Uno de los servicios colaterales que las mascarillas en la calle han puesto a nuestro alcance tiene más que ver con lo que no tapan. O no han disfrutado estos días de la experiencia de cruzarse con alguna persona e intentar clasificar esa mirada ahora no ignorada?
Me he cruzado con gente cómplice cuyos ojos me han dicho con más elocuencia que viva voz "estamos en el mismo barco!". "Ni se te ocurra acercarte!" he 'escuchado' sin embargo a otros. Y, entre ambos extremos, puedo catalogar todo un abanico de esos mensajes que dicen no verbales.
He llegado a leer un "a dónde vas con esa mascarilla, la mía es mucho mejor" y también a quienes parecen a punto de llorar tras mascarilla, gorro quirúrgico y bata blanca, o verde. Aunque eso a través de la tele, aparato que a veces también está para ponerle una.
Pues, ahora que comenzamos aquello que llaman desescalada camino de la nueva normalidad, cuidado con creer que ésas serán experiencias excepcionales, correspondientes sólo con este tiempo del que diremos el proverbial aserto de abuelo cebolleta: "Yo estuve allí!".
Olvídate de la salida de nuestras vidas de este tapabocas que me sumo a los que creen que ha llegado para quedarse. Al menos durante un tiempo. Si es así, como temo, cuidado con lo que me diga tu mirada. Ya a estas alturas tengo hecho un máster, y no de aquellos de pacotilla.
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