Luego llegó otro Pacheco, alcalde, y las llevó más allá de la Constancia (primer escenario en los sesenta), de San Benito más tarde o de El Portal hasta que en 1981 desaparecieron. Entonces nació el Circuito y se acabó la ocupación de la calle para ello.
Para entonces ya rodaban por al alquitrán, que no sería ni siquiera asfalto, los Ángel Nieto o Giacomo Agostini. Y también una panda de chavales que, a sus 16 añillos, ya subían de dos en dos en aquellas motos con las que ir más allá del Balneario a ver carreras.
Una Puch Cóndor de aquellas amarillas, el modelo de 75 cc que tenía entonces Derby, una Vespa, un Vespino y hasta una Mobylette. Había que vernos. Llegábamos, saltábamos vallas para, lo más cerca posible de las alpacas de paja, alucinar con aquello.
Con esas trazas quedaba en evidencia que no tenía nuestro amor por las motos más allá que ese sentimiento de descubierta libertad adolescente. Gente más aficionada y con pocos más de nuestros años nos ha trasladado esta semana a aquellos episodios.
Tiene gracia que con el Circuito del que disponemos hoy en día tengan que volver pero, que cierto es, la cabra tira hacia el monte siempre. Y los ingredientes son, en esta recuperación, mucho más que nostalgia o esnobismo sin sentido. Enhorabuena por ello.
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