancias, no ocultados demasiado aunque sí mostrados subrepticiamente a veces, de que las cofradías, quizá tomando el rábano por las hojas, debieran adulterar el mensaje de la Iglesia. ¿Qué se pide cuando se llama la atención sobre esa representación de toda la sociedad que en estas entidades eclesiales concurre? Y resulta obvio que uno no puede sino entender que se sugiere que habría que escuchar a esa parte de la sociedad que, creyéndose cofrade, no comulga con fundamentos esenciales del mensaje cristiano.
Veamos, si nadie ha sugerido a la ministra Bibiana Aido que -ella sí porque sus decisiones afectan a la generalidad de la ciudadanía desde posiciones a las que sólo la Democracia la han elevado- fuera prudente... ¿cómo es posible que, desde las mismas posiciones políticas, se pida ello a instancias privadas como las cofradías? Y si el Gobierno -de la nación, de la región o de la ciudad, me da igual- es para todos... ¿cómo no se ha tenido en cuenta su condición de administración pública para exigir esa atención de todas las sensibilidades ante algo básico como la vida?
Ha gustado poco, o nada, que las cofradías de tantos sitios, y sobre todo las andaluzas, se pronuncien de este modo. Pero acusarlas de imprudentes es tanto como taparles la boca cuando les toca pronunciarse ante fundamentos básicos de su fe. Se le tuerce el gesto a ese laicismo antidemocrático y/o antieclesial cuando se aprecia que va a ser verdad que las hermandades son Iglesia. Pero es que lo son, le pese a quien le pese. Por eso no puede pedirse que adapten su mensaje a lo que deseara esa hipotética parte de ellas que representan a una sociedad dada a apoyar el aborto.
Las cofradías tienen sus brazos abiertos a cuantas personas se acercan a ellas. Y, algo tendrá el agua cuando la bendicen, cada vez son más las personas -me gusta más que la palabra ciudadanos- que optan por valorar lo que representan. Pero lo que nunca conseguirá ello en las hermandades es abaratar lo que suponen ni prostituir sus convicciones para, así, poder seguir incrementando ni las listas del cobrador de los recibos ni sus filas nazarenas. Por ello algunas advertencias tienen aromas de escondidas censuras a la libertad que los cofrades tienen.
Y reiterar tanto su independencia termina poniendo el solfa que, quien lo enuncia, crea realmente en lo que está diciendo.
Ello me alienta reflexiones sobre los deseos apreciados en ciertas instancias, no ocultados demasiado aunque sí mostrados subrepticiamente a veces, de que las cofradías, quizá tomando el rábano por las hojas, debieran adulterar el mensaje de la Iglesia. ¿Qué se pide cuando se llama la atención sobre esa representación de toda la sociedad que en estas entidades eclesiales concurre? Y resulta obvio que uno no puede sino entender que se sugiere que habría que escuchar a esa parte de la sociedad que, creyéndose cofrade, no comulga con fundamentos esenciales del mensaje cristiano.
Veamos, si nadie ha sugerido a la ministra Bibiana Aido que -ella sí porque sus decisiones afectan a la generalidad de la ciudadanía desde posiciones a las que sólo la Democracia la han elevado- fuera prudente... ¿cómo es posible que, desde las mismas posiciones políticas, se pida ello a instancias privadas como las cofradías? Y si el Gobierno -de la nación, de la región o de la ciudad, me da igual- es para todos... ¿cómo no se ha tenido en cuenta su condición de administración pública para exigir esa atención de todas las sensibilidades ante algo básico como la vida?
Ha gustado poco, o nada, que las cofradías de tantos sitios, y sobre todo las andaluzas, se pronuncien de este modo. Pero acusarlas de imprudentes es tanto como taparles la boca cuando les toca pronunciarse ante fundamentos básicos de su fe. Se le tuerce el gesto a ese laicismo antidemocrático y/o antieclesial cuando se aprecia que va a ser verdad que las hermandades son Iglesia. Pero es que lo son, le pese a quien le pese. Por eso no puede pedirse que adapten su mensaje a lo que deseara esa hipotética parte de ellas que representan a una sociedad dada a apoyar el aborto.
Las cofradías tienen sus brazos abiertos a cuantas personas se acercan a ellas. Y, algo tendrá el agua cuando la bendicen, cada vez son más las personas -me gusta más que la palabra ciudadanos- que optan por valorar lo que representan. Pero lo que nunca conseguirá ello en las hermandades es abaratar lo que suponen ni prostituir sus convicciones para, así, poder seguir incrementando ni las listas del cobrador de los recibos ni sus filas nazarenas. Por ello algunas advertencias tienen aromas de escondidas censuras a la libertad que los cofrades tienen.
Y reiterar tanto su independencia termina poniendo el solfa que, quien lo enuncia, crea realmente en lo que está diciendo.
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